Este cuento de Navidad es una mezcla de realidad y ficción. Lo inspiró alguien a quien conocí y que, entre viajes de autobús, me iba contando algo de su vida.
En unas fiestas en las que me invade cierta tristeza llena de nostalgias y ausencias, al mirar las luces brillantes, de colores, mis ojos sonríen y vuelvo a ser niña y a tener un paquete envuelto de ilusiones entre las manos.
En unas fiestas en las que me invade cierta tristeza llena de nostalgias y ausencias, al mirar las luces brillantes, de colores, mis ojos sonríen y vuelvo a ser niña y a tener un paquete envuelto de ilusiones entre las manos.
CUENTO DE NAVIDAD
La vida de Fátima nunca fue fácil. Desde pequeña tuvo que trabajar en casa, ayudando en el cuidado de su padre y sus hermanos, mientras sus manitas se aferraban a las manos encallecidas de su madre.
Fátima crecía llena de inquietudes. Su mirada curiosa se perdía más allá del horizonte y su espíritu aventurero le invitaba a cruzar el pequeño mar que le separaba de aquel mundo donde se podía respirar libertad.
Pero el tiempo pasaba y más la encadenaba a aquella tierra que la vio nacer.
Primero el matrimonio, luego el abandono y dos hijas por las que un día decidió volar.
Así llegó a aquella tierra prometida, pero nada fue fácil, nada como había soñado, y fueron pasando los años ….
La rutina, la monotonía, el mismo trabajo, llenaron sus días con un único anhelo: Traer con ella a sus dos hijas, darles un hogar, estar unidas.
Casi no distinguía si era lunes o domingo, el invierno del verano, bajo aquel pañuelo que cubría sus hermosos cabellos negros en los que el tiempo iba bordando esperanzas con hilos de plata.
Sin embargo, sin saber porqué, algo le conmovía cuando anunciaban que llegaba Navidad.
Al principio no entendía aquella fiesta, lejana de su fe y sus creencias, pero pronto comenzó a sentirse hipnotizada por aquellas luces que la rodeaban y le daban calor. Le gustaba caminar por las calles donde la gente sonreía con sus buenos propósitos de paz y amor. Le emocionaba que las personas que conocía la invitaran a compartir su felicidad.
Y Fátima miraba al cielo con sus ojos cansados, buscando en las estrellas de colores las caritas de sus niñas.
Fátima crecía llena de inquietudes. Su mirada curiosa se perdía más allá del horizonte y su espíritu aventurero le invitaba a cruzar el pequeño mar que le separaba de aquel mundo donde se podía respirar libertad.
Pero el tiempo pasaba y más la encadenaba a aquella tierra que la vio nacer.
Primero el matrimonio, luego el abandono y dos hijas por las que un día decidió volar.
Así llegó a aquella tierra prometida, pero nada fue fácil, nada como había soñado, y fueron pasando los años ….
La rutina, la monotonía, el mismo trabajo, llenaron sus días con un único anhelo: Traer con ella a sus dos hijas, darles un hogar, estar unidas.
Casi no distinguía si era lunes o domingo, el invierno del verano, bajo aquel pañuelo que cubría sus hermosos cabellos negros en los que el tiempo iba bordando esperanzas con hilos de plata.
Sin embargo, sin saber porqué, algo le conmovía cuando anunciaban que llegaba Navidad.
Al principio no entendía aquella fiesta, lejana de su fe y sus creencias, pero pronto comenzó a sentirse hipnotizada por aquellas luces que la rodeaban y le daban calor. Le gustaba caminar por las calles donde la gente sonreía con sus buenos propósitos de paz y amor. Le emocionaba que las personas que conocía la invitaran a compartir su felicidad.
Y Fátima miraba al cielo con sus ojos cansados, buscando en las estrellas de colores las caritas de sus niñas.
Una tarde, al volver del trabajo, pasó delante de una de aquellas casas grandes, señoriales, que siempre miraba de lejos. La puerta abierta dejaba ver un gran salón con un árbol navideño majestuoso y al fondo, sobre una gran mesa, un Belén iluminaba toda la estancia.
Una señora ya mayor, al ver su sorpresa, la invitó a pasar. Le contó la historia del Nacimiento de Jesús y el significado de aquella celebración.
Sus figuras eran hermosas, antiguas, herencia familiar. Fátima miraba embelesada a aquel niño sonrosado que, por lo que le decían, era el Salvador del mundo.
