Pacurro.-
La Casita de Campo: Historia y Emoción
En San Martín del Tesorillo, no existe ningún edificio, que haya sido tan emblemático y tan profundamente ligado a nuestra identidad colectiva como la Casita de Campo. Este lugar, que desde 1882 se alza imponente en el corazón de nuestro pueblo, no solo ha sido testigo de nuestra historia, sino también guardián de nuestros sueños y emociones. Ahora, en el umbral de una nueva etapa como sede del Ayuntamiento, siento la necesidad de abrir mi corazón y compartir cómo este edificio ha marcado mi vida, desde mi infancia hasta hoy, cuando miro hacia atrás con casi setenta años de recuerdos.
Infancia: Magia y Misterio
Cuando era niño, la Casita de Campo era mucho más que un edificio; era un castillo de ensueño que dominaba mi imaginación. Su presencia imponente me llenaba de una mezcla de admiración y temor. Recuerdo cómo los mayores nos contaban que, al caer la noche, un fantasma recorría sus pasillos y que en sus jardines, que parecían no tener fin, habitaba una serpiente gigantesca, capaz de devorar a un niño. Estas historias, contadas al calor de las noches, llenaban mi corazón de una emoción indescriptible, entre el miedo y la fascinación. En mis ojos de niño, la Casita de Campo no era solo una construcción; era un mundo de magia y misterio que encendía mi fantasía.
Además, siempre me llenó de orgullo saber que mi abuelo, en los años dorados de este emblemático edificio, prestó sus servicios como cocinero. Saber que formó parte de su historia, que sus manos contribuyeron a crear momentos memorables en sus salones, me hacía sentir una conexión especial con la Casita de Campo.
Juventud: Un Faro que iluminó el buen camino
En los años 70, la Casita de Campo vivió una transformación que también transformó a mi generación. Convertida en el Plantel de Extensión Agraria, se convirtió en un lugar de encuentro, aprendizaje y esperanza. Aquellos muros que habían sido testigos de juegos infantiles ahora eran el escenario de sueños juveniles. Fue allí donde muchos de nosotros descubrimos el valor del esfuerzo, la importancia del conocimiento el poder de la comunidad, de paso descubrimos los primeros besos de amor, besos cargados de inocencia, inenarrables e inolvidables . La Casita de Campo se convirtió en un faro que iluminó nuestro camino en un momento de nuestras vidas en que buscábamos nuestro lugar en el mundo.
![]() |
Exposición de labores del Plantel, años 70, Casita de Campo |
Madurez: Dolor y Lucha
En los 80, la Casita de Campo comenzó a mostrar las cicatrices del tiempo y del abandono. Su deterioro me provocaba un profundo dolor, como si algo de mí también se estuviera desmoronando. No podía quedarme callado, y junto a otros vecinos levantamos la voz para alertar sobre su estado. Verla "contra las cuerdas", al borde del colapso, era como ver a un ser querido en peligro. Cada grieta en sus muros era un recordatorio de cómo la desidia puede borrar lo que amamos. Pero también aprendí que el amor por nuestro patrimonio puede mover montañas. Fue una época de lucha, de no rendirse, de soñar con un futuro mejor para ella.
Resurgir: Una Segunda Vida
En 2011, cuando la Casita de Campo pasó a ser propiedad pública, sentí que un nuevo capítulo comenzaba. Su rehabilitación, en fases y con esfuerzo, fue cómo devolverle la vida a un viejo amigo. Hoy, verla renacer y saber qué será la sede de nuestro Ayuntamiento me llena de emoción y orgullo. No podría haber un destino más digno para este emblema de nuestro pueblo. La Casita de Campo siempre ha sido un símbolo de nuestra identidad, y ahora también será el corazón de nuestra representación institucional.
Un Legado que Nos Une
Desde su construcción, la Casita de Campo ha sido mucho más que un edificio. Con su magnífico jardín y la primera pista de tenis de Andalucía, de las primeras de España, fue testigo del esplendor de los Larios. Entre 1925 y 1929, doña Pepita, la Primera Marquesa de Marzales, llenó sus estancias de vida. Después, los administradores de Juan March y, más tarde, José Escobar, un empresario arrocero y ganadero, dejaron su huella. Pero también sufrió el abandono y el olvido, hasta que, con esfuerzo colectivo, logramos rescatarla de la ruina.
Un Futuro que Late
Hoy, la Casita de Campo se levanta orgullosa, mas viva que nunca. Este edificio no es solo un recuerdo del pasado; es una promesa para el futuro. Es el testigo silencioso de nuestras alegrías, nuestras luchas y nuestros sueños. Representa la esencia de San Martín del Tesorillo: nuestra capacidad de soñar, de luchar y de renacer. Para mí, ha sido un refugio, un sueño y un espejo de mi propia vida. Ahora, al verla convertida en la casa de nuestro Ayuntamiento, siento que su historia y la nuestra se entrelazan más que nunca.
La Casita de Campo no es solo un edificio; es el alma de nuestro pueblo. Es el lugar donde residen nuestros recuerdos y donde seguimos construyendo nuestro porvenir. Será , por siempre, el corazón palpitante de Tesorillo.
Para cuando me haya ido :
Juan Ramón Jiménez, en su poema “El Viaje definitivo”, en su primera estrofa escribía:
Y yo me iré.Y se quedarán los pájaros cantando
Y se quedará mi huerto con su verde árbol
Y con su pozo blanco
He cometido la osadía, de hacer una versión libre para la ocasión, espero que el Nobel Juan Ramón , allá donde esté , sepa perdonármelo
Y yo me iré.Y en las palmeras se quedarán los gorriones piando
Y erguida con su veleta, quedará La Casita de Campo
Majestuosa sobre Tesorillo, ¡su pueblo!
Ese que la ha querido y la quiere tanto
No hay comentarios:
Publicar un comentario