viernes, 18 de abril de 2025

Otro Viernes Santo: Salvador Delgado Moya

 

 


Portas tus preguntas sin respuestas, escuchando la campana muda en un eco de silencio que te recorre el alma...

Que alguien le implore a esta imagen, y que le confiese que la fuerza la está haciendo el corazón y que lo está lubricando las lágrimas que le regalo...
Mi piel está en carne viva, atravesada por cornetas y tambores, y que por muy fría y oscura que sea la noche, estoy sudando por llevar en mi costal promesas encandiladas de orgullo...
Penitencia sería mi vida si algún día no pudiera someterme entre tus varales...
Mecidos al son de peticiones secretas, lacradas con voluntarios dependientes de una pasión irracional...
Dejadme que este Viernes Santo se me nuble la mirada al verte, dejadme que tenga escalofríos cuando te recuerde, dejadme que enloquezca sobre palio y dejadme que suspire cuando digan " ¡al cielo con ella!"...
¿Cómo te lo explico?, si las lágrimas no me dejan. ¿ Cómo te digo que es el amor verdadero de mi alma? ¿Cómo te demuestro que cuando me arrodillo estoy más cerca del cielo? ...
Y demuéstrame que bajo tu manto existe la verdad que siempre he ido buscando entre mundos agnósticos, el condicionante de este sentimiento y la cordura de eso que le llaman vida...
Sólo una noche, sólo esta noche, es la tuya y la mía, donde nos encontramos cara a cara, para demostrarte que la fuerza de mi incredulidad fue fulminada desde que te miré a los ojos...
Ya me recorre el incienso por las venas y la cera entumece mis huesos, mi hombro voluntario accede a portar tu tronío, la banda truena bajo las estrellas, tu magnificencia embruja la noche, y yo, sin poderlo remediar, soy el ser más dichoso del universo...
¡Que se abran las puertas del templo que hay que sacar y venerar a la reina de los cielos!
¡Que se oigan vítores, saetas y suspiros guardados en el alma!
Y que en esta noche fría y oscura se haga la luz en las almas de peticiones cargadas de pureza y resignación. 
Algún día, señora mía, me mirarás y me arrebataras mi ser , mientras tanto, déjame acompañarte por tus cielos de pasión, de poder, de cordura, de sensatez y de pureza...
Y dime Señora Mía, ¿por qué estoy llorando sin consuelo? ¿por qué soy feliz dentro de tu retina? ¿por qué deliro cuando pronuncio tu nombre?...
Y flores que dan color a los grises, que en ocasiones subrogan mis atisbos de esperanza...
¡Bendito Viernes Santo !
¡Bendita tú eres, madre de la humanidad !
¡Bendita tu magia, tu pueblo y tu gente !
Ahora, si miras al cielo, verás las estrellas llorar de felicidad...
¡El clamor y la pasión es de toda una hermandad !
Gente abrumada y regocijada en el aura de tu humildad...
Y entre capirotes, varales, costales, sentimientos y esencia, tengo que seguir amándote, simplemente, por necesidad...

Fdo. Salvador D.M.
 
Les ofrecemos una versión en vídeo 
 
 
 



 

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