Publicamos el primero de los relatos aparecidos en la Revista de Feria 2019, original de Salvador Delgado Moya, un escritor muy conocido en Tesorillo y alrededores.
Tenemos que lamentar y bastante, la mala edición del escrito en la revista, ya que algunas frases están inacabadas, desluciendo así un gran trabajo literario, como nos tiene acostumbrado el bueno de Salvador, cada vez que escribe algo.
Todo sería disculpable porque como decía el inolvidable Chiquito una mala tarde la tiene cualquiera, pero llueve sobre mojado, ya son varios años que ocurren fallos como este. Que sirva como ejemplo y para futuras ediciones de la revista de Feria, a quien corresponda tenga un poco más de celo y no se estropeen trabajos como el que a continuación reproducimos.
MOLINOS
Y subiendo para “la
cólera” el hidalgo Don Quijote, tiró de riendas y paró en seco a su querida
Rocinante.
-¡Mira, querido Sancho
Panza! Mira cuántos gigantes me están desafiando.
-¿Qué gigantes? - dijo
Sancho Panza.
–Aquellos
que allí ves –respondió su amo– de los brazos largos, que los suelen tener
algunos de casi dos leguas.
–Mire
vuestra merced –respondió Sancho– que aquellos que allí se parecen no son
gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las
aspas, que, volteadas del viento, los hacen girar.
–Bien
parece –respondió don Quijote– que no estás cursado en esto de las aventuras:
ellos son gigantes; y si tienes miedo, quítate de ahí, y ponte en oración en el
espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.
Y diciendo esto, dio de espuelas a su caballo
Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba,
advirtiéndole que, sin duda alguna, eran molinos de viento, y no gigantes,
aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que
ni oía las voces de su escudero Sancho y del tremendo trompazo casi llega a “Malaspasá”.
Suerte
la de ellos , que las voces pidiendo ayuda del escudero Sancho Panza, llamaron
la atención de un grupo de caballistas, que ataviados en perfecta consonancia
con sus equinos, transportaron al
malherido al poblado más cercano,
San
Martín le llaman al lugar. Tesorillo de apellido. De linaje de alta alcurnia. Rico
en todo, sobro todo en gentes. Ambicioso con
su futuro.
Hicieron
un alto en el camino, para dar de beber al convaleciente en un lugar que
llamaban la” Fuente del Rempujo”, que
misteriosamente calmó algo las dolencias de tan tremendo testarazo. Pero sin
pausa, acometieron el viaje para llegar al centro de salud de la localidad. En
el interior aguardaba a su merced, ataviado de blanco, un caballero sin caballo, que atendía al nombre de doctor
Gil, que presto recetó un volante para que acudieran al Hospital de La Línea.
Nuestro
caballero entreabrió los ojos, y dijo:
-¡Por
Dios! Nunca había visto doncella tan
bella, seguro que su nombre es Dulcinea...
-¡No,
mi señor! Es la celadora, la que da las citas a toda la gente del poblado. Por cierto, no sé yo si aquí tendrá
validez la tarjeta sanitaria de Castilla-La Mancha.
Aprovechando
el descuido del personal, se colocó con la ayuda de su escudero,la pesada
armadura para descubrir todo ese entorno
que le abrumaba.
-¿Qué
es ese ruido? ¿De dónde viene? Dijo el hidalgo Don Quijote.
-Mi
señor, lo que su merced escucha es “Compás Flamenco” que está actuando en la
posada del “Manaca”.
-¿Y
toda esta algarabía?
-Son
las gentes que desbocadas beben un vino peculiar, llamado “rebujito”.
-Pues
bebamos con todas estas gentes, y demostremos cuál hombre bebe vino y no ese
agua embarrada.
Tras
una tarde de saludos, brindis y bailes les cogió la noche y al salir de aquel
flemático evento, las luces aturdieron sus ojos y desenvainando su espada,
maldecía aquellas luces...
-¡No
se altere, mi señor! ¡Eso que usted cree que son molinos, no lo son! Eso en
verdad, son las atracciones de la feria de Tesorillo, porque están en
fiestas y le pido a su merced que abra
bien los ojos y descubra el espectáculo, porque este momento, si que merece la
pena vivirlo...
-¡Vamos
Rocinante! Ni el Toboso,ni todas las leguas que cabalguemos, ni por muchos molinos que se nos encaren,
nunca serán iguales que en este bendito
lugar...
SALVADOR
DELGADO MOYA
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