viernes, 14 de noviembre de 2025

Un viajero de la memoria: Desde Mallorca a Tesorillo

Bartolomé Galmés, acompañado por el Alcalde 


 Pacurro
 
 
A veces, el pasado regresa de la forma más inesperada. La visita de Bartolomé Galmés Vidal, llegado desde Mallorca para seguir las huellas que su abuela dejó en Tesorillo hace casi un siglo, nos ha recordado que este pueblo guarda historias que aún laten y merecen ser contadas.

A veces, la historia de un pueblo no se escribe solo en los libros, sino en la memoria afectiva de quienes pasaron temporalmente por él y, aun así, lo convirtieron en un pedacito eterno de su vida. Eso ocurrió entre la tarde del 13 y la mañana del 14 de noviembre en Tesorillo, cuando el pasado decidió llamarnos disfrazado de viajero.

A media tarde del día 13, mientras tomaba una bebida en un bar de la localidad, un señor preguntó por alguien que pudiera informarle sobre la historia del pueblo. Era Bartolomé Galmés Vidal,  acompañado por su señora, llegados desde Mallorca. No buscaba curiosidades ni rutas turísticas: buscaba un rastro emocional, un hilo que lo condujera al pasado de su familia.


Un conocido le habló de mí, este me llama por teléfono y me pone en contacto con nuestro visitante . Desde el primer instante, la emoción era evidente, una emoción que lo acompañaría durante todo su recorrido por estas tierras.

Me contó que su abuela Isabel Bonet, siempre le habló a lo largo de los año de Tesorillo, mostrando un cariño especial, envuelto en mucha nostalgia.  Isabel llegó  a Tesorillo en 1936, acompañada de su hermana María Vela, y su hija María Vidal, con solo la cuarentena, madre de nuestro protagonista, -el motivo no fue otro que  trabajar en las propiedades que Juan March había adquirido a los Larios en 1929. Aquí vivieron en el Cortijo de Guadalquitón, donde echaron raíces temporales pero profundas.

Con el tiempo, María Vela sería la compañera sentimental de Antonio Burguera, apoderado de la Sociedad Industrial y Agrícola del Guadiaro, cuya vida quedó trágicamente marcada por su asesinato en 1943 a manos del maquis.



Esta mañana, día 14, lo he acompañado a conocer la Casita de Campo, ese pequeño santuario de madera que guarda intacto el espíritu de un tiempo pasado. Bartolomé entró en silencio, casi conteniendo la respiración, atento a cada detalle, como si buscara allí las huellas invisibles de aquellas mujeres que tanto significaron en su vida 

Después le presenté al alcalde, Jesús Fernández, que lo recibió con la amabilidad y el interés que merecía una historia tan singular y tan nuestra. Junto a él, compartimos recuerdos, datos y emociones, como si todos formáramos parte de un mismo relato tejido a través de generaciones.

 


Y en ese momento comprendí que el viaje de Bartolomé no era un simple desplazamiento geográfico: era un acto de justicia íntima, un regreso a la raíz que su abuela le dejó como herencia sentimental.

Hoy Tesorillo volvió a demostrar algo que quienes vivimos aquí casi nunca sabemos explicar:
que nuestro pueblo no tiene grandes monumentos, ni ruinas romanas, ni castillos remotos… pero tiene un “algo” —indefinible y profundo— que se queda pegado al alma.

Algo que no se ve, pero se siente.
Algo que Isabel Bonet nunca olvidó.
Algo que, gracias a su nieto Bartolomé, ha vuelto a este lugar que un día fue  su hogar.


Las protagonistas de este relato, forman parte del elenco de personajes del libro titulado "El Tesorillo. Mallorquines tras los pasos de March"

 




 


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