Se ha hablado, escrito mucho, sobre la figura de nuestro joven paisano Ernesto González Martín. Pero el siguiente artículo es diferente, con una gran carga de emotividad, redactado en un estilo impecable. Es un trabajo que hay que leerlo más de una vez.
Cuenta
la leyenda, que hubo una vez un joven que marcó en el alma, a familiares,
amigos y convecinos.
La
historia transcurrió en un lugar tranquilo, discreto y engalanado de azahares.
Nuestro
personaje pasó de ser un joven con atributos de normalidad, a ser una
referencia e icono de compromiso, optimismo, lucha y voluntad.
Quizás
tuvo una infancia marcada con altibajos familiares, consecuentes de los caprichos
de un destino que en esa humilde casa, entró por la puerta de atrás.
Era el
menor de tres hermanos, hijo de un bellezón de madre y del optimismo
personificado, como padre. Eran una simbiosis perfectamente engranada para
soportar tormentas en días en los que se habían predecido anticiclones.
Nuestro
personaje fue creciendo, llegando a una adolescencia, pisando en el camino con
zapatos de discreción y andares de modestia. Su objetivo, como cualquier joven,
se adoctrinaba en las ansias de conocimientos y sinfonías de teclas,
acariciadas con el ímpetu, el gusto y el arte.
Aunque
el camino en ocasiones, podría ser sinuoso y complicado, tuviste “la suerte” de
ser asfaltado con dolor, incoherencia, impotencia y “muy mala leche”…
Pero
como un buen torero, esperaste el destino “a puerta gayola”; con verónicas de
sometimiento; pases de pecho directo al alma; estoques envenenados y alberos
mojados con lágrimas silenciosas.
Ibas y
venías. Ibas y te quedabas, hipotecando tus venas para saldar una deuda que
jamás hubieras firmado. Y recostado en sábanas prestadas, sufrías y padecías
las inclemencias derivadas de una lacra que te quería consumir. Pero mientras
tu sangre compartía recorrido con una química invitada, tu voz, resurgía dando
ánimos y fuerzas a todos los que te querían.
Y
mientras todo pasaba, y mientras el padecimiento se atribuía un protagonismo
iluso, nuestro personaje se resguardaba en libros, textos y nuevos
descubrimientos que daban luz a días completamente oscuros y grises.
Pero
todo pasa, quizás, porque llega un momento que no quedan más lágrimas, quizás,
porque no quedan más preguntas, quizás,
porque la vida, algunas veces, debe recompensar tanto dolor…
Y un
día, el mar que tanto tiempo estuvo embravecido, pasó a una calma lógica, donde
el sol brillaba y calentaba rostros que estuvieron desprovistos de alegría,
donde la suave brisa secaba el sudor de tanto esfuerzo y donde el agua
reblandecía los duros momentos.
¡Pero
ahí estabas tú! ¡Quizás hayas pagado un precio muy alto con tu edad! Tus méritos,
mientras estuviste en la posición horizontal están avalados por tu
familia y un equipo médico a los que transmitiste los valores indispensables
para ser el mejor paciente que hayan podido tener.
¡Pero
llegó la verticalidad a tu vida!
Y
supimos quien eras tú. Y demostraste que la modestia tiene rizos, que la
humildad toca el piano, que el compromiso tiene cara de ángel, que la
responsabilidad vive en la calle Real, que la
inteligencia se apellida González Martín, que el amor de unos padres
sufridores, se llaman Elena y Ernesto, y que el orgullo, el mérito y los
“cojones” tienen nombre propio… ¡¡¡ ERNESTO!!!
Somos
muchos los que enmudecidos, gritamos que
eres nuestro héroe y nuestro icono. Somos muchos los que quisiéramos tener un
hijo como tú, embajador de luces en la oscuridad, de imposibles posibles y de retos conseguidos con
sacrificio.
Bueno
Ernesto, sigue tal como ahora, pisando fuerte, aunque te sea un poco complicado
ahora, tienes que saber, que para volar,
no hacen falta los pies… y tú, volarás alto, muy alto…
Sé
que te vas a Granada a estudiar, nada
que decir, porque todo está dicho, pero te aseguro que con toda la
belleza que posee la Alhambra, sucumbirá a tus encantos cuando te conozca,
porque la belleza que atesoras eclipsa cualquier maravilla del mundo.
En
tu expediente académico hay una asignatura con calificación “Cum Lauden”, y ese eres tú, ERNESTO GONZÁLEZ
MARTÍN.
¡¡¡
Ernesto, Elena, gracias por haber creado ese ser tan maravilloso !!!
Fdo. Salvador Delgado Moya
No hay comentarios:
Publicar un comentario