Las tiendas de aquel entonces no le fiaban, simplemente porque su crédito se habia agotado, en todas sin exclusión.
Uno de sus hijos necesitaba unas apalgartas. Que cosa más simple, nos parecerá ahora, pero en aquellos dificiles años ni para eso tenía nuestra pobre mujer.
Así que se las ideo de la siguiene manera. Fue primero a una tienda pidió una apalgarta de muestra para que su hijo se la probase, con la promesa , si le estaba bién vendría por la del otro pié y pagaría al contado. En otra tienda hizo la misma operación pero solicitó la del pié contrario. De esa manera tan habilidosa se agenció el par de apalgartas, que le salió de coste cero pesetas.
Se daba la circunstancia que los tenderos engañados eran primos, uno de ello comentó con sorpresa que fulanita de tal, solo se habia llevado una apalgarta a lo que el otro le contestá a mi me hizo la misma operación.
Cuando se aclaró el entuerto ya habia transcurrido un tiempo a ver quien era el guapo que reclamaba la deuda. De esta manera tan simpatica los dos tenderos quedaron compuestos y sin una apalgarta.
Aunque el engaño solo fue un 50%, ya que entre los dos compian un par
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