Blog de Paqurro, se siente honrado, con el artículo del ilustre tesorillero Jerónimo Sánchez Blanco . Le solicitamos que se dirigiera a los tesorilleros a través de un vídeo casero. Él y nos alegramos por ello, ha optado por este jugoso, interesante y emotivo escrito sobre las Navidades de los año 40 y 50 en nuestro Tesorillo
Acepto la amable invitación de nuestro querido amigo Pacurro para dirigirme desde su blog a todos nuestros paisanos, desde la tierra madrileña que me acogió hace muchos años, e irrumpir en la tranquilidad de sus vidas. Muchas cosas han cambiado en la sociedad y últimamente con la difusión de las redes sociales (email, washap, facebook, twiter, blogs etc.) puedo enviar mi más afectuosa felicitación navideña.
Con ese propósito, deseo recordar cómo celebrábamos las fiestas navideñas en nuestra infancia y primera juventud durante la década de los cuarenta y cincuenta. En esos años, la celebración de los festejos estaba muy condicionada por la escasez de alimentos, que obligó al uso de cartillas de racionamiento para garantizar una distribución de los bienes básicos entre toda la población, dado los altos precios que éstos alcanzaban en el estraperlo. Fue una época difícil para nuestros padres y madres, abuelos y abuelas, aunque aquellas dificultades y carencias no dejaron huellas en nuestros años de niñez. Éramos felices por el sólo hecho de sentir el cariño de nuestras familias, la amistad y afecto de nuestros vecinos y la alegre compañía de los niños y jóvenes, amigos en el juego y en la escuela.
En estas circunstancias, y en víspera de las fiestas navideñas, la cocina familiar desempeñaba un papel muy relevante, especialmente gracias a aquellas benditas madres y abuelas, que hacían todo lo que podían, para endulzar la vida de chicos y grandes, esmerándose en la preparación de borrachuelos o pestiños, roscos o piñonates, además del surtido variado de polvorones y mantecados que procedían de Estepa. No era frecuente en nuestras mesas el turrón de almendra, cacahuete o chocolate, aunque en las ciudades se consumía por los sectores sociales de mayor nivel de renta. Estampa muy común de entonces era, cuando algún familiar o amigo venía a nuestras casas, o bien le visitábamos nosotros, desearle ¡ Felices Pascuas ! y el ofrecimiento de algunos de esos dulces, mayoritariamente los polvorones, acompañado de alguna copita de anís o licor. Aún recuerdo las marcas de anís, dulce o seco, de mayor consumo: Asturiana, Castellana, Mono, Machaquito, Chinchón. Entre los coñacs las marcas consumidas eran: Magno, 501, Veterano, Fundador, Lepanto, Gran Duque de Alba. No solíamos beber champágne, cava, whisky, ginebra al ser productos más caros, aunque a veces se podían consumir en el bar Central o en el bar Tibero.
Asimismo, la cocina para los almuerzos y cenas se preparaba con varias semanas de antelación, de los productos de la matanza de cerdo realizada en el mes de Noviembre, con sus sabrosos chicharrones, chorizos, morcillas, salchichones y demás partes, que eran soporte importante para muchas familias, en competencia con las chacinas que se elaboraban en la serranía rondeña, especialmente en Benaojan y Benarrabá. Sin duda también, la cocina era de lujo si se permitía poner en la mesa un pavo, símbolo tradicional de estos días, como nos recuerda la entrañable poesía escrita por el párroco D. José María Álvarez Collado, dedicada a una pava en el Año Nuevo, allá por los años 20: “Viniste joven al pueblo, te trajeron en volanda y entre más de mil vecinos te rifaron estas pascuas. ¡Oh suerte!…..” o en su defecto algún pollo de campo o de corral, siendo frecuente el consumo del chivito o cabrito, curiosamente menos apreciado entonces que hoy día, para acompañar las comidas familiares. La imagen del sacrificio del cerdo y del pavo, cuando se realizaba en nuestras casas en presencia de los niños, difícilmente se borraba de su imaginación, aunque aquellas escenas impactantes y que movían a la compasión, se olvidaban cuando nos sentábamos a la mesa y saboreábamos aquellos ricos manjares. Al menos, en la poesía dedicada a la pava humeante sobre la mesa de Año Nuevo, se expresaba el agradecimiento con palabras muy sentidas:“Antes de que desaparezcas de este mundo, noble pava, quiero de ti despedirme y proclamar en voz alta que tú has sido la más buena, la más feliz y más guapa, tanto en vida como en muerte de toda tu ilustre raza…”.Todo la anterior se envolvía en un ambiente alegre que se iniciaba cantando villancicos en algunos momentos de estancia en las escuelas, donde aprendimos