Habrá tesorilleros que quieran a su pueblo igual que Miguel Solís Domínguez, pero más imposible. Miguel que por razones laborables ha vivido muchos años fuera, nunca, nunca dejó de acudir a su pueblo en cuanto la ocasión se lo permitía. El Viernes Santo su presencia era inexcusable y por añadido sus saetas a la Virgen de los Dolores y al Cristo de la Buena Muerte.
Una persona enamorada del cante flamenco que no se corta en cantar, donde y cuando puede, jovial y muy alegre.
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