PUBLICADO EN BUCEITE.COM
Tiene diez años aunque aparenta siete, un cuerpo menudo sobre dos piernas delgadas, cabello rubio casi blanco que cae lánguidamente sobre sus hombros, unos ojos azules grandes como platos y un gesto de agradecimiento permanente que no llega a disimular del todo un rictus de tristeza, una señal de alerta ante lo imprevisible.
Vivía en un pequeño pueblo a 80 kilómetros, dirección oeste, de Kiev en una casa de adobe, junto a su padre, su hermano y dos hermanas mayores que ella. La madre marchó a Turquía hace más de un año en busca de trabajo pero de la que poco saben. Digo vivía porque ahora se encuentra bajo la custodia de una asistente social en la ciudad rumana de Giurgiulesti, frontera con Ucrania, a la espera de no sabe bien qué. Al menos las tres hermanas están juntas. Su padre y su hermano quedaron atrás para defender su nación de un debelador jefe de Estado que se cree la reencarnación del zar.
Es una de aquellas niñas que se beneficiaban de los acuerdos entre ONGs y el gobierno ucraniano para pasar los veranos en España. En su caso en Valverde del Camino. Aquí descubrió el champú con vitaminas, la sensación de no sentir frío aunque lo hiciese, la inmensidad del mar, bañarse en agua caliente, dormir con pijama en mullida cama, los plátanos y especialmente el pan con Nocilla, un placer nunca imaginado. Y disfrutó, sobre todas las cosas, del cariño, la atención y la seguridad que le ofrecía su familia española. Canta como los ángeles, tímida y precavida, lista e intuitiva, entendía lo básico del idioma español aunque no lo hablaba, quizás por vergüenza, y respondía con una sonrisa y un movimiento afirmativo o negativo de la cabeza.
Mañana, un autobús fletado por el gobierno de España, traerá a Svetlana, sus hermanas y cincuenta niños más, en un viaje de tres días y 4.000 kilómetros cruzando Polonia, Alemania y Francia, hasta Andalucía.
A ella y sus hermanas les espera un hogar de acogida ya conocido. No sabemos si por un tiempo o para siempre. Posiblemente para siempre. Del resto de la expedición el Destino, o el Compromiso Solidario, dirán.
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