Como la mayoría de los niños
de mi época me asustaron, con el tío del saco, el sacamantecas o el tío mantequero.
La figura de este personaje estaba inspirada en
unos hechos acaecidos en los albores del siglo XX, cuando un rico, enfermo de
tuberculosis mandó secuestrar y matar a un niño, para beber la sangre del
infortunado y untarse con sus entrañas, haciendo caso a una malvada curandera.
Era la forma que tenían nuestros mayores para que anocheciendo nos recogiéramos
en casa.
Recuerdo que esporádicamente
aparecía por el pueblo, un hombre,
harapiento, barba larga y descuidada con un saco al hombro, subsistiendo de la caridad ajena. Enseguida lo asociamos
al tío del saco, por supuesto que en el tiempo que permanecía en la localidad, anocheciendo a casa, para regocijo de nuestras
madres y abuelas. Nos cabía la completa seguridad que su intención era raptar a
un niño, para vender su sangre y sus “mantecas” al mejor postor.
La ingenuidad infantil no reparaba.
¿Cómo nuestros progenitores y las autoridades del momento, por cierto muy
rigurosas, permitían la presencia de personaje tan malvado?
Lo cierto es que deseábamos su
marcha con ansiedad, porque es justo reconocerlo el miedo hacía chiribitas. Respirando
aliviados cuando se marchaba a otro lugar
Su estancia no era muy prolongada, no puedo precisar tiempo, pero no pasaba de
los diez o quince días. Pasó la inocencia infantil, llegó la adolescencia, la
juventud, la madurez y el recuerdo que aquel siniestro personaje quedó en eso,
una evocación.
Un día en esas tertulias espontáneas en la plaza del pueblo, rememoramos a
personajes trotamundos, que pasaron por nuestra población. "El Tonto Linares”
que sólo admitía una pregunta a la segunda, se tomaba una rabieta de mil
demonios , “El Goma”, que imitaba el ruido de una locomotora y los niños nos
enganchamos a él como si de vagones se tratase de esa forma se recorrían las
calles, hasta que llegaba el Guardia Municipal y dejaba la máquina en vía
muerta, o el artesano de “bartolitos”, pequeños muñecos de madera a modo de
equilibristas , por cierto qué mal carácter manejaba el hombre, a las primeras
de cambio se enojaba sin motivo justificado , por supuesto que no cayó en el olvido" El Tio del Saco."
En plena y animada charla uno de los contertulios ,
un señor octogenario, descubrió la verdadera personalidad de nuestro
protagonista. Contaba que era una persona extremadamente sabia, culta y afable,
que hablaba de países exóticos, paraísos perdidos, culturas muy distintas a las
nuestras, relataba historias de conquistas, grandes batallas, amores y
desamores, explicaba con detalles las aventuras y desventuras de Don Quijote,
no se cansaba de repetir que era la mejor historia jamás escrita.
No desveló nunca el motivo de su vida errante
y mísera, solo que tenía que redimir una pena y el mismo se impuso la
penitencia de vagar sin rumbo fijo con una existencia bastante mísera.
Su llegada a los cortijos era celebrada por dueños, capataces y braceros, en las noches de invierno y a la lumbre del fuego, sus relatos entusiasmaban y ensimismaban a todos
Su llegada a los cortijos era celebrada por dueños, capataces y braceros, en las noches de invierno y a la lumbre del fuego, sus relatos entusiasmaban y ensimismaban a todos
Que diametralmente opuesto era la visión, que los de mi generación nos formamos
del tío del saco. Aquel que acuñó la frase “Las apariencias engañan”, llevaba
toda la razón del mundo
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