Antonina Pons, una mallorquina afincada en Tesorillo, llegó siendo muy niña en 1929, cuando Juan March, compró a Los Larios la Sociedad Industrial y Agrícola del Guadiaro. No solo llegaron administradores y contables de esa bonita Isla, sino también, maniseros, capataces y agricultores rasos, su padre pertenecía a esa categoría laboral. En 1945, March, parceló y vendió a pequeños agricultores, uno de los compradores fue el padre de Antonina, así que ya para el resto de sus días, quedó en Tesorillo, nunca llegó a perder del todo el acento mallorquín, aunque mezclado con el andaluz, de esa fusión resultó una manera de hablar muy peculiar, agradable de oír
Antonina contrajo matrimonio con Pedro Quirós, casareño de nacimiento, uno de tantos que llegaron a Tesorillo buscando una vida mejor, solo tuvieron una hija, la cual les regaló con dos hermosos nietos, chica y chico. Enviudó muy pronto, por lo tanto vivía sola, era vecina , del matrimonio compuesto por Juan Lopez y Estefania Rubio, padre de dos varones mayores y una chica, que vino sin esperarla, pero que se convirtió en la reina de la casa, mimada por sus padres y hermanos mayores. Los López-Rubio, eran en Tesorillo su única familia, ya que su hija por razones laborables, se asentó en Cataluña.
1954, daba su últimos coletazos, la Navidad estaba cerca, Antonina una mañana fría de diciembre se trasladó hasta la Caja de Ahorros y allí pidió en ventanilla, MIL pesetas, las cuales se la entregaron en un único billete, que en su anverso llevaba impreso la figura de Luis Vives. Tomó el billete y lo introdujo en el bolsillo del abrigo, esas cantidad estaba destinada para los regalos de Reyes de sus dos nietos .
Al llegar a casa, Antonina introdujo la mano en el bolsillo y descubrió que no había ni rastro del billete , se despojó del abrigo y realizó la maniobra diez o quince veces, saco hacia afuera el forro del bolsillo, hizo lo propio con el otro bolsillo y nada, el billete había desaparecido, un escalofrío invadió su cuerpo, un sudor frio emanó de su frente, no podía ser, era imposible o casi, que el billete hubiese desaparecido, recorrió el camino inverso hasta la Caja de Ahorros y para no darle tres cuartos al pregonero, disimuló para que nadie se percatase de su desgracia.
Pronto su vecina Estefania, notó el nerviosismo y la zozobra de Antonina, está le confesó la desgracia, entre lágrimas, repetía, este año, no podré comprar reyes para mis niños. Estefania ideo un plan y lo consultó con su esposo. Dirían que Juan, se había encontrado el billete en la puerta de casa, que para evitar, la picaresca, que alguien demandara la propiedad del billete, siendo una burda mentira, decidió callar. Al aparecer el billete supuestamente encontrado, se lo devolverían a su vecina. Eso conllevaba, que el presupuesto para Navidad y Reyes de la familia, se vería seriamente afectado, que si ya estaba la economía familiar apretada, ahora sencillamente estaría casi en coma, no obstante el esfuerzo merecía la pena, su vecina Antonina, se merecía eso y más. Cuando le devolvieron el billete a Antonina, está lloró de alegría, se abrazo a Estefania emocionada, sin poder articular palabra.
La noche del 23 de diciembre, Antonina se despertó de madrugada y algo extraño una fuerza superior le indujo a que volviera a revisar el abrigo, ahora con mas detenimiento, con mas calma, examinándolo, comprobó como el bolsillo tenía un ligero descosido, tomó unas tijeras e hizo mas grande el descosido, allí estaba el billete de mil pesetas, no lo había perdido. Dos lágrimas resbalaron por su rostro, dando gracias a Dios, por el hallazgo y por tener los mejores vecinos del mundo.
Sin premura , preparó un pastel originario de Mallorca, cuya receta era transmitida de madres a hijas, en medio del pastel introdujo un sobre, con el billete y una nota que decía los siguiente:
" Sois los mejores vecinos del mundo, nunca olvidaré esto que habéis hecho por mí. Dios os bendiga"
Después de la cena de Navidad, los López-Rubio, partieron el pastel, descubrieron en su interior el sobre, el resto se lo pueden imaginar
Jorge Sanmartín
Exquisito, sensible, humano, ejemplarizante.
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