Colas para votar. Primeras elecciones democráticas, junio 1977 |
Las primeras elecciones de la Democracia
El ambiente festivo del mes de Mayo protagonizado por los partidos políticos legalizados, anunciándose con sus carteles, símbolos y candidatos en los muros y vallas de los pueblos y ciudades, así como la música y banderas que acompañaban los mítines ya fuesen en los parques, teatros o plazas de toros, formaban parte de la escenografía y daban un colorido muy variopinto al momento preelectoral. La movilización de los ciudadanos para asistir a los actos que se programaban fue dispar, y variaba según los primeros espadas que se anunciaban. Los recintos se llenaban en los pueblos pequeños y medianos, pero en las grandes ciudades, todos los partidos movilizaban a sus simpatizantes de las comarcas para acudir a esos espacios mayores, ante la eventualidad de no llenar el aforo. Los días que precedieron a la jornada electoral transcurrieron con bastante normalidad y la participación electoral fue alta con el 80 % del censo electoral. El triunfo de la UCD que obtuvo 6,3 millones de votos (34%), seguido del PSOE con 5,3 millones de votos (29 %) , el PCE con 1,7 millones de votos (9%), Alianza Popular con 1,5 millones de votos (8%) y el Partido Socialista Popular con 0,8 millones de votos (4%.), junto a pequeños partidos de corte nacionalista especialmente en Cataluña y en el País Vasco, ofrecían un parlamento con dos partidos hegemónicos en un conjunto algo fragmentado. De la primera lectura se deducía que UCD superaba con creces en votos y escaños a Alianza Popular dirigida por Fraga Iribarne; asimismo el PSOE se alzaba como la primera fuerza política de la izquierda en votos y escaños, frente al PCE a bastante distancia. Sorprende, que hace más de cuatro décadas, ya se perfilaban dos bloques con resultados muy ajustados e igualados: de una parte 7,8 millones de votos de UCD y AP de centroderecha (42%), y de otra 7,8 millones de votos de PSOE, PCE y PSP de centroizquierda (42%). No obstante, el sistema electoral permitió obtener a UCD formar mayoría parlamentaria con sus 165 diputados y la abstención de grupos minoritarios. La expectación ante la nueva etapa era extraordinaria, con una sociedad dividida en dos mitades, a derecha e izquierda, y con un Gobierno reformista, formado por UCD, cuyo origen franquista, no impidió convencer a la oposición de raíz republicana, de su hoja de ruta, mediante pactos que fortalecieron una relación de confianza mutua. Este fue el punto de partida que explicó el desarrollo de los acontecimientos posteriores y el llamado consenso de la Transición.
Los elegidos el 15 de Junio como Diputados del Congreso, fuimos testigos al constituirse la Cámara a mediados del mes de Julio, de una imagen inédita e histórica, al ver acceder al hemiciclo los distintos grupos políticos con sus dirigentes a la cabeza, y ocupando sus escaños. La llegada de Adolfo Suárez y sus ministros con Manuel Giménez Mellado, Fernando Abril Martorel, Enrique Fuentes Quintana, Rodolfo Martín Villa, entre otros, que se sentaron en la primera fila del hemiciclo despertó gran expectación, como también lo fue la entrada de Felipe González, Alfonso Guerra, Nicolás Redondo y Enrique Mújica, seguidos de quienes formábamos parte del grupo parlamentario socialista. Pero aún más, fue la entrada de los dirigentes del PCE y me llamó la atención que detrás de mí escaño, se sentaron, Santiago Carrillo, Dolores Ibárruri, Gregorio López Raimundo, Jordi Solé Tura, Marcelino Camacho, Ramón Tamames y mi paisano Rafael Alberti. Aún más emotiva fue la imagen de Dolores Ibárruri, vestida de negro, y Rafael Alberti, con su chaqueta celeste y pañuelo de colores, acompañados de un impresionante silencio de los Diputados, acceder lentamente a la tribuna del Congreso para presidir la Mesa de edad, garante de la votación para la elección del presidente, vicepresidente y secretarios de la misma. Dentro del silencio, percibíamos que la irrupción de la Democracia era un viento fresco, símbolo de concordia e integración, que rompía en pedazos la vieja historia de desencuentros y violencia del pasado. En ese mismo hemiciclo, en minoría, ocupaban sus escaños, antiguos ministros de Franco, tales como Manuel Fraga Iribarne, Laureano López Rodó, Licinio de la Fuente, Gregorio López Bravo, Federico Silva Muñoz y Gonzalo Fernández de la Mora, entre otros, cuya representación electoral procedía de los sectores más conservadores del franquismo. De los grupos minoritarios, destacaban Enrique Tierno Galván por el partido Socialista Popular, Jordi Pujol y Miquel Roca por el nacionalismo catalán y Javier Arzallus, por el nacionalismo vasco.
Otro momento histórico, fue el día de la apertura solemne de Las Cortes, cuando el Rey Juan Carlos entró en el salón del Pleno y accedió a la tribuna del Congreso, ante el silencio de los escaños de los grupos políticos de la izquierda y el aplauso de la derecha política. Por el contrario, los aplausos fueron unánimes en todo el hemiciclo tras finalizar el discurso dirigido a Diputados y Senadores, en el que destacó el significado del acto como símbolo del conjunto del pueblo español, invitándonos a construir un sistema democrático para todos, abriendo las puertas de la Democracia y escribiendo una nueva página de la historia. Durante su discurso, que seguí con atención, venía a mi memoria el encuentro de 1968, en el Palacio de la Zarzuela, con aquel joven que nos explicó como entendía el funcionamiento de un sistema democrático en una Monarquía Parlamentaria. Apostó fuerte, ganó la partida a los franquistas inmovilistas y consiguió el apoyo de la oposición. En aquel momento la inmensa de los presentes, nos olvidamos de Juan Carlos el Breve y con el aplauso cerrado se deseó larga vida al Rey, como garante de un camino sin retorno a la Democracia.
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