jueves, 31 de diciembre de 2020

El Balón de Reglamento. Cuento Navideño


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Dentro de la Campaña del Ayuntamiento, para que se pinten dibujos navideños o se cuenten relatos, ha aparecido este cuento, que firma un tal Jorge Sanmartín, que lo hemos considerado de interés por eso reproducimos: 

Antonio Salado Gutiérrez, era un hombre solitario, sin familia, huraño, jamas sonreía, no se relacionaba con nadie, ni hacía ni pedía favores al menos aparentemente. El pueblo implacable con su forma de ser, convirtió su apellido de Salado en su antónimo Soso. Antonio “ El Soso”, así era conocido en el pueblo. Baste un ejemplo , solo saludaba a las personas una vez al día, el resto de veces que se cruzara con alguien que anteriormente lo hubiesen cruzado , sencillamente lo ignoraba.


Tabique con tabique, vivía Enrique Torres junto con su esposa Ángeles y sus hijos Enriquito, Ana y Ángelita. Llegó la Navidad y Enriquito en su carta a los Magos de Oriente, no tuvo otra cosa que pedirles, que un balón de reglamento, así era conocido el balón oficial de la Liga Española de Fútbol de Primera División, en los 50 del siglo pasado.

Un determinado día Ángeles, le comentaba a una vecina el disgusto que no le hacía conciliar el sueño, Enriquito se había empeñado en un balón de reglamento. Primero en el pueblo no había dicho artículo, segundo y mas importante , el precio no estaba al alcance de su familia. Enrique padre era un honrado y modesto trabajador eventual, su jornal cuando lo había era el único sustento para toda la familia. En su charla Ángeles seguía comentando, el pobre se va a llevar una desilusión, cuando vea la canana y los dos pistolas del oeste que tengo apartada en la tienda de Juana la muda ( el apodo le venía porque charlaba, hasta por los codos), que le pagaré cómo y cuándo pueda.

Él Solo oyó perfectamente las alocuciones de la madre de Enriquito y de inmediato trazó un plan para que el joven vecino, tuviese la mañana de Reyes su balón de reglamento.

La mañana del 5 de enero Antonio Salado, se levantó más temprano de la normal encaminándose hasta la Plaza. Después de tomar café, saludar con un fuerte y seco buenos días, se dirigió a Joaquin uno de los dos taxistas de la localidad , Joaquin era un “ metemeloentodo” cotilla por naturaleza o que la profesión se prestaba a ello. Preguntó ¿ tienes viaje hoy para La Linea?, no tengo Antonio fue la respuesta del cochero. Pues vamos para allá, replicó Él Soso.

Nada más montar en el taxi, la pregunta no se hizo esperar. ¿ A qué vas a La Línea, estás enfermo?. A ti eso no te importa, te he alquilado para que me lleves a La Línea. El mensaje fue captado por el preguntón taxista, ya no hubo más conversación entre los dos peculiares personajes.

Salado se dirigió a Almacenes Mérida, en la sección de juguetes y deportes encontró lo que buscaba. Le atendió un dependiente pulcramente vestido, traje chaleco y corbata incólumes. Compró el mejor, el mas caro de cuero auténtico, le pidió que lo envolviese de forma que no pareciese un objeto redondo, no se fiaba para nada de la falta de discreción de Joaquín.

A la siguiente mañana ( 6 de enero), Antonio Salado despertó en plena madrugada y no volvió a conciliar el sueño, a las seis en punto, con sigilo se levantó y se ubicó frente a la puerta de sus vecinos. Propinó dos fuertes golpes en la portada, eso sobresaltó a los moradores ¿ Quién anda ahí?, vociferó Enrique, gamberros es muy temprano para molestar, pensando que se trataba de alguna travesura de jóvenes. Saltó raudo y veloz de la cama, con intención de descubrir a los supuestos gamberros , su esposa mientras tanto le clamaba, Enrique ten cuidado, pueden estar borrachos.

Enrique no vio a nadie por supuesto, pero sí una caja perfectamente envuelta con papeles de regalos muy llamativos. La introdujo en la casa, para entonces ya toda la familia estaba en pie, expectantes y sorprendidos. El cabeza de familia extrajo del interior el balón, cuando Enriquito lo visualizó, con lágrimas en los ojos y fuera de sí, repetía constantemente. Yo sabía que los Reyes no me iban a fallar. Sus padres no salían del asombro, sin sospechar lo más mínimo que su vecino Él Soso, era el verdadero Rey Mago.Jamás se descubrió, quién obsequió el balón a Enriquiito. Por cierto con el paso del tiempo, este terminó jugando en un equipo andaluz de primera división, pero eso ya es otra historia.

JORGE SAN MARTÍN

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