martes, 22 de diciembre de 2020

PLURALISMO IDEOLÓGICO Y CONFLICTIVIDAD EN LA SOCIEDAD ACTUAL (1). Por Jerónimo Sánchez Blanco


La formación histórica del pluralismo ideológico 

En las sociedades modernas,  se entiende por pluralismo el conocimiento y  el reconocimiento  de  la diversidad cultural, social, política, moral y religiosa  de los individuos, personas, grupos y asociaciones  constituidas voluntariamente,  dentro de los límites  de las leyes  aprobadas libremente por los ciudadanos, por procedimientos democráticos  de esa  comunidad política soberana. Así lo recoge  el artículo 1. 1.1  de la Declaración  de Principios  de Tolerancia  de 16 de Noviembre de 1.995  de las Naciones Unidas, al fundamentar  la tolerancia en  “ la rica diversidad de las culturas de nuestro mundo, de nuestras formas  de expresión y medios de  ser humanos   El pluralismo  se puede predicar  de  muy diferentes dimensiones de la vida  de los individuos y de las sociedades, tanto por la diversidad  de lenguas, tradiciones, costumbres y etnias, como  por las ideas políticas, códigos morales y éticos, creencias y doctrinas religiosas, pluralismo que está recogido  e integrado en el acervo cultural  de numerosos países, aunque no en todos, especialmente  tras la Declaración de los Derechos Humanos de  10 de Diciembre de 1.948 y   la Declaración  de Principios  de Tolerancia  de 16 de Noviembre de 1.995, promulgadas por las Naciones Unidas.


        El reconocimiento del pluralismo  social  y la incorporación de la diversidad  como un valor  en si mismo a proteger por los poderes públicos y las leyes,  ha sido  fruto de un largo período  histórico  que  arranca  de los siglos XIII y XIV  con la  fundación  y auge de las ciudades  europeas, del comercio y la creación de las  primeras universidades, en plena  crisis de la sociedad feudal, pluralismo  que  experimentó un fuerte impulso en los  siglos  XVI, XVII y XVIII   y  se consolidó    en la segunda mitad  del siglo XX . En esta etapa, se pueden destacar  los hitos   históricos  más relevantes:

A.- De la libertad de las ciudades medievales  a  la tolerancia religiosa.

        Hasta el siglo XII  predominaron  los valores de la intolerancia,  el no reconocimiento del pluralismo  político, cultural y religioso; la defensa de la  uniformidad y homogeneidad  en las  ideas políticas  y las creencias religiosas, dentro de una misma comunidad política, en el marco de la sociedad feudal. No había lugar para el disenso y la discrepancia frente al poder y las creencias religiosas del   Monarca, Príncipe o señor feudal, entre otras  circunstancias  porque la expansión del Islam en la  Alta Edad Media contribuyó a  crear  una mentalidad de autodefensa  frente a la conquista musulmana. Sin embargo, la vida de las ciudades  medievales  y las  universidades, abrieron espacios  para la libertad personal de profesores, estudiantes y burgueses  o habitantes de los burgos,  acelerando  la caída de la sociedad feudal. El largo camino recorrido por  el pluralismo  nació, de la diversidad de intereses que  se formaron con el   auge de la economía mercantil y monetaria en las ciudades  medievales, y de la mayor autonomía personal que los nuevos actores y protagonistas  fueron adquiriendo durante los siglos  XIII y XIV, con el otorgamiento de cartas  y  determinados beneficios que favorecían   el asentamiento de población en determinados  territorios  fronterizos y para la celebración de ferias, frente a la economía  agraria  feudal  que se sustentaba  de la mano de obra de los siervos  de la gleba y de los campesinos.

        En segundo  lugar  y de manera   muy relevante, surgió el reconocimiento del pluralismo religioso por causa  de la  imperiosa necesidad que tuvo Europa de poner fin a las guerras de  religión, entre los cristianos, durante los siglos XVI y XVII, surgidas  tras la  ruptura de la unidad  religiosa de la Cristiandad, con el advenimiento de la Reforma, protagonizada  por Lutero, Calvino y Enrique VIII, principalmente.  Aunque  la paz  entre las distintas confesiones religiosas, se inició con la Paz de Augsburgo en 1.555, firmada  por el Emperador Carlos V y los Príncipes alemanes, y continuó con el Edicto de Nantes en 1.598 a iniciativa   de Enrique IV de Borbón, en Francia, sin embargo no se consolidó  hasta los inicios del siglo XIX con el auge del liberalismo. Con anterioridad a la paz y tolerancia religiosa, la discriminación y la persecución religiosa de la minoría discrepante, era la norma predominante, de forma  que las distintas confesiones religiosas  luchaban contra   las minorías  contrarias,  cuando eran mayoría. Con   el final de las guerras de religión en Europa  se inició una larga  etapa de  tolerancia  y libertad religiosa, no siempre  reconocida  por  los sectores fundamentalistas de  las distintas confesiones  religiosas, ya fuesen   cristianas  o de mayoría  musulmana en los territorios  que  profesaban  el Islam en sus distintas   corrientes  internas. 

B.- De la monarquía absoluta al liberalismo  político.

        De otra parte, en un  tercer momento, al  reconocimiento paulatino del pluralismo religioso, siguió  progresivamente  el pluralismo político, tras el final de la Guerra de los Treinta Años con la firma del Tratado de Westfalia en 1648,  el triunfo del liberalismo  en la Revolución   Inglesa de 1.688,  la Revolución  Americana de 1.776,  la Revolución  Francesa de 1.789  y las Revoluciones  Liberales  de 1.830 y años sucesivos generalizadas  por toda Europa. El nuevo sistema político  de libertades políticas,  arrastró a su caída  al Antiguo Régimen  encarnado por las Monarquías  absolutas. Las democracias liberales  fueron consolidándose  progresivamente  en el transcurso del siglo XIX, integrando los valores de  la libertad  política y  religiosas,  de la igualdad  de todos los ciudadanos ante la ley, de la fraternidad  entre todos los hombres, la seguridad   de las personas  y la defensa de la propiedad. En el nuevo sistema  político, los  Parlamentos y Asambleas legislativas, fueron abriéndose muy lentamente, al pluralismo de las  ideologías  políticas, integrando a los discrepantes  de la mayoría gubernamental, y aceptando el disenso en la vida parlamentaria  frente  a la uniformidad  y doctrina política única  imperante  en el Antiguo Régimen, en torno a  un núcleo  de valores y principios de amplia aceptación.

        A partir  de finales del siglo XVIII  y durante el XIX,   el liberalismo  transformó la realidad política acuñando  nuevos conceptos   conformando  el nuevo sistema político  liberal  y un nuevo sujeto, la Nación, integrada por los ciudadanos que residen en mismo territorio y en una misma comunidad política, alternativo al Monarca absoluto, en la que reside el poder soberano. El proceso de secularización del poder  arrastró a las Monarquías absolutas,  sustituyendo la legitimidad  del poder de los Reyes,  de origen divino, por una nueva fuente de legitimación del poder: la Nación, de la que emanan todos los poderes del Estado. Así sucedió  con la Revolución Francesa  de 1.789  y las revoluciones liberales  del XIX y  en numerosas Constituciones  vigentes  al día de hoy.

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