Salvador Delgado, poco a poco, se está haciendo un habitual del Programa de Feria. Este año su colaboración a la que ha titulado, " La Hoz del Pasado", va dedicada a aquellos esforzados plantadores de arroz, que con el paso del tiempo se van olvidando. Él los ha rescatado desde el olvido, con su peculiar y brillante estilo
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Lo mejor del pasado es el atesoramiento en la retina y en la memoria de los momentos, de las vivencias, de la época, y del lugar y el momento.
Quisiera, ya que tengo la oportunidad, de dedicar este pequeño relato a un conjunto de gente que presentaron sus escasas credenciales para afiliarse al campo. Con necesidades; con analfabetismo generalizado; sin ningún máster para preambular sus exiguos conocimientos para el sufrimiento.
Fueron hombres que se levantaban cuando el mundo todavía dormía, encomendados a un Dios en el que ahogaban sus penas en forma de aguardiente, que les calmaba el devenir de la jornada. Copa tras copa, para calentar las extremidades entumecidas del día anterior.
Hoz en mano, sombrero de paja, pantalón remangado y la cintura…la cintura elegida, como cada día, para demostrar la inquina del sufrimiento…
Y agua, mucha agua, para plantar el necesario Arroz. Necesario y esperanzador. Jornales que sabían a miel para alimentar a una familia esperanzada que les convalidaban con chusco de pan en el colmado de turno.
Pieles curtidas y ojos hundidos, manos agrietadas por haber estado malditos con la pluma y la tinta, y penurias por castigo.
En estas tierras, existió una generación que liberaban de su alma gavillas de ilusiones, de lluvia de grano y de sol de paja, de mieses esperanzadoras, de inviernos de lagunas y veranos de hoz.
Y gracias a ellos, el pueblo seguía comiendo, con escasez de primero, resignación de segundo e ilusión como postre. Eso sí, no le quitéis esa copa de coñac, de aguardiente, de vino, porque, aunque no lo creáis, era el ibuprofeno de la época…
Ahora es feria, la querida feria del pueblo. Icono del jolgorio y del disfrute. Muchos iremos con nuestras mejores galas, con trajes de ilusión y dinero para gastar. Niños y mayores pasarán unas jornadas idílicas e irrepetibles.
Pero recuerden una cosa, cuando estén bailando, cuando estén bebiendo, cuando estén riendo, piensen que el lugar que están pisando, quizás, sólo quizás, y no hace mucho tiempo, fue regado con mucho sudor y con muchas lágrimas por arroceros, héroes de una época que fueron imprescindibles para disfrutar de una felicidad que en parte nos regalaron y que quizás ellos echaron de menos…
Brindad por ellos y dadles las gracias por el coraje, por la dedicación, por el esfuerzo y por la entrega de una generación única, especial e irrepetible.
Fdo. Salvador Delgado Moya
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