miércoles, 23 de septiembre de 2020

¿ Delenda est Monarchia ?. Cuarta parte


Por Jerónimo Sánchez Blanco 

Los últimos días del Franquismo

La muerte de  Franco en Noviembre de  1975, cerraba  un capítulo  de la  historia de España,  y  abría  un tiempo nuevo  lleno de ilusiones para muchos de  mi  generación, no exenta de incertidumbres, principalmente para quienes  habían sido  testigos y   protagonistas de la  guerra civil. El mensaje central   que intentábamos dar  de forma reiterada,  era la necesidad  de   sustituir el  régimen  político franquista, de forma pacífica,  por  un  sistema   democrático  europeo,  respetuoso con la Declaración de los Derechos Humanos de  1948 de las  Naciones  Unidas  y los fundamentos y valores  de la Comunidad Económica  Europea, creada  en 1957. La continuidad de  Carlos Arias  Navarro, como presidente  del primer  Gobierno  de la Monarquía, frente a otras figuras políticas  relevantes (Areilza, o incluso  Fraga Iribarne) de orientación  reformista,  era un mal augurio, y suscitó  perplejidad  entre los ciudadanos, y rechazo total en la oposición. La mentalidad de Arias Navarro y de otros dirigentes franquistas estaba claramente   orientada a consolidar la obra de Franco, su ideología  y sus instituciones.   Transcurrido varios meses  el propio  rey Juan Carlos forzó su dimisión, por la deriva que estaban tomando los acontecimientos políticos, económicos  y sociales, muy  singularmente con el balance de los cinco trabajadores muertos y numerosos heridos, en el desalojo de una  iglesia  en Vitoria  en Marzo de  1976, por causa de la actuación  policial, riesgo que  podría confirmarle en la  historia  con el título Juan  Carlos  el Breve. 


En los primeros días de Julio de 1976, el  Rey   designó presidente de Gobierno a Adolfo   Suárez González, con el asesoramiento de  Torcuato  Fernández  Miranda, que era a su vez, presidente de las Cortes y del Consejo del Reino, y de Miguel  Primo de Rivera, miembro del mismo Consejo.  Adolfo Suárez  era un político  muy avezado y conocedor  del  régimen franquista, del círculo de confianza del Rey,  desde  la época  en la que Suárez  era Director General de Televisión Española y últimamente titular de la Secretaría General del Movimiento en el anterior  gabinete de  Arias Navarro. Sin duda, su nombramiento volvió a suscitar  sorpresa  e incredulidad, frente  a políticos como José  María Areilza y Manuel  Fraga Iribarne. Sin embargo,  Suárez era hombre joven, afable, simpático  y muy  hábil  para  adaptarse  a las circunstancias, que  sintonizó  rápidamente  con el propósito  modernizador del Rey  Juan Carlos I,  y se puso al timón  para desmantelar  las instituciones del franquismo. En   ese mismo verano, viví  una pequeña   experiencia muy llamativa  de  algunas directrices del nuevo Gobierno,  cuando me disponía  pasar con mi familia,   un par de semanas del mes de  Agosto, en la casa  que mi suegro  tenía  en Castellar de la  Frontera. Finalizado  el viaje  en el tren expreso Madrid-Algeciras   me bajé  en la estación de Algeciras. Entre las maletas  traía  un pequeño maletín lleno de propaganda  política contra el régimen franquista, que en un descuido, dejé abandonado en el andén de la estación de ferrocarril. No me percibí  de la ausencia del maletín, cuando a la  mañana siguiente, recibí  una llamada  telefónica del  cuartel  de la Guardia Civil de Algeciras, notificándome  que habían encontrado  un maletín  con papeles  a mi nombre  y que lo tenía a mi disposición. En efecto,  me personé  en el  cuartel de la Guardia  Civil  y un  teniente  me lo entregó  sin  ningún comentario. Le di las gracias  y me marché  muy sorprendido, ante lo que  era  habitual hasta entonces: un interrogatorio y un pliego de cargos  por tenencia de  propaganda  ilegal. Otro de  los nuevos signos, ocurrió a los pocos días, cuando  un concejal  del Ayuntamiento  de Castellar,  que  era  conocido  mío, me invitó a dar  una charla  sobre el futuro político de España tras el  nombramiento del nuevo Gobierno, en la sede  del Centro de la  Juventud, al que asistieron numerosos  jóvenes y todos los concejales con su alcalde. Evidentemente  expuse la necesidad  de  democratizar  el sistema político, conferencia que fue bien acogída  y no fui molestado.

Tras la designación del nuevo Gobierno, se inició la tramitación y; la aprobación por las Cortes, presididas  por Torcuato Fernández  Miranda, de la Ley para la Reforma  Política, refrendada por el referéndum  del  15 de Diciembre de 1976.  Esto sucedió  una semana más tarde de la celebración  del XXVII  Congreso del  PSOE,  que aún no estaba legalizado aunque fue tolerado por el  Gobierno,  al que asistieron los grandes  líderes  socialistas  europeos: Willy BrandtOlof Palme, y  Françoise Miterrand y otros, bajo el lema  “Socialismo es Libertad”. Por vez  primera, en un clima  de entusiasmo y gran emoción,  veíamos los asistentes al Congreso, estas figuras emblemáticas  europeas, reunidas   en un  amplio salón de un hotel  próximo a la  plaza de Castilla, arropando  la figura emergente de  Felipe  González, al que  ya conocía  de una cena   celebrada   en un restaurante, anteriormente, y organizada por un grupo  de simpatizantes y afiliados del PSOE.

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