Hemos leído en el perfil de don Patricio González García, el siguiente artículo. Considerándolo de mucho interés lo reproducimos. A la vez que felicitamos a su autor, por tan excelente relato
Es la traición de la memoria de los emigrantes que levantaron aquella tierra como mano de obra barata y que ahora, cincuenta años después, traicionan su recuerdo y se comportan como aquellos burgueses que un día los llamaron "charnegos”. Son hijos y nietos de emigrantes andaluces, que llegaron en los últimos años del franquismo en oleadas hasta Cataluña, huyendo de la hambruna a la que el franquismo había condenado a Andalucía. Había que comer y en muchos pueblos de Andalucía, aun después de la crueldad de la posguerra, no había ni un mendrugo de pan.
Ocho o diez bocas que alimentar en un cortijo en el que solo cabía la esperanza de la limosna. Cerca de un millón de andaluces emigró a Cataluña, entre las décadas de 1950 y 1960. Tan dura llegó a ser al principio, que cuando se hacían redadas en las chabolas en las que se instalaban para vivir se les mandaba a un ‘pabellón de clasificación de indigentes’ en el que se les retenía y se les trataba como animales, con duchas desinfectantes y raciones mínimas de comida y agua, hasta que el gobernador civil de turno decretaba su expulsión, con el aplauso de la prensa y la sociedad burguesa catalana.
Esa es la historia real y debería servir para ser recordada, para aprender de los errores, para condenar la explotación, para rechazar las injusticias, para exigir igualdad. Nunca para mirar hacia atrás con ira porque el único sentimiento que tendría que nacer de un pasado tan duro es el orgullo de haberlo superado. No ocurre así y esa es la memoria traicionada cuando en Cataluña se oye hablar a hijos y nietos de los emigrantes andaluces, de aquellos charnegos de las chabolas, y en vez de reivindicar sus raíces, hablan con desprecio de su tierra.
Esquerra Republicana ha elegido portavoz a un tipo como Gabriel Rufián, porque el origen andaluz de su familia, su fe de converso, sus deseos de agradar y de ser acogido por aquellos que despreciaban su origen, lo hacen más agresivo que cualquier otro con "ocho apellidos catalanes". Sus apellidos y sus raíces son una familia de ocho hermanos que malvivía en Bobadilla. Si Rufián se ha hecho famoso en el Congreso, ha sido porque habla “con asco y con odio”, como él mismo dice “Soy charnego e independentista, he aquí vuestra derrota y nuestra victoria”, como dijo en uno de sus primeros discursos.
O el alcalde de Blanes, Miquel Lupiáñez, que tuvo sus quince minutos de gloria hace unos días cuando, en Onda Cero, dijo aquello de que la diferencia entre Cataluña y el resto de España era como la de Dinamarca con el Magreb.
Miquel Lupiáñez Zapata nació como José Miguel Lupiáñez Zapata en la Alpujarra de Granada. Con ocho años, en 1969, los padres del hoy alcalde de Blanes emigraron a Cataluña porque no podían vivir, no podían alimentarle en una Alpujarra olvidada, subdesarrollada y abandonada a su suerte en aquellos tiempos. ¿Cómo puede culparse al pobre de su pobreza?. Hoy las condiciones de vida de la Alpujarra han cambiado radicalmente gracias al desarrollo y las inversiones que han llegado con la democracia. Sin embargo, el alcalde de Blanes no solo mantiene en su mente la imagen de pobreza de cuando emigraron sus padres sino que, además, culpa a su tierra del abandono.
Igual que existe el ‘síndrome de Estocolmo’, también existe el ‘síndrome del charnego’.
Respeto absoluto a toda ideología que acate los principios básicos que recogen la Constitución y desprecio absoluto a quien tuerce y pervierte la memoria de su pueblo. Estos no son conversos, estos son traidores.
Algeciras a 10 de julio de 2017
Patricio González
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