jueves, 25 de enero de 2018

Carta de despedida de Pepe Lobo a su madre


La imagen puede contener: una o varias personas y personas durmiendo
Reproducimos, la carta que Pepe Lobo ha publicado en una red social. Con motivo del reciente fallecimiento de su madre Milagros Lobo Trigo. Una carta que hace que los vellos se te pongan como escarpias. Una carta llena de una palabra extraordinaria, magnífica. AMOR 

Por si se nos quedó algún beso por darte.
Siempre que te daba un beso, lo hacía con la máxima intensidad, para cuando llegara este momento y no te tuviésemos, ni mis hermanos ni yo, o sobrinos, la posibilidad de hacerlo.
Lo mejor de todo ésto, mamá, o Milagritos, que es como te terminé llamando, cuando empezaste a confundirme con Papá, que era el tuyo, o sea, con abuelo Ernesto. Pues, lo que te decía, lo mejor de todo es, todo lo que hemos recibido de tí, durante todos estos años. A tu manera, nos has llenado a todos con esas caricias que nos hacías constantemente, al que estaba a tu lado. Esas veces que has cogido mi mano y te la has llevado a la boca para dar unos besos que se reducían a tener un ratito la mano en tus labios, mientras movías la boca, pero repletos del más sincero amor. Ha habido mucha entrega por ambas partes, por la tuya y por la nuestra, tu familia y amigos.
Quiero decirte, MIlagritos, que el Altzeimer, no sólo cambió tu vida. Nos cambió a todos. Me agrió el carácter, nos robó el sueño a todos. Nos trastornó los planes, tú lo sabes. Y empezamos a dejar de hacer cosas, hasta llegar al punto de no tener apenas vida social. Y nos fuimos acostumbrando. Y nos fuimos relajando. Y nos fuimos encontrando y terminamos, como no, haciéndonos amigos de la dichosa enfermedad. Pero, también te garantizo que, si otra vida terrenal viviésemos juntos, todos y cada uno de nosotros, volveríamos a estar contigo y a quererte con los que nos tocase, del mismo modo que esta vez lo hemos podido hacer.
MIlagritos, que suerte hemos tenido con vosotros dos, papá y tú. Es por eso que damos todos gracias a Dios constantemente por haberos escogido como padres para nosotros cuatro. Nos hicisteis tener una infancia preciosa, divertida e inolvidable. Nos inculcasteis unos valores que nos ayudaron bastante para llegar a ser las personas, hombres y mujeres ya, que ahora somos. Resumiendo vuestra doctrina no era otra más que mostrarnos que había que hacer el bien, que había que respetar a todos y compartir. Sobre todo, eso. Conseguisteis tener a unos hijos muy unidos y que se quieren mucho.
Te llevas mucho amor de todos nosotros, Si es verdad que se percibe algo en los momentos seguidos al fallecimiento, tú te has ido oyendo "te quieros", que eres la más bonita, que te queremos mucho y que te estabas reuniendo con los tuyos, con los que nombrabas a diario. Ahora los tienes contigo. Ya no tienes que llamar más a Carmen, a la que nombrabas unas cincuenta veces al día. Ya estás con tu hermana melliza. Has llegado, casi a la par que MIguel, que, de lo último que dijo era Milagros, como si no se quisiese ir, dejándote aquí tan mayorcita. Papá, Mamá, Ángeles, Pura, Ernesto, Teresa, Carmen y tú y Miguel, el pequeño y ya estáis todos ahí, disfrutando de la presencia de Dios, como así lo sentimos nosotros.
Es curioso, porque, entre tantos sentimientos encontrados en estos días, yo me quedo con la alegría, fíjate. Con la alegría de haber podido tenerte tantos años, haber podido devolverte, de alguna manera, esa entrega generosa que siempre has tenido para nosotros y para todo el que venía a casa. Y, aunque cuesta respirar el aire en que no estás, cuando nos embarga la tristeza, recordamos estos momentos compartidos y se aleja un poco.
No se me va de mi cabeza, y que me dure mucho tiempo, esa carita tuya preciosa, como de un bebé. Reflejando, sobre todo, cariño y buscando siempre protección. Me encantaba rodear tu carita con mi mano y verte mirarme y decirme: "¿Ah, eres tú? El bonito, el bueno" Eso, mamá, no tiene precio. No te puedes imaginar cuanto nos llenaba a todos esos gestos cariñosos tuyos. Eres tan generosa que, hasta en los últimos instantes de tu vida, llega Ángeles nerviosa, te abraza y te dice "mamá, mi niña" y se retira, la miras y le dedicas la última sonrisa de tu vida, sin fuerzas ya y sin pulso casi. No se puede ser más buena.
Gracias a Dios, Milagros, hemos tenido mucha suerte. Has tenido siempre mucha gente que te quería y te quiere, alrededor. De lo que más coraje me da, de verdad, que con la enfermedad es que no has podido disfrutar de tu única biznieta, Elena. Con lo que a tí te gustaban los niños, te hubiese encantado verla venir a darte besos.
Hemos estado rodeados de los buenos, de esos que nos daban calor humano, seguro que te acuerdas de Leonor. Ella vivió contigo lo peor de la enfermedad. Y lo llevó estupendamente, todo lo mejor que pudo. Y empezó a quererte y a querernos y continúa haciéndolo.
Y hay muchos más, el amigo Kiko, por ejemplo, que cada día venía a verte dos o tres veces y al que siempre le contestabas cuando te saludaba, aunque llevases un buen rato callada y te hubiésemos estado dando conversación. Gracias a él, pudimos estar más tiempo intentando reanimarte, mientras, con nervios, llamaba al 061.
La de colorao, Eduvigis Collado Rodríguez, la que tanto amor te demostraba y tanto cariño te daba, pero que veías tú que le gustaba empinar el codo, je je. Decías es muy buena, pero..... De su hija Lucía, que desde el primer día que te conoció, siempre tenía muestras de cariño hacia a tí.
De nuestra prima Paqui Martin Lobo, la que siempre estaba dispuesta a echar una mano en todo, incluso en esa época en al que el Altzeimer te llevaba a decir o a hacer cosas que tú jamás hubieses hecho ni dicho y te llevó a no quererla tener cerca, pero, sin embargo, cuando la enfermedad te dejaba un huequito de lucidez, te referías a ella como "la niña". Te acordarás también de su nieta, Aitana, que no había una vez que no pasase por la puerta, que no parase a darte un abrazo
¿Y ML, Milagritos? ML, para quién no la conozca es María Maria Luisa Catedra, lo mejor que nos ha pasado a Los González Lobo en muchos años, de verdad. Yo digo que el día que ML puso un pie en nuestra casa, entró el ángel que aún me sigue acompañando para que no me sienta sólo en casa. 
Hace dos años y medio, ¿te acuerdas? me dieron su número de teléfono y le llamé. Le hablé de tí, de cómo eras y de cómo te cuidábamos. Eso fue suficiente para que dijese, pasado mañana estoy ahí. Vino para probar y se quedó dos años y medio con nosotros, e, instalada de por vida en nuestros corazones. Es como la veías, tenías razón, no podíamos haber encontrado a nadie mejor, más entregada, con una entrega sincera, dando todo lo que es suyo a todos nosotros, siempre cantando, siempre con una sonrisa, con la lágrima siempre a flor de piel colmándote siempre de regalos y de piropos y cómo te ha cuidado, Milagritos. Estos últimos días que has estado con ese constipado "delicado", que dijo el médico, una noche me despierto y veo resplandor en la planta baja y me la encuentro atravesada en su cama, para no dormirse y poder estar toda la noche pendiente de tí. ¿Quién hace eso, mamá?, Te preparaba con tu perfume, tus pendientes, tu collar, pañuelo y todo con lo que ella te veía guapa y, a la calle, a tomar el sol en cualquier terraza y siempre dándote besos y mimando a su niña, como ella te decía. Ella ya es parte de nuestras vidas y no sólo ella, es que su entorno es de lo más querible también.

