Es fundamental que los ancianos se mantengan en su entorno, con su gente, aunque estén en malas condiciones de salud, pero estamos muy lejos de conseguir eso, porque en el mundo actual las políticas de atención a las personas mayores se limitan a llevar de viaje a Benidorm a «los viejos más jóvenes y saludables» y poco más. El asunto es otro, y las administraciones se pasan la pelota, mientras proliferan residencias privadas con precios prohibitivos, con lo que los menos pudientes quedan al albur de las residencias públicas en una cola de años y un laberinto de burocracia, o en privadas que rozan el horror de una novela de Dickens.
Sin esas generaciones, España, no sería la misma. Aparte de los afectos familiares que tendrá cada uno, nuestros mayores merecen el mayor de los respetos, hombres y mujeres, pues entonces las mujeres fueron las que mantuvieron en gran medida la agricultura y la ganadería, porque los varones estaban en la construcción, o se habían ido a emigrar .Y hoy la vejez es tratada casi con desprecio por la sociedad en general.
Insultan nuestra inteligencia porque aquí se ha impuesto el sistema americano en el que todo tiene que ser negocio: hospitales, escuelas, cementerios, residencias de ancianos; hasta las cárceles se están privatizando. Y eso es lo que tenemos que cambiar.
El mayor homenaje que podemos hacerle a las generaciones que nos precedieron es respetarlos y cuidarlos. Cada vez que recuerdo las muertes en soledad y abandono en las residencias durante la primera ola del covid, me pregunto cómo una sociedad supuestamente democrática no ha encausado a los responsables. Pero no pasa nada y sobre eso sigue circulando una cómplice cortina de humo.
Lo más curioso, es que la gente parece olvidarse de que el tiempo pasa para todos, y el futuro solo tiene dos caminos: la muerte o la ancianidad. Todos envejecemos cada minuto que pasa, y es que parece que el ser humano ha perdido conciencia de su pequeñez y durabilidad.
Patricio González
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