Mi nueva situación personal , me está permitiendo recuperar una vieja costumbre muy saludable, a la vez de instructiva, que no es otra que conversar con los vecinos.
En una de esas charlas informales, José Reguera, me informa que posee una cajetilla de cigarrillos Celtas Cortos, de más de cuarenta años, me indica hasta donde la adquirió, en la tienda de María Vargas. Me intereso por la información, su hija Adelina, muy amablemente se brinda a echarle una foto, la que aparece en la cabecera y enviármela.
Para nada estoy haciendo apología de una marca de tabaco, Dios me libre, simplemente estoy recordando un producto casi ancestral, dañino para la salud, pero que estuvo muy presente en la sociedad española. Debo reconocer, no sin cierto pudor, que fume esos cigarros, cuando no tenía edad para ello, sobre todo por su bajo coste económico. Mi padre fue consumidor, un tanto empedernido.
Los Celtas Cortos, aparecieron en 1957, idea del aristócrata José Moreno Torres, por aquel entonces los españoles fumaban más que un carretero, había que crear un producto barato, la cajetilla comenzó valiendo 2,50 pesetas (0,015€), con el tiempo alcanzó las 4,50 pesetas.
Popularmente fue conocido como el Chester Obrero, en alusión a la marca de tabaco rubio Chesterfield, cuyo precio de 22 pesetas, no era soportable por las clases populares. Aparecieron posteriormente los Celtas Largos, Los especiales ( con filtros), pero la popularidad se la llevaron los cortos, basta
decir que se llegaron a venderse 800.000 cajetillas por mes.
decir que se llegaron a venderse 800.000 cajetillas por mes.
No es la primera vez que recurro a la canción de José Manuel Serrat, " Son aquellas pequeñas cosas. Que nos dejó un tiempo de rosas"
Pacurro, enero 2019
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