Era la noche de víspera de Reyes, Carlos era un auténtico manojo de nervios, Valeria su hermana menor tranquila por naturaleza denotaba también cierta inquietud.
Valeria a los pies del árbol de navidad, dejo una bandeja de polvorones y una botella de Anís del Mono, con tres copas. Carlos puso en la puerta tres cubos de agua, por si los camellos tendrían sed.
Pronto se fueron a la cama, mañana era el gran día, esta madrugada los Reyes visitarían su casa y les traerían los regalos que previamente habían pedido mediante carta al cartero real.
Era todavía noche cerrada, quedaba aún buen rato para que amaneciera. Carlos y Valeria no esperaron, corrieron despavoridos hasta el salón, con gran decepción observaron, que no había juguetes algunos, además el árbol de navidad había desaparecido, eso si a la botella de anís solo le quedaba un culo. Estupefactos, desconcertados, sorprendidos no daban crédito.
Fue Carlos quien pensó en el abuelo, por algo había sido policía un auténtico sabueso, que resolvía los casos más complicados.
¡Abuelo, abuelo!, gritó Valeria, que los Reyes no nos han dejado juguetes y nos han robado el árbol de navidad. Seguidme todavía no ha amanecido, tengo sospechas de lo que ha ocurrido realmente, vamos corriendo, cojamos el auto, respondió el viejo policía
El Abuelo salió de la población, se introdujo en caminos de tierra muy estrechos y angostos, detuvo el automóvil y con sigilo se acercó hasta una cueva. Allí observó una gran cantidad de árboles de navidad por supuesto robados y tres celdas, en una un señor con larga barba blanca, en otra otro señor con barba rubia un poco más corta y en la tercera celda un señor sin barba y con la piel negra.
No había dudas eran los auténticos Reyes Magos, que habían sido secuestrados por unos impostores, que se hicieron pasar por ellos, de camino perpetrar robos en las distintas casas del lugar .
El abuelo ya había llamado a la policía, los impostores fueron detenidos , los Reyes liberados. Gaspar dio las gracias, Baltasar se lamentaba que no los niños no hubiesen tenido los regalos que esperaban, Melchor sentenció, no hay lugar para las lamentaciones, tenemos doble trabajo, dar a los niños sus juguetes y devolver los árboles de navidad robados,, lamentando que este año los regalos llegarían un poco más tarde.
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