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A veces guardadas,
olvidadas en el tiempo, aparecen fotografías, que nos hacen rememorar tiempos
pretéritos. Invadiéndonos la nostalgia.
La foto que ilustra este escrito. Se trata de
antepasados de mi esposa. Analizando los retratados, la instantánea data de la
primera mitad de la década de los años
veinte del siglo pasado.
Por aquel
entonces, gobernaba el país el general Miguel Primo de Rivera, el cual había
dado un golpe de estado incruento en el 1923, instalando como régimen político
la dictadura, con la aquiescencia del rey Alfonso XIII
Doy por
hecho, que los que figuran en la imagen, se prepararon con antelación. Me
consta que eran personas de condición humilde, que se vistieron para la
ocasión. Utilizando la vestimenta de los domingos o de las grandes ocasiones.
El fotógrafo
venido de fuera, cargando a lomos de una caballería la máquina la cual se asentaba sobre un trípode.
El primer
caballero de la izquierda, luce su reloj de bolsillo, que por regla general se
guardaban en un bolsillo del chaleco, confeccionado exclusivamente para ello.
Me da la impresión que lo muestra intencionadamente,
queriendo presumir de un objeto valioso.
Se observa
igualmente lo voluminoso de los sombreros, tocados que no portan los jóvenes de
la derecha. Uno como seña de madurez, tiene un cigarrillo en la boca, por aquel
entonces no estaba mal visto fumar, el otro, hace una mueca graciosa con la cara,
rompiendo así el protocolo.
Imagino que
el retratista, les habría colocado, dando instrucciones como posar, solicitando
que sonrían. Plantados guardando la jerarquía, el mayor sentado, con los niños
sobre su regazo, por cierto que la primera niña de la izquierda, la menor, está
más pendiente del bebé que de la cámara, la otra más mayor mira atenta. La dama de la izquierda le
pudo el afecto o el amor hacia el hombre que posa a su derecha, pues la mirada
lo delata todo, hizo caso omiso a aquello de “Miren el pajarito”.
De fondo se
observa un tapiz donde está impreso un paisaje, que no viene al caso,
porque para nada tapa el muro de piedra
que figura a sus espaldas.
El revelado tardaría su tiempo, a la espera que el fotógrafo pasase de nuevo por el lugar, podía
transcurrir perfectamente meses.
Qué lejos
queda esos tiempos, aunque no han transcurrido cien años y eso en la historia
es un cuarto de hora. Nada se parece a la fotografía actual, esas que se hacen
con los nuevos dispositivos, o los auto-fotos los llamados selfies, todo ha
mejorado evidentemente.
No
obstante, me pregunto, dentro de ochenta
o noventa años, ¿habrá alguien en disposición de analizar cualquier fotografía familiar?,
como esta que nos ocupa. ¿O se perderán en los almacenes virtuales de las
redes?
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