En la villa de Santa Martina,
una población que unos dos mil habitantes, la vida transcurría de forma
tranquila demasiado tranquila , sus habitantes se distinguían del resto de la
zona, por ser conformistas, trabajaban lo justo para vivir, la mayoría de ellos
en sus propias tierras, por ciertos muy fértiles que daban grandes frutos, que
sin estar registrado para los efectos era como una denominación de origen,
quizá por el carácter de sus gentes o porque vaya usted a saber, eran muy
longevos, superando la media nacional en esperanza de vida.
Natural de este lugar era Celedonio Martín. Celedonio hijo único, quedó huérfano muy niño, desde temprana edad, asumió la obligación de cuidar de su madre, mujer débil de espíritu y pesimista por naturaleza. Se ganaba la vida trabajando una suerte de tierra heredada de su padre a la que añadió otra parcela proveniente de su madre. Celedonio puede que por su exacerbado cariño a su madre o porque era persona tímida con el sexo opuesto, no se casó, quedó como lo denominaban por el lugar “mocito viejo”.
Una mañana de agosto cuando alboreaba el día, llevaba la yunta de mulos al rio a fin de abrevar, los animales eran dóciles y tranquilos , no obstante aquella mañana, noto cierto nerviosismo en los équidos que iban en aumento mientras más se aproximaban al abrevadero, cuál fue su sorpresa cuando visualizó a tres hombrecillos de no más de un metro cincuenta, cuyo rasgos más característicos, era el volumen de sus cabezas y la forma de sus ojos, muy grandes e irregulares.
Dos de ellos corrieron de prisa y montaron en un artefacto que según describía el bueno de Celedonio era a modo de esfera un tanto ovalada, pero uno se le quedó mirándole fijamente durante unos minutos, lejos de asustarse Celedonio noto una paz interior y una tranquilidad fuera de lo normal, es más nuestro personaje llegó a darle los buenos días. El tercer hombrecillo se volvió hacia la nave o como quiera llamársele, lentamente y montó, el artefacto emprendió el vuelo y desapareció en un pispas, visto y no visto, fue cuando realmente Celedonio le embargo el miedo y la zozobra.
Conto le, lo sucedido a su vecina Anastasia con la condición de aquello quedará entre los dos, ya que temía que en el pueblo le dieran por loco.
Anastasia cumplió su promesa el tiempo que tardó en llegar a la tahona y contarlo tanto a la panadera como a otras clientas. En Santa Martina la noticia era la falta de noticias, así que el suceso corrió de boca en boca, hubo quién se lo creyó, otros lo tomaron a broma y los más que el bueno de Celedonio a igual que su difunta madre con los años la cabeza empezaba a fallarle.
Ambrosio Barragán, era un ricachón, que no había hecho nada para atesorar riquezas, heredó una fortuna de su padre con el añadido de unos pisos y locales comerciales en la capital de dos tías solteronas que testaron a favor de él, fanfarrón, arrogante, insolente y creído dentro de un largo ramillete de virtudes similares, una vez enterado de la noticia, se dedicó a ridiculizar y hacer bromas de mal gusto sobre el episodio, al pobre de Celedonio pasaron a llamarle el marciano, siendo objeto de burlas y padeciendo el escarnio casi generalizado.
Celedonio dejó de comparecer al casino a su partida de mus de las tardes, igualmente dejo de cumplir con el precepto dominical de misa de once y por ende de disfrutar del vermut y aperitivo después del acto religioso, en definitiva para él se acabó la vida social, en parte por no sentirse ridículo y sobre todo porque no soportaba la insolencia de Ambrosio.
Lejos de olvidase del asunto, Ambrosio se encargaba de rememorarlo. Pasado unos tres meses del acontecimiento Ambrosio no regresó de una de sus fincas, tras buscarlo durante varias horas ya anochecido lo encontraron en el rio, casualmente en el mismo lugar que Celedonio presuntamente encontró los seres extraños, en un estado catatónico, apenas se movía, no respondía a pregunta alguna, solo repetía una y otra vez quiero marchar a casa.
Visitó los mejores especialistas no solo de la capital , de Madrid y Barcelona, ningún galeno acertó a diagnosticar el mal que le aquejaba, así que desde ese día prácticamente quedo como un mueble inútil , solo se comunicaba algo con su esposa, ignorando o desconociendo al resto de familiares y amigos.
Enriquito hijo del médico, una autentica lumbrera, licenciado en varias carreras, con prácticas en los Estados Unidos, conocedor de al menos cinco idiomas, en una de sus vacaciones, visitó Ambrosio, tras examinarle, observó en el lóbulo de la oreja izquierda una marca diminuta con la forma de una estrella de ocho puntas encerrada en un circunferencia perfectamente marcada sobre la piel. No comentó dicha averiguación hasta que llegó a su casa, fue entonces cuando le participó a su padre la teoría de lo sucedido, que no era otra que Ambrosio había sido abducido por seres extraterrestres, que esa era la marca de los provenientes del Sistema Estelar Binario Zeta 2, los cuales son muy peligrosos con alguien que consideraran hostil.
