Como prólogo entrañable a las solemnes procesiones del Viernes Santo en Tesorillo, la mañana se llenó de ternura con la celebración de una tradición que ya se ha hecho imprescindible: las procesiones infantiles.
Pequeñas réplicas de nuestros venerados titulares, el Cristo de la Buena Muerte y Nuestra Señora de los Dolores, recorrieron las calles en forma de delicados pasos en miniatura, portados con orgullo y devoción por niñas y niños de nuestro pueblo.
Durante este acto tan simpático como conmovedor, hubo un momento especialmente emotivo: cuando un joven costalero, con voz firme y corazón en la garganta, exclamó:
"¡Esta levantá va dedicada a quien fue nuestro saetero, Miguel Solís!"
Con ese gesto, se rindió homenaje a quien tanto cantó su fe con alma y entrega.
Padres, abuelos, familiares y vecinos acompañaron el cortejo con una mezcla de emoción y ternura, embelesados ante una escena que, más allá de su sencillez, encierra el alma misma de nuestra Semana Santa.
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