La cabecera
del presente, puede llamar a engaño, esa
doble “P”, puede identificarse fácilmente con el Partido Popular. Les confieso
que opinar sobre partidos políticos es un tema que no me seduce, no es plato de
gusto para mi persona.
De forma no muy académica y burlona, he jugado con dichas iniciales, en realidad con esa abreviatura he querido indicar Pitos a Piqué.
La opinión que tengo de Gerard Piqué. Un excelente
futbolista, bocazas, burlón e irrespetuoso con el rival, eso último no es de
recibo. Aunque sus meteduras de patas aparte de molestar, son casi inocuas, las
palabras se las lleva el viento.
Sobre los
pitos que ha recibido, solo voy a valorar aquellos que se han producido con la
camiseta de la Selección Española. El susodicho se ha hecho acreedor a los silbidos, por cierto no
todos los espectadores de León u Oviedo le silbaron, es verdad que un buen
número pero no todos. Sin ser partidario de pitar a nadie, estimo que esas muestras hostiles y ventosas debería recibirlas cuando vista la
camiseta del Barcelona. A mí como aficionado me la trae al pairo si se siente catalán o español, lo que
realmente me importa es cuando juegue con la selección lo haga bien, en ese
aspecto un figura. No seré quien le
defienda, es mayorcito y debe apechugar con sus actos.
Dicho lo
cual, mantengo que si le pitan no es porque haya defendido públicamente lo
que muchos catalanes vienen a llamar el derecho a decidir. “No hija no”, le
increpan porque se ha metido con el Real Madrid, eso en este país llamado España es muy
grave.
Los
disconformes con Gerard, esos que su corazón deportivo es blanco en tres
cuartas partes y una rojo y gualda, habrán olvidado y por supuesto perdonado,
cuando Luis Figo desde el balcón de “La Generalitat de Catalunya” grito aquello
de “Blancos llorones saluda a los campeones”, creo no equivocarme que con la
expresión llorones no identificaba a los
que derraman lágrimas, sino otro término que también termina en “ones” y
empieza por “C”.
En todas
las celebraciones de todos los equipos, suelen acordarse del rival, recordar aquella celebración, donde el icono blanco
Raúl González Blanco haciendo una parodia del himno del Barça, entonaba el
estribillo de esta manera, ¡Barça, Barça, Mierda, Mierda!, no hay que
remontarse mucho en la última celebración del Madrid, el ínclito Sergio Ramos
micrófono en mano gritaba, “Que sepan los indios quien manda en la capital” en
clara alusión a los aficionados de Atlético. Las televisiones de ámbito
nacional no le dieron la mayor importancia, porque no la tiene, ahora amigo mío
el tema que nos ocupa hasta en la sopa y con muy mala leche, vergüenza de
información deportiva.
Entiendo y
aplaudo como el seleccionador y sus compañeros hayan salido en su defensa, pero
el colmo es que ha llegado a convertirse
en un tema de estado, el Ministro de Educación, Cultura y Deporte, ha salido a la palestra para
recriminar los pitidos, como si no existieran asuntos más importantes de que ocuparse.
Un estadio no es el Teatro Real de Madrid o El Liceo de
Barcelona, el fútbol es bullicio, pasión, un comedido desenfreno de pasiones,
si quieren silbar que silben y a otra cosa mariposa.
Aunque
desapruebe esas muestras de animosidad, no se debe dar más importancia que la que tiene. Ya
quisiera yo, ganar la mitad de lo que
gana Piqué, aunque recibiera el doble de pitidos.
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