El galeno hombre prudente, le aconsejó a su hijo, que dejase el agua correr, que no comentase con nadie la teoría y si era cierto, Ambrosio habría recibido su merecido.
Por cierto Celedonio regresó a su vida anterior.
Natural de este lugar era Celedonio Martín. Celedonio hijo único, quedó huérfano muy niño, desde temprana edad, asumió la obligación de cuidar de su madre, mujer débil de espíritu y pesimista por naturaleza. Se ganaba la vida trabajando una suerte de tierra heredada de su padre a la que añadió otra parcela proveniente de su madre. Celedonio puede que por su exacerbado cariño a su madre o porque era persona tímida con el sexo opuesto, no se casó, quedó como lo denominaban por el lugar “mocito viejo”.
Una mañana de agosto cuando alboreaba el día, llevaba la yunta de mulos al rio a fin de abrevar, los animales eran dóciles y tranquilos , no obstante aquella mañana, noto cierto nerviosismo en los équidos que iban en aumento mientras más se aproximaban al abrevadero, cuál fue su sorpresa cuando visualizó a tres hombrecillos de no más de un metro cincuenta, cuyo rasgos más característicos, era el volumen de sus cabezas y la forma de sus ojos, muy grandes e irregulares.
Dos de ellos corrieron de prisa y montaron en un artefacto que según describía el bueno de Celedonio era a modo de esfera un tanto ovalada, pero uno se le quedó mirándole fijamente durante unos minutos, lejos de asustarse Celedonio noto una paz interior y una tranquilidad fuera de lo normal, es más nuestro personaje llegó a darle los buenos días. El tercer hombrecillo se volvió hacia la nave o como quiera llamársele, lentamente y montó, el artefacto emprendió el vuelo y desapareció en un pispas, visto y no visto, fue cuando realmente Celedonio le embargo el miedo y la zozobra.
Conto le, lo sucedido a su vecina Anastasia con la condición de aquello quedará entre los dos, ya que temía que en el pueblo le dieran por loco.
Anastasia cumplió su promesa el tiempo que tardó en llegar a la tahona y contarlo tanto a la panadera como a otras clientas. En Santa Martina la noticia era la falta de noticias, así que el suceso corrió de boca en boca, hubo quién se lo creyó, otros lo tomaron a broma y los más que el bueno de Celedonio a igual que su difunta madre con los años la cabeza empezaba a fallarle.
Ambrosio Barragán, era un ricachón, que no había hecho nada para atesorar riquezas, heredó una fortuna de su padre con el añadido de unos pisos y locales comerciales en la capital de dos tías solteronas que testaron a favor de él, fanfarrón, arrogante, insolente y creído dentro de un largo ramillete de virtudes similares, una vez enterado de la noticia, se dedicó a ridiculizar y hacer bromas de mal gusto sobre el episodio, al pobre de Celedonio pasaron a llamarle el marciano, siendo objeto de burlas y padeciendo el escarnio casi generalizado.
Celedonio dejó de comparecer al casino a su partida de mus de las tardes, igualmente dejo de cumplir con el precepto dominical de misa de once y por ende de disfrutar del vermut y aperitivo después del acto religioso, en definitiva para él se acabó la vida social, en parte por no sentirse ridículo y sobre todo porque no soportaba la insolencia de Ambrosio.
Lejos de olvidase del asunto, Ambrosio se encargaba de rememorarlo. Pasado unos tres meses del acontecimiento Ambrosio no regresó de una de sus fincas, tras buscarlo durante varias horas ya anochecido lo encontraron en el rio, casualmente en el mismo lugar que Celedonio presuntamente encontró los seres extraños, en un estado catatónico, apenas se movía, no respondía a pregunta alguna, solo repetía una y otra vez quiero marchar a casa.
Visitó los mejores especialistas no solo de la capital , de Madrid y Barcelona, ningún galeno acertó a diagnosticar el mal que le aquejaba, así que desde ese día prácticamente quedo como un mueble inútil , solo se comunicaba algo con su esposa, ignorando o desconociendo al resto de familiares y amigos.
Enriquito hijo del médico, una autentica lumbrera, licenciado en varias carreras, con prácticas en los Estados Unidos, conocedor de al menos cinco idiomas, en una de sus vacaciones, visitó Ambrosio, tras examinarle, observó en el lóbulo de la oreja izquierda una marca diminuta con la forma de una estrella de ocho puntas encerrada en un circunferencia perfectamente marcada sobre la piel. No comentó dicha averiguación hasta que llegó a su casa, fue entonces cuando le participó a su padre la teoría de lo sucedido, que no era otra que Ambrosio había sido abducido por seres extraterrestres, que esa era la marca de los provenientes del Sistema Estelar Binario Zeta 2, los cuales son muy peligrosos con alguien que consideraran hostil.
El galeno hombre prudente, le aconsejó a su hijo, que dejase el agua correr, que no comentase con nadie la teoría y si era cierto, Ambrosio habría recibido su merecido.
Por cierto Celedonio regresó a su vida anterior.
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