viernes, 14 de diciembre de 2018

EL ARTE DE CRITICAR. PATRICIO GONZÁLEZ GARCÍA


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Si en el mundo hay algo realmente difícil y que, sin embargo, nos creemos sentir preparados, es en el arte de criticar. Arte extremadamente complejo y que se convierte en injusticia el noventa y nueve por ciento de las veces que lo usamos y en el que nos embarcamos casi a diario con la mayor de las frivolidades.


Es uno de nuestros deportes favoritos. Critican los hijos a los padres, los padres a los hijos, los vecinos a los demás vecinos, los gobernados a los gobernantes, los incrédulos a los creyentes, los creyentes a Rouco Varela, los españoles a los españoles, los franceses a todo el resto del mundo. No hay persona que llegue a la noche que no haya derramado ó recibido –sabiéndolo ó sin saber- , media docena de rociadas críticas al día.
Y lo curioso es que esto de la crítica se suele presentar en la actualidad no solo como un derecho sino también como un mérito.
Una persona que viva en “postura crítica” ó que esté en el “sector crítico”, se considera ya un privilegiado, un auténtico listo y, además, bien visto.
Mantener “una actitud crítica” se considera ya como la cima de la perfección. Y, sin embargo, cuanta falsedad y mediocridad se esconde a veces en tan bonitas palabras.
Pero la crítica no es, como se piensa, decir solo lo malo de quien se juzga, sino valorar cuánto tiene de bueno y cuánto de malo.
Muchos de los se creen críticos son simplemente diablos. Lo que hacen es acusar, calumniar, diabolizar. Es decir, destruir.
El crítico de verdad es el que juzga porque ama aquello que está criticando y porque quiere ayudar a mejorar. Critica para empujar hacia arriba. No goza criticando porque él, al criticar también se embarca en el tema. Y él también fracasaría si lo criticado no acaba mejorando.
El criticón es todo lo contrario: goza subrayando los aspectos negativos. Y el fracaso de lo criticado lo ve como un éxito propio, como una confirmación de que él tenía razón al criticarlo.
Triste personaje, el criticón que empieza por no ser feliz. El criticón critica, precisamente, porque él no es feliz y proyecta su amargura hacia el criticado.
Lo que realmente no le gusta es su propio corazón. Y todo su desencanto por si mismo, lo vuelca en lo que mira. No puede aceptar que los demás sean mejores ó más felices que él y se pasa la vida vigilando y temiendo los éxitos de los demás.
En el fondo al criticón le disgusta el mundo que le rodea y el que tiene dentro.
Triste vida la del criticón, siempre sumido en su propia melancolía.
12 de diciembre de 2018
Patricio González

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