Llevo días sin salir de casa, esta gripe me está matando. El kiosquero me ha enviado un ramo de rosas con una nota, el muy pícaro me ha arrancado una risita socarrona, no sabe que aunque me encantan, me dan alergia, las rosas digo, la nota no, esa… ummm... ¿qué están pensando? ¡no, no, no…! no me hagan reír que me da la tos, lo que ocurre es que es un señor muy atento y bueno, tampoco les voy a engañar… me gusta un montón, pero como tantas veces he dicho: “no es el tema que me ocupa” verán, me acerqué a la ventana desde la que se podía ver el kiosco, su dueño miraba hacia arriba como si estuviera esperando la respuesta a su regalo, así que le envié en agradecimiento un beso con la mano acompañado de una satisfecha sonrisa que igualmente él me devolvió.
Justo cuando cerraba la ventana vi a la Sra. Ludovica, no se la había visto por el barrio desde que murió su pareja y de eso hace ya uno o dos años.
El sufrimiento dio carta blanca a la vejez por la que resultó vencida convirtiendo su espectacular cuerpo en una encorvada figura casi perdida entre las enlutadas telas. Me vino a la memoria el chismorreo que corría de boca en boca, que si bien llevaba mucho de verdad la gente tendía a adornarlo a su gusto.Parece ser que la Sra. Ludovica a sus diecisiete años era la chica más hermosa del barrio, lo era tanto… que cierto día un adinerado señor, casi doblándole la edad, quedó prendado de ella hasta tal punto… que sin escrúpulo alguno propuso a sus padres mejorar su situación económica a cambio de casarse con ella, los progenitores seducidos por la avaricia no dudaron en entregársela como esposa a pesar de su negativa ya que estaba muy enamorada de un chico que igualmente la correspondía. Esto supuso en aquel momento un tremendo golpe para los dos que los sumió en la desesperación.
Pasaron los años y él, sin olvidarla, también se casó y ella se acostumbró a una vida fría y sin amor hasta que un día ocurrió una terrible desgracia, su marido tuvo un tremendo accidente del que quedó disminuido psíquico, no era consciente de nada, ni conocía a nadie y lo peor de todo era que dependía totalmente de sus cuidados y eso sería hasta el fin de sus días.Su fortuna vino a menos y ella tuvo que trabajar para poder subsistir sin dejar de cuidar a su marido. Así pasaron algunos años, demasiados decían, y por esas casualidades de la vida se volvió a encontrar con su primer amor que vivía en otra ciudad pero que por motivos de trabajo había vuelto al barrio; no pudieron ocultar la emoción y casi sin tomar precauciones se abrazaron y besaron, supieron que ya no podrían separarse y decidieron verse a escondidas. Fueron amantes a voces hasta que murió su marido tomando la determinación de vivir juntos abandonando él a su familia y formando otra con ella.
Cuentan que fue una pareja muy feliz, tanto… que cuando la enfermedad se lo llevó, ella, se negó a aceptarlo y todas las noches le espera fielmente y muy arreglada para que vuelva a recogerla, y quizás un día…
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