El Cartero y Pacurro, desayunando |
Lean ustedes y marivellese, como de un simple desayuno, se puede crear una historia tan excelemente detallada. Sigo pensando que Salvador Moya, debería tomarse en serio lo de escribir.
Hace unos días
tuve la oportunidad .-sin ningún tipo de
predeterminación.- tomar un desayuno
enriquecido con una buena tertulia con
dos grandes personajes.
Todo
transcurría con normalidad, pero intuía que descubriría algo insólito.
Nuestra mesa
rebosaba manjares aromatizados con el olor del pan tostado y la cafeína
matutina. Debo decir también que llegamos a hermanarnos con lugares oriundos en
la preparación de algunos productos prohibitivos como las zurrapas y las
mantecas.
Después de
ejercitar bravamente nuestras mandíbulas y llenar nuestros “buches”, dábamos
paso a una pequeña relajación, pero fue ahí, cuando me percaté que ambos
trapicheaban con “otras sustancias”…
Solo bastó una
mirada. Sin importarles mi presencia, se
escucharon unas palabras recias y llenas se sentimientos:
-¿Tú vas a
querer?, dijo uno.
-¡Por
supuesto! ¡Sabes de más, que esto para mí, es sagrado!, dijo el otro.
Tras
la escueta conversación, dieron la oportuna orden al camarero, animándole a la
celeridad en su trabajo, para no perder mucho tiempo.
Fue
cuando me di cuenta que en sus “trapicheos” estaban apoyados logísticamente por
un sinfín de taberneros que se convertían en expertos mudos, para no dar a
conocer tal situación.
El
camarero llegó con dos copas, llenas de un líquido invisible, pero que su olor
era adulador cuando la proximidad era inminente. ¡No lo podía creer!.
Con
miradas cómplices y la parsimonia merecida, empinaron los codos y tragaron aquel endemoniado líquido. Sus palabras
siguientes fueron:
.-¡De
algo hay que morir!...
De
seguido, entraron en un estado de éxtasis, reflejando en sus caras, en estado
puro, la felicidad, la satisfacción, la saciedad y el disfrute. Pude averiguar
que se trataba del conocido, peligroso, adictivo y embaucador ANÍS DEL MONO.
Se, a
ciencia cierta, que un día a la semana, infectan su cuerpo con ese tipo de
sustancias, alimentando la complicidad, la amistad y los buenos ratos que este vida te limita a
ofrecerte.
¿Pues
sabéis lo que os digo?, que lo disfrutéis; que vuestro paladar sea endulzado
con maceración; que vuestros sentidos se relajen con el bienestar; que vuestros
ojos lagrimeen por el entusiasmo; que vuestra alma se renueve con buenos y
nuevos recuerdos.
Y que
lo bonito de esta historia, no es tomarte una merecida “monada”, sino con quién
te la tomas, porque para eso hay que tener ganas, salud, interés, iniciativa y amigos, y de eso, ustedes van
sobrados.
Ah!
Se me olvidaba! Los nombres de estos devotos de los primates son el Sr.
Francisco Quirós Ocaña (Pacurro) y el Sr. Francisco Esteban Saborido (el
Cartero), por si los quieren denunciar ante las autoridades competentes.
Fdo.
Salvador Delgado Moya
Aclaración del Blog: Solo fue una copa
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