viernes, 15 de agosto de 2025

Cuando ir a La Línea, era una aventura

Hoy, las distancias parecen haberse borrado del mapa. Los jóvenes se mueven de un lado a otro con una soltura que, para quienes ya peinamos canas, no deja de ser admirable. Padres que envían a sus hijos a estudiar a Estados Unidos, mochilas que cruzan océanos… y todo con una naturalidad que, hace no tanto, habría parecido cosa de ciencia ficción.

Pero si cerramos los ojos y viajamos en el tiempo hasta los años 60 —o incluso antes—, descubrimos otro mundo. Ir a La Línea era casi una odisea. Tocaba madrugar para esperar aquel autobús de línea (¡y qué autobús!) que venía desde los pueblos de la serranía de Ronda  . Dos horas para recorrer poco más de 30 kilómetros, y vuelta por la tarde, con el cansancio en los huesos pero también con la alegría de haber “salido”.Otra solución, reservar con días de antelación un asiento en los taxis del pueblo, porque había hasta lista de espera

Por eso, cuando la parroquia o algún particular organizaba una excursión a un pueblo cercano, aquello no era un simple paseo: era un acontecimiento en toda regla. La ilusión comenzaba días antes y se alargaba mucho después, en las conversaciones 

En la imagen que encabeza estas líneas, vemos a dos tesorilleras, Mari Luz González Cerralbo y Mari Cobalea Collado, a lomos de un pollino, portando el cabestro , Antonio Martín Cerralbo . Al fondo, el autobús alquilado para la ocasión. Si la memoria no nos engaña, el destino fue el Santuario de Nuestra Señora de la Luz en Tarifa. Un día especial que, como tantos otros, quedó guardado en la memoria de algunos 

Y es que la vida ha cambiado a una velocidad asombrosa en tan pocos años… y lo que aún nos queda por ver, con el permiso de los señores Trump y Putin

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