domingo, 20 de septiembre de 2020

¿ Delenda est Monarchia?: Tercera Parte.

 



Por Jerónimo Sánchez Blanco 

Nuevos aires y cambios en la sociedad (2)

En los  siguientes  meses, la tensión  estudiantil  aumentaba, apoyada por muchos profesores,    en el ambiente de las   facultades, haciéndose  eco  del  Mayo francés de  1968, unido a un fuerte  activismo   en los colegios mayores, de los que  recuerdo  el  San Juan Evangelista, el  Virgen de África  y el   Isabel de España, especialmente, en algunos de los cuales impartí charlas acerca de las  ideas políticas  de la  democracia  y debatiéndolas  en reuniones reducidas  con estudiantes. Asimismo, participaba  en  grupos de debates, charlas y conferencias  políticas acerca   de la democracia, el sindicalismo, los partidos  políticos  y las libertades políticas que  se organizaban con un  reducido grupo de dirigentes obreros,  en la escuela   de formación  profesional, promovida por  José Mª Llanos, jesuita, en el  Pozo del Tío Raimundo.  Inquieto  por  lo que había acontecido  en París  y en otras ciudades europeas  en el mes de  Mayo,  realicé  un viaje  de  10  días  a París  en el mes de Septiembre de 1968, costeado con mis escasos  ahorros, comprobando en las librerías próximas  al río  Sena y las del barrio latino,  los testimonios  que  daban cuenta de lo acontecido, a través de los  innumerables libros  y folletos  que  se habían editado y conversaciones con libreros. Aquel  huracán  que se inició  en Nanterre y prosiguió en las barricadas levantadas  en el barrio latino, liderado por   Cohn – Bendit  y Alain Krivine, con innumerables  proclamas  y consignas contra el sistema  político   establecido,  fue apoyado  por los sindicatos obreros con una huelga  general  reivindicando mejoras  salariales  y los partidos  de izquierda, especialmente el  Partido Comunista, y se desinfló en el verano,  con sus  numerosas librerías y cafeterías abiertas en un  ambiente distendido  y   tranquilo. En las elecciones  generales celebradas en Junio de 1968  había ganado  el  partido político del general  De  Gaulle  y perdieron  los partidos de  izquierda. ¿Dónde quedaron los sueños e ilusiones de Mayo?. Era  una experiencia  triste  para los soñadores, de la que  deberían  aprender, que no siempre  la imaginación  al poder permite  alcanzarlo, con el riesgo de perder  las libertades  logradas. Unos meses más tarde, en España, el 24 de  Enero de 1969, fue declarado  el estado de excepción  con  fuertes medidas sancionadoras   contra los profesores disidentes del régimen político,  suspensión  de seminarios  y charlas políticas  en los colegios mayores,  presencia policial en  las  facultades  mas contestatarias y fuerte control de los medios de comunicación. En esa fecha, fue suspendido  por orden  gubernativa  un ciclo de  conferencias  que yo tenía  comprometido  en un colegio mayor  sobre la “ La Revuelta  estudiantil  de  1968 en  París”.


Nuevas  circunstancias empezaron a  desestabilizar   el régimen  franquista  en la década de los setenta, y aceleraron paulatinamente  su  descomposición:  el  terrorismo,   con el atentado del  almirante Carrero  Blanco  en Diciembre de  1973 siendo presidente de  Gobierno, a manos de ETA y los asesinatos de guardias civiles, policías y militares por ETA, el  GRAPO y el FRAP;  la crisis económica tras la subida del precio del petróleo  que afectó desde el otoño de  1973;   y  el fallecimiento de  Franco.  La decisión   de  Franco  de  nombrar  a Carlos Arias Navarro  presidente  de Gobierno significó  el reforzamiento de los  halcones del régimen  ante  el empeoramiento de la salud  de Franco, así  como   garante  y  albacea del testamento político, dada la inminente sucesión de  Juan Carlos de Borbón, oficialmente  proclamado  Príncipe  y sucesor a  la Jefatura del Estado. En los ambientes  políticos  del régimen  franquista, se dudaba  de la fidelidad del nuevo Jefe de Estado  a los Principios  Fundamentales del Movimiento y no les faltaba  razón, porque  la persona  designada para la sucesión era muy próxima  a las ideas políticas  de  su padre, D. Juan  de Borbón, partidario de reconducir  el sistema político   hacia   un sistema  democrático   de corte europeo. En el conjunto de  la oposición  política, este joven designado Príncipe en 1969,  no gozaba  de su confianza y  suponía  que  sería continuador  del franquismo, dado  que desde los ambientes  oficiales  se  repetía  insistentemente  que  Franco “ había dejado todo   atado  y bien atado para el futuro”. Era una frase  para conjurar los miedos de la clase  dirigente franquista, pero  caló seriamente  en amplios sectores de la oposición política y se le  bautizó de forma despectiva  como  “Juan Carlos  el Breve”, en una  clara  profecía que  no se cumplió.,  como llegó a reconocer  el mismo  Santiago  Carrillo. Mis  dudas aumentaron, al recordar la  entrevista  mantenida  varios años antes  en el Palacio de la Zarzuela con el ya designado Príncipe, acerca de la necesidad imperiosa  de instaurar  la democracia, por una parte,  y los derroteros del  régimen franquista, de otra, con un presidente  de  Gobierno muy significado  del “bunker”.

No obstante,  la crisis  económica  de los años setenta, iniciada  con el aumento del precio  del barril del crudo del petróleo  en 1973,  desencadenó  un  proceso  que contribuyó a desestabilizar  el régimen franquista  y amenazaba seriamente  el  nuevo proyecto  de modernización y democratización  española que se  vislumbraba  en el  futuro inmediato. El incremento  del precio del barril  de petróleo tuvo graves consecuencias para la economía española  en la segunda mitad de los setenta, al no disponer de reservas  en moneda extranjera  para   nivelar la balanza de pagos, dado el volumen  de dólares que  la economía española  necesitaba para pagar  las importaciones de crudo de petróleo  y sus derivados. Este aumento  de los combustibles  repercutió  en los costes del  transporte aéreo, por carretera y ferroviario,  y  en los costes de la   fabricación de  abonos y fertilizantes; afectó igualmente a  numerosas industrias, especialmente a la industria  naval,  la siderurgia   y  a la agricultura, así como  al nivel general de precios  que soportaban los consumidores  y trabajadores. El malestar  se extendió a  los trabajadores que  luchaban   por conservar  sus puestos de trabajo y preservar   el valor adquisitivo  de los  salarios, demanda que provocó  innumerables  huelgas y movilizaciones obreras, especialmente en el sector  naval,  bienes de  equipo, minería y otros

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