lunes, 13 de agosto de 2018

CUENTA LA LEYENDA. POR SALVADOR DELGADO MOYA


Ernesto González Martín.

   CUENTA LA LEYENDA...

         
            Cuenta la leyenda que una vez hubo un joven guerrero habitando estas tierras.
            Inconmensurable con todo el pueblo, cauteloso y tímido en los momentos necesarios, sin afán de protagonismo y con mirada dulce y tranquilizadora.
            Investido en innumerables citas como ejemplaridad para sus convecinos. Pero cierto día la alienación de los astros detuvieron la positividad de un héroe anónimo...

            La guerra había comenzado. Las batallas fueron múltiples. En ocasiones quedaría extenuado por tanto dolor y padecimiento, pero el escudo de la resistencia y el inconformismo sobre lo impuesto, siempre luciría en todos sus actos heroicos.
            Por supuesto que estuvo acompañado por escuderos dispuestos a derramar su sangre y su vida por ti. Pero tú fuiste siempre el protagonista; ese guerrero guapo, joven, vital y valiente al que el enemigo quería eliminar a toda costa.
            Sus proezas fueron conocidas por todos los rincones del reino, desplegándose como el aire, puro y necesario. Eras el alma sobradamente preparada para inyectarnos poderosas dosis de humildad, sacrificio, bondad, nobleza y dulzura.
            Cuenta la leyenda, que le obligaron muchas veces a postrarlo a perpetuidad horizontalmente, pero siempre brilló  por darle color a la valentía, sonido a la esperanza y luz al futuro.
            Tu misión en el campo de batalla delimitada la coherencia, la necesidad, la empatía y la  resistencia; dando quiebros con tu acero forjado a la resignación. Tu sudor y tu dolor escribían libros en un presente cargado de maldad sobre hojas de inocencia.
            Cuenta la leyenda que fuiste un gran guerrero. Creo que el mejor de todos en estos contornos, atravesando barreras y fronteras. Engrandeciendo tu heroísmo a base de actos, de lucha y de palabras. Porque por donde tú pasabas, cargabas el ambiente de positivismo; de fuerza; de creer en verdades;  de abanderar la simpleza de las rutinas y de las cosas; de darnos una religión para venerar actos, realizar, promulgar  y regalar; para  esculpir en nuestras almas, aparte de un dolor insoportable, la tranquilidad de saber que eras alguien especial, ¡muy especial!, alguien grandioso, que con sus actos definieron  la excelencia de la persona en todo su esplendor.
            Pero cierto día, el hostigamiento tan férreo ambicionaba una desgracia inesperada. Preguntas sin respuestas, dolor sin alivio fulminado el futuro.
            Y nuestro gran guerrero partió para no volver, surcando esos cielos cargados de gratitud;  de estrellas envidiosas por tener tú, más destellos que ellas; por auroras boreales danzando fascinadas con tu presencia; de vientos que huelen a tranquilidad; de lunas ruborizadas por tu magnificencia y de soles ensimismados por la luz que siempre desprenderás.
            Tú y tu lucha. Tú y tu ser. Tú y tu legado. Te lo quisimos agradecer con lágrimas, con recuerdos, con momentos, pero nos enseñaste a mirar hacia arriba; a perseverar en la vida en  cosas que te hagan feliz; en valorar lo que realmente merece la pena; en enseñarnos que es el tiempo y como hay que apreciarlo; en no malgastar energías en situaciones irrelevantes y en saber amar a todo y a todos.
            Y te despidieron como el gran héroe que fuiste; con aplausos, con muchos aplausos, con muchas lágrimas, con muchas preguntas, pero agradecido por haber vivido con nosotros esta corta vida.
            Ya todo terminó. Ya no habrá más dolor, porque lo cambiaremos por el orgullo, por la satisfacción, por la felicidad de haber tenido en esta tierra un ser tan maravilloso como tú.
            Dicen que te fuiste con una sonrisa, estoy seguro que esa jamás la perderás, porque ese fue tu emblema, tu carta de presentación, tu insignia para revalidar tu valía en el firmamento.
            Algún día volveremos a reunirnos contigo, entonces daremos coherencia al amor, a la amistad, donde la paz sea la sinfonía para el resto de nuestra existencia.
            Pasará el tiempo a cambio de búsquedas inválidas, de sueños atormentados y esperanzas perdidas, pero estoy seguro que nunca te irás, ¡es imposible!., todavía tienes que ayudar a tu familia y amigos a convencerlos que esto es un punto y aparte, que la vida es incomprensible y, muchas veces, sentencia sin una lógica coherente.
            ¿Tan envidiosos estaban los ángeles que solo te querían para ellos? Pues que sepáis que nos habéis robado un guerrero inigualable, comprometido con el querer y poder, encantador de almas, embaucador de propósitos y amante de su gente.
            Fuiste tan maravilloso y grandioso que La Tierra se te quedó pequeña...
            Cuenta la leyenda, que en estas tierras hubo una vez un gran guerrero...


                                                                                                                                                                                         
    Fdo. Salvador Delgado Moya
             
           

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