Hace unas fechas, hablábamos de nuestra paisana Carolina Rojas. Deciamos, que este año como cooperante de Unicef, marchó a Niger, oficialmente el país más pobre del mundo. Le pedimos que nos hablara de su experiencia, remitiéndonos el siguiente post. Les ruego lean atentamente, las cifras ponen los vellos de punta.
Así es, Níger tiene muchos récords, pero
ninguno de ellos los querríamos para nosotros.
·
Es el país más pobre del mundo.
Según el Índice
de Desarrollo Humano de Naciones Unidas (una clasificación basada en
la esperanza de vida, educación e ingresos).
· 1 de cada 10 niños muere antes de
celebrar su 5º cumpleaños.
· 3 de cada 4 niñas son obligadas a
casarse antes de cumplir los 18 años.
Y así podría seguir escribiendo muchas líneas
más.
Mi llegada a Niamey, capital de Níger, fue de
noche y apenas se veía lo que nos rodeaba. A la mañana siguiente África nos dio
la bienvenida como mejor sabe, con mucha luz y color.
Nos desplazamos hasta Maradi, la tercera
ciudad por población, donde pasamos 3 días visitando distintos proyectos. La
mayoría de ellos enfocados en la salud de los recién nacidos. ¿Y por qué recién
nacidos? Porque cada día 7.000 niños en el mundo mueren sin cumplir su primer
mes de vida. Lo más alarmante es que el 80% de esas muertes se pueden evitar
muy fácilmente, teniendo unas mínimas condiciones de higiene durante el parto o
con una mosquitera para evitar la malaria. Nuestro objetivo era dar visibilidad
a esta situación y recaudar fondos para conseguir la ayuda necesaria que nos
permita salvar todas esas vidas.
En nuestro periplo por las distintas aldeas y
centros médicos pudimos conocer muchos casos que no dejan a nadie indiferente.
Personalmente me quedo con el de Shuran, un niño de 2 años al que jamás
olvidaré. Era el día en el que el personal sanitario de la región visitaba su
poblado. En los poblados más alejados donde no hay ningún tipo de centro de
salud, se marca un día al mes en el que un equipo médico hace la ronda de
reconocimiento. Revisan si los niños sufren desnutrición, vacunan a los que les
corresponda, hacen el seguimiento a las embarazadas…
Nada más llegar me fijé en Shuran, se refugiaba
bajo la colorida falda de su madre. Pensé que era por miedo a los
“desconocidos” que andábamos por allí, pero muy a mi pesar no era por miedo
sino en busca de consuelo. Lloraba sin parar. Utilicé mis mejores técnicas de
payaso, todas sin éxito. En ese momento se acercó Bubacar, un hombre dulce y
meticuloso al que UNICEF había dado formación para que pudiera detectar los
signos de algunas enfermedades y así evitar el largo recorrido hasta el centro
más cercano, siempre a varios kilómetros. Bubacar le tomó la temperatura, 40º,
le midió la circunferencia del brazo (Se usa para detectar si el niño padece
desnutrición), comparó el color de sus manos con las de Shuran, las de este
estaban amarillas, y por último le hizo la prueba de la malaria. Los segundos
parecían horas hasta que salió lo que todos sabíamos. Shuran tenía malaria. La
malaria, tratada a tiempo y correctamente, se asimila a una gripe de las
nuestras. Allí, sin las mínimas condiciones o si no se trata a tiempo, puede
ser MORTAL.
Dormir bajo una mosquitera o disponer del
tratamiento antimalaria, son medidas muy sencillas y de bajo coste con las que
UNICEF trabaja para que todos los niños puedan acceder a ellas. Yo llevo años
trabajando con Regalo Azul, un tipo de donación con la que cualquiera de
nosotros puede elegir qué quiere que enviemos a los niños que más lo necesitan
(mantas, vacunas, lápices…). Siempre miro con detalle los informes que me
envían desde nuestras oficinas centrales indicando a qué países se envían esos
productos. Gracias a mi viaje a Níger, las cifras de esos informes se han
convertido en caras, sonrisas, manitas curiosas que te “chocan los cinco” ... todas ellas con muchas ganas de vivir. Porque
ellos reciben toda la ayuda que les llega y la multiplican por mil. Y es que cuando
eres el país más pobre del mundo, ese tipo de ayuda solo significa una cosa,
VIDA.
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