La formación histórica del pluralismo ideológico
En las sociedades modernas, se entiende por pluralismo el conocimiento y el reconocimiento de la diversidad cultural, social, política, moral y religiosa de los individuos, personas, grupos y asociaciones constituidas voluntariamente, dentro de los límites de las leyes aprobadas libremente por los ciudadanos, por procedimientos democráticos de esa comunidad política soberana. Así lo recoge el artículo 1. 1.1 de la Declaración de Principios de Tolerancia de 16 de Noviembre de 1.995 de las Naciones Unidas, al fundamentar la tolerancia en “ la rica diversidad de las culturas de nuestro mundo, de nuestras formas de expresión y medios de ser humanos “ El pluralismo se puede predicar de muy diferentes dimensiones de la vida de los individuos y de las sociedades, tanto por la diversidad de lenguas, tradiciones, costumbres y etnias, como por las ideas políticas, códigos morales y éticos, creencias y doctrinas religiosas, pluralismo que está recogido e integrado en el acervo cultural de numerosos países, aunque no en todos, especialmente tras la Declaración de los Derechos Humanos de 10 de Diciembre de 1.948 y la Declaración de Principios de Tolerancia de 16 de Noviembre de 1.995, promulgadas por las Naciones Unidas.
El reconocimiento del pluralismo social y la incorporación de la diversidad como un valor en si mismo a proteger por los poderes públicos y las leyes, ha sido fruto de un largo período histórico que arranca de los siglos XIII y XIV con la fundación y auge de las ciudades europeas, del comercio y la creación de las primeras universidades, en plena crisis de la sociedad feudal, pluralismo que experimentó un fuerte impulso en los siglos XVI, XVII y XVIII y se consolidó en la segunda mitad del siglo XX . En esta etapa, se pueden destacar los hitos históricos más relevantes:
A.- De la libertad de las ciudades medievales a la tolerancia religiosa.
Hasta el siglo XII predominaron los valores de la intolerancia, el no reconocimiento del pluralismo político, cultural y religioso; la defensa de la uniformidad y homogeneidad en las ideas políticas y las creencias religiosas, dentro de una misma comunidad política, en el marco de la sociedad feudal. No había lugar para el disenso y la discrepancia frente al poder y las creencias religiosas del Monarca, Príncipe o señor feudal, entre otras circunstancias porque la expansión del Islam en la Alta Edad Media contribuyó a crear una mentalidad de autodefensa frente a la conquista musulmana. Sin embargo, la vida de las ciudades medievales y las universidades, abrieron espacios para la libertad personal de profesores, estudiantes y burgueses o habitantes de los burgos, acelerando la caída de la sociedad feudal. El largo camino recorrido por el pluralismo nació, de la diversidad de intereses que se formaron con el auge de la economía mercantil y monetaria en las ciudades medievales, y de la mayor autonomía personal que los nuevos actores y protagonistas fueron adquiriendo durante los siglos XIII y XIV, con el otorgamiento de cartas y determinados beneficios que favorecían el asentamiento de población en determinados territorios fronterizos y para la celebración de ferias, frente a la economía agraria feudal que se sustentaba de la mano de obra de los siervos de la gleba y de los campesinos.
En segundo lugar y de manera muy relevante, surgió el reconocimiento del pluralismo religioso por causa de la imperiosa necesidad que tuvo Europa de poner fin a las guerras de religión, entre los cristianos, durante los siglos XVI y XVII, surgidas tras la ruptura de la unidad religiosa de la Cristiandad, con el advenimiento de la Reforma, protagonizada por Lutero, Calvino y Enrique VIII, principalmente. Aunque la paz entre las distintas confesiones religiosas, se inició con la Paz de Augsburgo en 1.555, firmada por el Emperador Carlos V y los Príncipes alemanes, y continuó con el Edicto de Nantes en 1.598 a iniciativa de Enrique IV de Borbón, en Francia, sin embargo no se consolidó hasta los inicios del siglo XIX con el auge del liberalismo. Con anterioridad a la paz y tolerancia religiosa, la discriminación y la persecución religiosa de la minoría discrepante, era la norma predominante, de forma que las distintas confesiones religiosas luchaban contra las minorías contrarias, cuando eran mayoría. Con el final de las guerras de religión en Europa se inició una larga etapa de tolerancia y libertad religiosa, no siempre reconocida por los sectores fundamentalistas de las distintas confesiones religiosas, ya fuesen cristianas o de mayoría musulmana en los territorios que profesaban el Islam en sus distintas corrientes internas.
B.- De la monarquía absoluta al liberalismo político.
De otra parte, en un tercer momento, al reconocimiento paulatino del pluralismo religioso, siguió progresivamente el pluralismo político, tras el final de la Guerra de los Treinta Años con la firma del Tratado de Westfalia en 1648, el triunfo del liberalismo en la Revolución Inglesa de 1.688, la Revolución Americana de 1.776, la Revolución Francesa de 1.789 y las Revoluciones Liberales de 1.830 y años sucesivos generalizadas por toda Europa. El nuevo sistema político de libertades políticas, arrastró a su caída al Antiguo Régimen encarnado por las Monarquías absolutas. Las democracias liberales fueron consolidándose progresivamente en el transcurso del siglo XIX, integrando los valores de la libertad política y religiosas, de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, de la fraternidad entre todos los hombres, la seguridad de las personas y la defensa de la propiedad. En el nuevo sistema político, los Parlamentos y Asambleas legislativas, fueron abriéndose muy lentamente, al pluralismo de las ideologías políticas, integrando a los discrepantes de la mayoría gubernamental, y aceptando el disenso en la vida parlamentaria frente a la uniformidad y doctrina política única imperante en el Antiguo Régimen, en torno a un núcleo de valores y principios de amplia aceptación.
A partir de finales del siglo XVIII y durante el XIX, el liberalismo transformó la realidad política acuñando nuevos conceptos conformando el nuevo sistema político liberal y un nuevo sujeto, la Nación, integrada por los ciudadanos que residen en mismo territorio y en una misma comunidad política, alternativo al Monarca absoluto, en la que reside el poder soberano. El proceso de secularización del poder arrastró a las Monarquías absolutas, sustituyendo la legitimidad del poder de los Reyes, de origen divino, por una nueva fuente de legitimación del poder: la Nación, de la que emanan todos los poderes del Estado. Así sucedió con la Revolución Francesa de 1.789 y las revoluciones liberales del XIX y en numerosas Constituciones vigentes al día de hoy.
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