Fuente: Área Campo Gibraltar
Ucrania lleva casi una veintena de días sufriendo una hecatombe que ha provocado que alrededor de tres millones de sus residentes hayan abandonado sus hogares. El mayor éxodo de la historia de este país que ve cómo sus calles se han convertido en escombros y cómo sus ciudadanos duermen en búnkers e incluso en campos de refugiados improvisados en el territorio vecino (Polonia). Aquellos que con suerte, consiguen huir de la zona. Nosotros, por suerte, contamos con el relato en primera persona de Enrique, un algecireño que ha vivido en su piel la situación que padecen día a día los hombres, mujeres, niños y niñas que desde el pasado 24 de febrero su vida dio un giro catastrófico.
Su aventura surge con las miles de ayudas que el Campo de Gibraltar ha aportado en forma de cadena humanitaria. Y él, que habla inglés, era la persona perfecta y por tanto la escogida para viajar hasta Varsovia, recoger a 47 refugiados ucranianos y traérselos a la comarca, donde les esperaban familias de acogidas.
Yo lo que tenía era un contacto de un antiguo sacerdote que trabajaba en Algeciras y me pasaron un contacto de un familiar suyo que estaba en Varsovia. Teníamos entendido que él tenía una lista de gente para poder organizar el tema de quiénes podían entrar en el autobús, sobre todo por sus documentaciones, que debían estar en regla. A primera hora me fui al campo de refugiados del cual solo sabía la dirección. Cuando llegué allí, solo, sin conocer a nadie, entré y vi que había algunos voluntarios porque llevaban petos amarillos y entonces me fui acercando a algunos de ellos, hasta que di con una mujer que sí hablaba inglés. Me puso en contacto con otro voluntario, me reuní con él, le expliqué qué iba a hacer y qué teníamos para dar. Me recibieron los brazos abiertos».
Lo que Enrique explicó fue que las personas que subieran a ese autobús llegarían a Algeciras (destino final), y se les daría todo tipo de asistencia que necesitasen. Lo primero, los trámites legales para poder obtener la documentación pertinente y luego, se marcharían con las familias voluntarias que los tendrían en acogida durante un tiempo mientras realizaban gestiones como la escolarización de niños, sanidad, orientación laboral, cursos de español, asistencia psicológica (si lo necesitasen), todo de manera gratuita.
Lo primero que me dijeron era que les hacía mucha falta. Cuando llegué y vi el campo me percaté que les faltaba de todo, agua, medicina, mantas, comida. Los voluntarios no daban a basto, estaban a base de donaciones que había de los zonas polacas, e incluso de otros puntos como Alemania». Tal y como explica este algecireño a lo largo del día en el que él estuvo en el campo de refugiados, pudieron llegar hasta doce autobuses que portaban refugiados desde la frontera polaca con el país ucraniano.
Los campos están albergando casi a 10.000 o 15.000 personas, todos repartidos en los diferentes puntos de la ciudad polaca, a los que se les suma aquellos que no saben que están, «allí no tienen censo, va todo con papel y lápiz. Allí se va alguien y no hay una organización que digan ‘vale, se ha ido esta persona'».
¿Cómo decidir las personas que se suben a los autobuses?
Cómo decidir quiénes serán los elegidos que se suben a los autobuses de ayuda. Esa fue una de las principales cuestiones que tuvo Enrique al llegar al campo de refugiados.
La lista de personas que se encuentran en los diferentes puntos de acogida van variando conforme van pasando los días. Quizá las personas que están apuntadas ya no estén en el lugar, y puede que las que sí lo están, su nombre no se ubique en el documento. Por ello los voluntarios proceden de una manera más fácil y rápida: usar la megafonía explicando que hay un autobús que sale del país con X asientos libres y con el destino hacia el que parte.
«Cuando hicieron el anuncio por megafonía se formó una avalancha de gente, contra todo pronóstico porque los voluntarios me advirtieron que quizá no llenaría el autobús debido a que muchas personas no se terminan de fiar. La gente comenzó a apuntarse con un papel y un lápiz y avisó que solo tenía 47 asientos en el autobús, entonces cuando llegó al número 48 cerré la lista. Evidentemente había requisitos, número uno, solo podían ser mujeres y niños, y número dos, que en ningún caso podía haber un niño solo, todos debían ir con un adulto a cargo. Tuvimos una reunión y les expliqué todas las dudas que tenían, que por regla general era la escolarización de los menores».
«La realidad es dramática»
La realidad de la situación según especifica Enrique es totalmente dramática. Los campos están llenos de personas tiradas por los suelos esperando su turno para regresar a casa o para huir de la guerra.
«Ellos estaban en el Centro de Exposiciones de Varsovia, tenían una zona de cocina habilitada y allí les intentaban dar de comer lo que le llegasen. La situación es complicada, tenían una pequeña enfermería, nos dijeron que les faltaban mucha medicina, como paracetamol, ibuprofeno, además de mascarillas, nadie las llevaban».
Enrique ha escuchado historias desgarradoras de los ucranianos que consiguió traer hasta el Campo de Gibraltar, «me contaban que se tiraron hasta tres días escondidos en los metros porque les estaban bombardeando, que tuvieron que salir por las vías del metro hasta llegar a la ciudad, todo esto con niños chicos».
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