la música y letra de los más diversos cantos tradicionales. Nos imaginábamos que subido en el lomo de un jumento íbamos a “Belén va una burra rin rin yo me remendaba yo me remendé….” cargada de chocolatinas. O bien que éramos pastorcillos con nuestro zurrón y el tamboril: “Vamos pastorcillos, vamos a Belén, que Dios ha nacido para nuestro bien….” Para finalmente preocuparnos de cómo los ratones en el portal de Belén le roían los pantalones a San José. Estos villancicos populares se cantaban acompañados de panderetas y zambombas, para regocijo de niños y mayores. Famosa fue en su tiempo la comparsa formada por los hermanos Perniles que alegraban las calles y cantaban pidiendo el aguinaldo para sobrellevar el frío con algunas copillas ya fuese de aguardiente, anís, coñac y café. El momento culminante de los villancicos era sin duda en la medianoche del 24 de Diciembre, en la celebración de la Misa de El Gallo, cuando el coro de la pequeña iglesia, llena de gente, donde se celebraba y festejaba el nacimiento de Jesús en Belén, iniciaba con el acompañamiento de un viejo órgano, el canto de “ Gloria a Dios en las alturas y en la tierra Paz a los hombres que ama el Señor….” y a continuación la comparsa de los hermanos Perniles también participaba, sobresaliendo con sus cantos e instrumentos a las voces del coro, poniéndose en camino de madrugada “ Vamos pastorcillo vamos a Belén, que mañana es fiesta y al otro también” o poniéndole tareas a Maria ¡nada menos que a medianoche! “La Virgen esta lavando y tendiendo en el romero, los pajarillos cantando y el romero floreciendo, pero mira como beben los peces en el rio..”. Una vez finalizada la Misa de El Gallo, la comparsa seguía por calles, plaza y bares hasta altas horas de la madrugada, alegrando a sus vecinos con sus cantos navideños llenos de candor, amabilidad y quizá de alguna copilla de más. Al fin y al cabo el villancico decía “. Esta noche es Nochebuena y mañana Navidad, dame la bota María que me voy a emborrachar “.
Se observaba una mayor austeridad y sencillez en los regalos que recibíamos niñas y niños en la festividad de los Reyes Magos. Lo normal era recibir un solo juguete por niño, ya fuese una pelota, una muñeca, un cochecito, un parchís etc., rara vez recibían una bicicleta o un balón de cuero. El bolsillo de los Reyes Magos no daba para más, y tan arruinados debían estar que ni siquiera podían organizar una cabalgata o pagarse el viaje desde Oriente Medio, ya que por aquel entonces no existía El Corte Inglés en toda la provincia. En rodo caso, nos hacía una gran ilusión creer que realmente los Reyes Magos existían de verdad y nos entristecíamos cuando supimos que era pura fantasía. Ahora se prodigan cabalgatas a todo lujo y los regalos son abundantes, gracias a la publicidad de los grandes almacenes y superficies comerciales, que encandilan a nuestros nietos y nietas a través de los canales infantiles de televisión, tentación que nosotros no tuvimos ya que no había llegado la televisión a nuestros hogares.
También algunas costumbres han ido cambiando especialmente en la cocina navideña. Ahora abunda el consumo excesivo del marisco, del cordero, del cabrito, la merluza, el besugo y ¡a qué precios!, aunque no ha desaparecido el pavo y para regar estos alimentos, se bebe Rioja, Ribera del Duero acompañado a los postres con Moet et Chandon, Codorniú, Castellblanch, Juvé & Camps, whisky y licores en general. Aunque mayoritariamente se mantienen los almuerzos y cenas familiares en los hogares, se viene extendiendo el hábito de concertar estas reuniones familiares en restaurantes, con un gasto sensiblemente mayor para los bolsillos, circunstancia que no está al alcance de muchos .
Me hago la reflexión de si tras los villancicos, regalos, comidas opíparas y bebidas de gran calidad muy extendidas hoy día, queda algún espacio o resquicio para recuperar el espíritu navideño de mi infancia. Ciertamente que la austeridad en el comer, beber y en los regalos estaba muy marcada por los tiempos de carestía y de amplios sectores de pobreza, entonces, pero también hoy, el mensaje de Belén, es aplicable a los pobres, refugiados y excluidos de nuestra sociedad, poniendo el centro de atención en la sencillez, la humildad y la pobreza de un recién nacido en un establo, porque su madre no tenía otro lugar paraar a luz a su hijo, al que las gente sencillas del contorno llamarían Hijo de Dios. ¡FELICES PASCUAS! ¡FELIZ NAVIDAD! ¡FELIZ AÑO NUEVO!
Diciembre de 2019.
Jerónimo Sánchez Blanco
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