No lo entendía, pero una fuerza misteriosa no le permitía apartar la mirada y de pronto, aquel niño le sonrió, o eso creyó ella, y así su mano rozó aquellos dedos que parecían de piedra, pero que estaban llenos de calor, el que inundó su alma y le permitió ver todo de manera totalmente diferente.
Al día siguiente, 24 de Diciembre, decidió que ella también tendría su Nochebuena particular. Preparó cordero e intentaba recordar las recetas de aquellos platos que su madre cocinaba.
Las buenas vecinas convirtieron su casa en un ir y venir de roscos, pestiños y buenos deseos.
Llovieron las invitaciones para compartir cena y familia, pero Fátima quería estar sola con sus recuerdos, aunque los demás no lo entendieran.
Al caer la tarde preparó la mesa con su mejor mantel. Una vela iluminaba su plato solitario y algunas sillas vacías, pero ella ya no se sentía en soledad.
El timbre de la puerta sonó y Fátima extrañada se dirigió hacia la puerta. Al abrirla sus ojos se llenaron de lágrimas al contemplar dos ángeles que le sonreían con los brazos extendidos.
Sus hijas, con palabras entrecortadas, intentaban explicarle que, sin saber cómo, los trámites habían sido agilizados y, sin demora, las habían llevado con su madre, podían estar juntas para siempre.
Fátima pensó en aquel Belén que le hizo tener tantas sensaciones desconocidas. Su casa ya era parte de él: Tenía a los ángeles, la estrella del Portal era la que iluminaba toda su casa con la luz de la ilusión y la sonrisa de aquel pequeño niño se había quedado a vivir en su corazón.
Pudo sentir el Espíritu de la Navidad, el que debe cubrir el mundo con su manto de Amor, el que nos hace a todos iguales y a la vez tan diferentes, con nuestras costumbres, con nuestros credos, pero es la diversidad la que nos enriquece y nos libera de la violencia y la intolerancia.
Fátima descubrió que sí existen y son posibles los milagros en Navidad
Una señora ya mayor, al ver su sorpresa, la invitó a pasar. Le contó la historia del Nacimiento de Jesús y el significado de aquella celebración.
Sus figuras eran hermosas, antiguas, herencia familiar. Fátima miraba embelesada a aquel niño sonrosado que, por lo que le decían, era el Salvador del mundo.
No lo entendía, pero una fuerza misteriosa no le permitía apartar la mirada y de pronto, aquel niño le sonrió, o eso creyó ella, y así su mano rozó aquellos dedos que parecían de piedra, pero que estaban llenos de calor, el que inundó su alma y le permitió ver todo de manera totalmente diferente.
Al día siguiente, 24 de Diciembre, decidió que ella también tendría su Nochebuena particular. Preparó cordero e intentaba recordar las recetas de aquellos platos que su madre cocinaba.
Las buenas vecinas convirtieron su casa en un ir y venir de roscos, pestiños y buenos deseos.
Llovieron las invitaciones para compartir cena y familia, pero Fátima quería estar sola con sus recuerdos, aunque los demás no lo entendieran.
Al caer la tarde preparó la mesa con su mejor mantel. Una vela iluminaba su plato solitario y algunas sillas vacías, pero ella ya no se sentía en soledad.
El timbre de la puerta sonó y Fátima extrañada se dirigió hacia la puerta. Al abrirla sus ojos se llenaron de lágrimas al contemplar dos ángeles que le sonreían con los brazos extendidos.
Sus hijas, con palabras entrecortadas, intentaban explicarle que, sin saber cómo, los trámites habían sido agilizados y, sin demora, las habían llevado con su madre, podían estar juntas para siempre.
Fátima pensó en aquel Belén que le hizo tener tantas sensaciones desconocidas. Su casa ya era parte de él: Tenía a los ángeles, la estrella del Portal era la que iluminaba toda su casa con la luz de la ilusión y la sonrisa de aquel pequeño niño se había quedado a vivir en su corazón.
Pudo sentir el Espíritu de la Navidad, el que debe cubrir el mundo con su manto de Amor, el que nos hace a todos iguales y a la vez tan diferentes, con nuestras costumbres, con nuestros credos, pero es la diversidad la que nos enriquece y nos libera de la violencia y la intolerancia.
Fátima descubrió que sí existen y son posibles los milagros en Navidad
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