Dentro de la serie Quizás un día y coincidiendo con la Festividad de San Valentin. Traemos este relato de nuestra buena amiga y colaboradora, Rosa Estorach:
Por fin salí a la calle después de una fastidiosa gripe que me ha dejado escuálida. Respiré profundo como si quisiera oxigenar mis pulmones y encaminé mis pasos hacia el puesto de periódicos que apenas dejaba ver la prensa, el kiosco estaba invadido por regalos de San Valentín, puro romanticismo por doquier.
Aparté con cierto desagrado las cajas con vistosas lazadas rojas que tapaban los periódicos, el kiosquero al percatarse de mi mal humor se me acercó muy alegre y dijo: - Vamos, sonríe, hoy es catorce de Febrero, San Valentín ¿no te dice nada este día? – Tuve que tragarme su sarcástica carcajada, le miré y no tuve más remedio que sonreír, luego se agachó hasta la caja que tenía en el suelo para erguirse al instante portando una orquídea que puso en mis manos, no supe que decir ni tampoco hizo falta, él selló mis labios con su dedo índice.
Me disponía amarcharme cuando me detuvo para hacerme una proposición, no comencemos ya a imaginar cosas raras ¿eh? lo único que me propuso es que colaborase para organizar una mini fiesta como regalo a una pareja muy querida en el barrio.
Doña Gaspara, clienta asidua y muy buena persona que goza del respeto y admiración de todo el vecindario, así que nos pusimos manos a la obra y preparamos una magnífica fiesta que jamás olvidaré, porque es difícil olvidar las lágrimas de agradecimiento, nostalgia, amor y tristeza… todo mezclado como si de un cóctel tratase.
Sus ojos eran como dos libros en los que se podía leer la historia de dos seres marcados por el sufrimiento. Habían tenido dos hijos a los que les dieron una existencia cargada de placeres hasta que se hicieron hombres y formaron sus respectivos hogares, de eso ha pasado casi toda una vida. No les llaman, no les visitan, no les escriben, ni siquiera una felicitación de Navidad… solo saben de ellos lo que todos rumorean: “Ambos gozan de buena posición social y económica”.
Hoy, junto a su amor, ese amor que la ha visto envejecer y aún así la mira con la misma adoración que le profesaba cuando la conoció… con ese amor que le tiende su brazo para que ella se apoye… ese amor que cada noche la mima y le deposita un beso de buenas noches en la frente… hoy, junto a ese amor imaginaba que sus hijos atravesaban la puerta para abrazarlos… pero llegó la hora de retirarnos y ella quedó allí inmóvil, en la salida dando las gracias a todos y con el pensamiento puesto en el futuro musitó: - ¿Quién sabe? Quizás un día…
No hay comentarios:
Publicar un comentario