jueves, 1 de octubre de 2020

¿ Delenda est Monarchia? 6. Jerónimo Sánchez Blanco


Colas para votar. Primeras elecciones democráticas, junio 1977

Las primeras elecciones de la Democracia

El ambiente festivo  del mes de Mayo  protagonizado por  los  partidos políticos  legalizados,  anunciándose  con   sus  carteles, símbolos y candidatos en los muros y vallas  de los pueblos y ciudades, así como la música y banderas que acompañaban los mítines ya fuesen en los  parques, teatros o plazas de toros,  formaban parte de la  escenografía y daban un colorido  muy variopinto al  momento preelectoral. La movilización de los ciudadanos para asistir a los actos  que se programaban fue dispar, y variaba según los primeros espadas  que se anunciaban. Los recintos se llenaban en los pueblos pequeños y medianos, pero en las grandes ciudades, todos los partidos   movilizaban a sus simpatizantes de las comarcas para  acudir a esos espacios  mayores, ante la eventualidad de no llenar el aforo. Los  días que precedieron a la jornada electoral transcurrieron  con  bastante  normalidad  y la participación electoral  fue  alta con el 80 % del censo electoral.  El  triunfo de la UCD que obtuvo 6,3 millones de votos (34%), seguido del PSOE  con 5,3 millones de votos  (29 %) , el PCE con 1,7 millones de votos (9%), Alianza Popular con 1,5 millones de votos (8%) y el Partido Socialista  Popular con 0,8 millones de votos (4%.), junto a pequeños  partidos de   corte nacionalista especialmente en Cataluña y en el  País Vasco, ofrecían  un parlamento con dos partidos  hegemónicos en  un conjunto algo fragmentado. De la primera lectura se deducía que  UCD  superaba con creces en votos y escaños a  Alianza Popular  dirigida por Fraga Iribarne;  asimismo el PSOE se alzaba  como la primera fuerza  política de la izquierda en votos y escaños, frente al PCE a bastante distancia. Sorprende, que  hace más de cuatro décadas, ya se perfilaban dos bloques con resultados muy ajustados e igualados: de una parte 7,8 millones de votos de UCD y AP de centroderecha (42%), y de otra  7,8 millones de votos de PSOE, PCE y PSP de centroizquierda (42%). No obstante, el sistema electoral  permitió obtener  a UCD  formar  mayoría parlamentaria con sus  165 diputados  y la abstención de grupos minoritarios. La expectación ante la nueva etapa  era extraordinaria, con una sociedad dividida en dos mitades, a derecha  e  izquierda, y con un Gobierno reformista, formado por UCD, cuyo origen  franquista, no impidió convencer a la oposición de raíz republicana, de  su hoja de ruta, mediante pactos que   fortalecieron una relación de confianza  mutua. Este  fue el punto de partida  que explicó el desarrollo de los acontecimientos posteriores y el llamado consenso de la Transición.


Los elegidos el 15 de Junio como  Diputados del Congreso, fuimos testigos al constituirse la Cámara a mediados del mes de Julio, de una imagen inédita e histórica, al ver acceder al hemiciclo los distintos grupos políticos con sus dirigentes a la cabeza, y ocupando sus escaños. La llegada  de  Adolfo Suárez  y sus ministros con Manuel Giménez Mellado, Fernando Abril  Martorel, Enrique Fuentes Quintana, Rodolfo Martín Villa, entre otros, que se sentaron en la primera fila del hemiciclo despertó gran expectación, como también  lo fue  la entrada  de  Felipe  González, Alfonso Guerra, Nicolás Redondo y Enrique  Mújica, seguidos de quienes formábamos  parte del  grupo parlamentario socialista. Pero  aún más, fue  la entrada de los dirigentes del  PCE y me llamó la atención que detrás de mí escaño, se sentaron, Santiago Carrillo, Dolores Ibárruri, Gregorio López Raimundo, Jordi Solé Tura, Marcelino  Camacho, Ramón Tamames y mi paisano Rafael Alberti. Aún más emotiva fue la imagen  de Dolores Ibárruri, vestida de negro, y Rafael  Alberti, con su chaqueta celeste y pañuelo de colores, acompañados de un impresionante silencio de los Diputados, acceder lentamente a la tribuna del Congreso para presidir la Mesa de edad,  garante de  la votación para la elección del presidente, vicepresidente y secretarios de la misma. Dentro del silencio, percibíamos que la irrupción de la Democracia era  un viento fresco, símbolo de concordia e integración, que rompía en pedazos  la  vieja historia de desencuentros  y violencia del pasado.  En ese mismo hemiciclo, en minoría, ocupaban sus escaños, antiguos  ministros de Franco, tales como  Manuel  Fraga Iribarne, Laureano López  Rodó, Licinio de la Fuente, Gregorio López Bravo, Federico Silva Muñoz y Gonzalo Fernández de la  Mora, entre otros, cuya representación electoral procedía de los  sectores  más  conservadores del franquismo. De los  grupos minoritarios, destacaban Enrique Tierno Galván por el partido Socialista Popular, Jordi Pujol y Miquel Roca por  el nacionalismo catalán y Javier  Arzallus, por el  nacionalismo vasco.

Otro momento  histórico, fue el día de la apertura solemne de Las Cortes, cuando el Rey Juan Carlos entró en el salón del Pleno y accedió a la tribuna del Congreso, ante el silencio de los escaños de los grupos políticos de la izquierda y el aplauso de la derecha  política. Por el contrario, los aplausos fueron unánimes en todo el hemiciclo tras finalizar el discurso dirigido a Diputados y Senadores, en el  que  destacó el significado del acto como símbolo del conjunto del pueblo español, invitándonos a construir un sistema democrático  para todos, abriendo  las puertas de la  Democracia y  escribiendo una nueva página de la historia.  Durante su discurso, que seguí con atención, venía  a mi memoria  el encuentro de 1968, en el Palacio de la Zarzuela, con aquel joven que  nos explicó  como entendía  el funcionamiento de un sistema democrático en una Monarquía  Parlamentaria. Apostó fuerte, ganó la partida  a los franquistas inmovilistas y consiguió el apoyo de la oposición. En aquel momento la inmensa de los presentes, nos olvidamos  de Juan Carlos el Breve y con el aplauso cerrado se deseó  larga  vida al Rey, como garante  de un  camino sin retorno a la Democracia.

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