domingo, 19 de octubre de 2025

Ocurrió en Tesorillo: José Pezuña Maniqueta, un hombre afortunado que nunca existió


 

Hay historias que, por más que pasen los años, siguen provocando carcajadas cada vez que se cuentan en una reunión de amigos. Esta ocurrió hace más de treinta años, cuando un grupo de vecinos de Tesorillo decidió poner rumbo a un gran centro comercial para hacer las compras navideñas. Ya se sabe: turrones, botellas de anís, algún regalo de compromiso y, si sobraban unas pesetas, una colonia “de las buenas”.

Por aquel entonces, la tienda en cuestión estaba de promoción. Según el importe de la compra, te daban unos boletos para rellenar con tu nombre y dirección. Luego se metían en unas urnas, y al cabo de unos días se sorteaba un lote de regalos: electrodomésticos, menaje de cocina y otras delicias domésticas.

Nuestro protagonista —hombre incrédulo por naturaleza y más seco que un esparto— se negó en redondo a participar. “Eso está más amañado que el bingo de la feria”, decía entre risas. Pero sus amigos insistieron: “¡Anda, hombre, rellena aunque sea uno, que nunca se sabe!”

Y ahí vino el momento de gloria. En señal de protesta, y para reírse del invento, escribió con toda la guasa del mundo: “José Pezuña Maniqueta”., un nombre que sacaba a relucir de vez en cuando, ampliando su filiación con - hijo de Armando Bronca Segura y Dolores Conejo Negro.  Eso sí, la dirección la puso correcta, seguro que su papeleta no iba a ser a la agraciada entre muchas miles 

Pasaron los días. Llegó la Navidad, se acabó el anís, y nadie volvió a hablar del tema. Hasta que un buen día, el destino —que tiene un sentido del humor más fino que el nuestro— decidió dar un golpe de efecto: una furgoneta cargada de regalos apareció en la dirección indicada.

Allí estaban los vecinos mirando cómo el conductor, con cara de funcionario del sorteo, preguntaba:
—¿Aquí vive don José Pezuña Maniqueta?

Imaginen  la escena. Los padres del supuesto afortunado, no daban crédito, muy honestamente comunicaron a los mensajeros, que la dirección era la correcta, pero que José Pezuña Maniqueta no residía allí y que no tenían ni idea quién era esa persona. 

Al no encontrar al agraciado, los repartidores hicieron lo único que podían hacer: cargar de nuevo todos los regalos en la furgoneta y marcharse, dejando en el aire la duda de qué hubiera pasado si el bromista hubiera escrito su verdadero nombre. Al protagonista de esta historieta, le cayó la del pulpo por parte de sus padres, cuando se supo toda la verdad 

La guasa entre sus amigos, se la pueden imaginar, todavía más de tres décadas después se lo siguen recordando 

Moraleja: nunca tientes al destino… porque a veces tiene memoria y un sentido del humor que no perdona.

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