Recientemente Isa Palma, que regenta la Tienda de Quesada, en la página de Facebook, ha subido como foto de portada la que encabeza este post. En ella observamos a su tía Josefa Quesada Bernal ( q.e.p.d.), en la primitiva Tienda de Quesada.
En honor a esa foto, he querido recordar un escrito que en 2009 a petición de Rosa Estorach, dediqué a esas tiendas de antaño, renombrándolo en el 2018, y hoy por tercera vez reedito.
LAS VIEJAS TIENDAS.-
"Muchos que peinamos canas (es un decir algunos no peinamos porqué simplemente no hay nada que peinar), recordamos con cierta nostalgia a las tiendas, que eran conocidas por el apellido, nombre o alias de su propietario/a. Tienda de Juan y María Vargas, de María Quintero, de Pilar, del Muni, del Gordo, del Aceitero, de Quesada, de Josefa o Quisco Montero, de María Antonia, Siles, la Esteponera, Sinforosa etc.
Las especializadas eran pocas, recuerdo dos la de Andrea Vallecillo, madre de Diego Ocaña Vallecillo, y por supuesto la de más arraigo durante mucho tiempo la de Mariquita la de la tienda, (María Ramírez Becerra), esas dos se dedicaban a tejidos y confecciones, recuerdo no sin añoranza cuando en vísperas de Feria o Navidades acudía con mi madre a la tienda de Mariquita (mujer encantadora donde las hubiera), para surtirme siempre dentro de las posibilidades de ropa para la temporada, por supuesto que existía el pago a plazos, de no ser así era imposible comprar. Hay que resaltar como la tienda de la Esteponera en la calle Una Acera aparte de muchos productos era la panacea para las casamenteras, allí encontraban todo lo necesario para el ajuar.
Era de admirar como en tan reducido espacio dentro del domicilio del propietario en unos pocos metros cuadrados, cabían tantos y tan diferentes productos, como estaba todo perfectamente organizado y la respuesta era casi inmediata.
No solo existía el trato comercial, también estaba el humano, entre el tendero y el cliente se generaba un grado de confianza, de comunicación de charlas contando los problemas diarios, era una relación mucho más directa y menos fría que los grandes comercios o los supermercados actuales, donde la cajera te sonríe pero que ni te conoce, ni puede conocerte.
Fueron igualmente la solución en los años de penurias, donde se compraba a crédito, me acuerdo de esas libretillas donde se anotaban lo fiado una para el tendero y otra para el cliente, muchos tenían que esperar la plantación del arroz o la limpieza del canal para saldar las cuentas pendientes y volver a empezar otro año"
Pacurro.-
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