miércoles, 6 de mayo de 2020

Mi Abuela: Por Pacurro



Siempre la vi vestida de negro, con un moño recogido, arrugas en el rostro, producto  más de las penas y sufrimientos que del paso del tiempo, sonreía con cierta facilidad, nunca oí carcajada alguna que emanara de su garganta, siempre la consideré una viejita, adorable y buena, pero murió sin cumplir los setenta.

Nació a finales del XIX, en la Andalucía pobre e inculta, hija de braceros, pero a pesar de las carencias, fue moderadamente feliz, todo cambió con su matrimonio. Se esposó con un hombre intransigente, dominador por supuesto machista, donde el hecho de traer el mísero jornal a casa, le facultaba para hacer y deshacer lo que viniese en gana, sin reparar en injusticias y crueldades.Si pobre era antes de contraer matrimonio, lo fue más una vez casada.
Parió cinco hijos, dos varones y tres hembras,  más dos o tres abortos.Su vida estuvo llena de miserias, hambre, necesidades, vivían hacinados. La desgracia le persiguió, perdió a su primer hijo, en la contiendan civil, fue miliciano y dio su vida en defensa de la libertad y buscando un futuro mejor, aunque ella nunca se cansó de repetir, que al inocente le engañaron que su hijo no sabia de política, tenía dieciocho años .. Jamás le oí renegar de los que causaron su muerte, solo que no llegaba a comprender  como el 18 de Julio era festivo , cuando esta fecha maldita  fue el comienzo de muchas desgracias, como cualquier madre nunca lo supero solo aprendió a convivir con esa pena.
La vida le tenía guardada otro mazazo, su otro hijo murió a los treinta y cinco años, ese golpe unido a los miles anteriores, hizo que su corazón se desgastara y se fue apagando como una vela, lenta pero implacablemente, su pesar, su sufrimiento lo llevo con discreción, solo de vez en cuando exhalaba un suspiro de amargura.
Siempre estuvo al quite para que mi madre no nos diese un azote, cuando mi hermano y yo peleábamos o cuando hacíamos alguna travesura, respetó a mi padre como nadie jamás se entrometió en nada, solo cuando salía en nuestra defensa
Bajita, de piel blanca, ojos saltones y manos muy grande, en clara disonancia   con su anatomía, era adorable, buena, discreta, bondadosa, paso por esta vida con pena sin ninguna gloria, jamás vio una sesión de cine, jamas asistió a un espectáculo, quizá por eso la televisión le entretenía, aunque nunca manifestó gran entusiasmo 
Mis padres se vieron en la necesidad de acoger a mis abuelos, pues eran pobre de solemnidad, la pensión de mi abuelo era irrisoria, había trabajado toda la vida, pero a penas  cotizó. Sus últimos años los pasó en casa junto a nosotros, jamas pidió  ni exigió nada, todo estaba bien para ella, su humildad no tuvo limites.
En la actualidad, cuando un problema pasajero nos acucia, cuando cualquier contrariedad nos parece un mundo, debería recodar  a esa mujer y reflexionar que vida llevó, seguro que esos problemas me parecerán menos importantes 

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