No te olvides de los vecinos, que se venían con nosotros las tardes de verano y siempre te piropeaban, si no era Concha Cobalea, era Isabel Maria Lara Gomez, Beli, etc.. Y, como no, la hija de tu amiga Trini, Juani Solis Dominguez., siempre también dispuesta a echar una mano y siempre pendiente de cómo estabas.
Se me quedan muchos por nombrarte ahora, pero, de los que siempre te has acordado es de tus sobrinos. De los que cuidaste todos los veranos de pequeños, sobre todo a los de Ángeles, Pura, Teresa y Carmen, que fueron las que tenían a los hijos más mayores y venían a pasar los días de verano en Tesorillo en casa de los abuelos y, al haber sido la última en casarte, pudiste disfrutar de todos y cada uno de ellos.
Pues, todo eso te llevas y todo eso nos dejas para nosotros. Nos dejas, como he dicho antes, llenos de mucho amor y cariño. Eso nos está ayudando a sobrellevar mejor esa despedida repentina tuya. Contigo se ha ido la mujer que más he querido y querré jamás. Pero, si algún beso te faltó en algún momento de tu vida, llévate uno último de parte de todos que, si no te los dimos, fué, seguro, porque no supimos entender ese momento.
Gracias por todo, mamá y papá en nombre de los cuatro, Emilia González LoboErnesto González LoboAngeles Gonzalez Lobo, en el mío y en el de María Maria Luisa Catedra, que, aunque papá no la conocío, seguro que está contengo por todo lo que habéis vivido juntas. OS QUEREMOS.

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