Querido amiguito, no sé tu nombre, eso no importa, pero sé tu edad: CINCO añitos. Cuando apenas conoces y pronuncias un centenar de palabras en catalán, las de ODIO Y CRUELDAD han llegado a tus oídos y hasta tu corazón. Con esa edad solo deberías percibir del mundo que te rodea: amor, caricias, risas y besos. Me cuesta aceptar que todos los que hablan ese idioma cobijen en su alma estos dos sentimientos; en Cataluña debe haber y hay gente de buenos sentimientos, de conducta noble, de moral cristiana a quienes debe horrorizar agredir la inocencia y el candor de un ángel. Me cuesta ver ese ODIO en los corazones de padres y sobre todo en otras madres que piden para ti, solo por querer aprender español, lo que jamás querrían para sus hijos. La naturaleza debiera privarlas de la condición de poder ser madre y desposeerlas de gozar de la ternura de un hijo en sus primeros años de vida. Están incapacitadas para sentir y darles amor. Su corazón es insensible a las risas, a las lágrimas y a las tiernas miradas de un niño; su corazón es de piedra envuelto en un fascismo nacionalista. No puedo evitar que me emocione la valentía de esos padres que piden apedrear tu casa, corren el mismo riesgo y peligro que apedrear un nido de golondrinas. Cuan desalmados tales padres, tales madres, tales abuelos, tales abuelas que babeando de furia, que emponzoñada de ira su mirada, que desprovistos de los atributos de humanidad de la gente decente, son capaces de asomarse a los ojos inocentes y desvalidos de los CINCO años sin sentir los escalofríos de su maldad identitaria. ¿Son esos abuelos los mismos que abrazan con ternura a sus nietos, los mismos que agarran sus manitas y los llevan al colegio? Esta jauría de madres y abuelas catalanas envenenadas por un separatismo nazi está más cerca de las hienas que de las gacelas. Mañana, tú, mi amiguito serás un buen hombre, mejor y más noble que esos otros compañeros de clase que duermen arrebujados por el odio y la maldad de sus madres. Tú dormirás abrazado a tu oso de peluche, arropado por el amor de tu madre y cuando despiertes encontrarás bajo la almohada los besos y caricias de millones de niños de todo el mundo.
Quiero que sepas que hay dos cosas en el mundo que me superan: la ternura en los ojos de un niño y la tristeza en la mirada de un perro abandonado.
Quédate para siempre con los besos y caricias de este amigo y abuelo.
Juan Miguel
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