viernes, 16 de abril de 2021

El dolor en las distintas culturas (1). Por Jerónimo Sánchez Blanco


La primavera anuncia  su llegada,   con su vistoso colorido  en este mes de Marzo con la  flor de los almendros y cerezos,  y  el azahar de los naranjos. Y con la  primavera, vuelven  los recuerdos de nuestra infancia  y juventud, los alegres  y  los menos. En estos día, recordamos  con pesar,  que hace un  año,  se extendió la  pandemia del  coronavirus, como un relámpago  en la noche, por todos los rincones de la Tierra, llevándose   la vida de  millones  de personas y extendiendo  el sufrimiento  a muchos   hogares. Pero también, en estos días,  la nueva  vida que nace   en  los jardines, los prados  y  en los bosques, nos invita  a disfrutar  de la alegría  y de los recuerdos  de  esa   infancia  y juventud,  que ya no vuelve, en  interminable  lucha con el dolor, como  lo expresara  el  poeta  Antonio  Machado (1875-1939):


«…Abril florecía frente a mi ventana. Entre  los jazmines y las rosas blancas  de un  balcón  florido, vi las dos hermanas. La menor cosía, la mayor hilaba… Entre los jazmines y las rosas blancas, la más pequeñita, risueña y rosada- su aguja        en  el aire-  miró a  mi ventana (…)

Abril florecía frente a mi ventana. Una clara  tarde, la mayor lloraba entre los jazmines y las rosas blancas y ante el blanco lino que en su rueca hilaba. ¿ Qué tienes-le dije, silenciosa pálida?.Señaló el vestido que empezó la hermana. En la negra túnica la aguja brillaba; sobre el velo blanco, el dedal de plata. Señaló  a la tarde  de abril que soñaba, mientras que se oía tañerlas campanas. Y en la clara tarde me enseñó sus lágrimas.
Abril florecía frente a mi ventana. Fue otro abril alegre y otra tarde plácida. El balcón florido  solitario estaba. Ni la pequeñita risueña y rosada, ni la hermana triste, silenciosa y pálida, ni la negra túnica, ni la toca blanca…»1 Ref.

La gran sensibilidad  de  Machado,  nos  transmite  la tragedia del sufrimiento, que afecta a  los  seres  humanos  que  caminamos por  la vida,  entre  las  flores y los aromas  del mes de Abríl.

También Pedro Calderón de la Barca, (1600-1681),  pone en los labios de Segismundo, un grito  desgarrador, desde  su prisión:

«…¡Ay mísero de mi! y ¡ Ay infelice!. Apurar, cielos, pretendo, ya que me tratáis así, qué delito cometí, contra vosotros naciendo, aunque sí nací, ya entiendo qué delito  he cometido. Bastante causa ha tenido vuestra justicia y rigor, pues el delito mayor del hombre es haber nacido…» 2 Ref.







La manifestación  de Segismundo ¡Ay mísero de mí! Y ¡Ay infelice!,  es muy expresiva y refleja el  sufrimiento que le embarga, por  haber nacido en este mundo, para  estar encerrado  en una cárcel, y encadenado  al cuerpo,  esperando la muerte. Es, el sentimiento trágico de la existencia  el que vive Segismundo.

El sufrimiento, para  nuestra  perplejidad  y asombro, tiene  múltiples rostros.  Ante este gran enigma, la humanidad  ha  dado  diferentes  respuestas, según la diversidad de culturas, ya fuesen  las religiones, los filósofos y los poetas,  no del todo satisfactorias, para muchos  seres  humanos.  Aproximarnos  y captar  las distintas dimensiones  del  antagonismo entre el gozo de la vida y el dolor, no es tarea  fácil,  y entraña un  reto  de una gran   complejidad. No obstante,  intentamos  esbozar   algunas  tentativas, sin ser  exhaustivo,  que lo han pretendido, en el transcurso de la historia.   


II
El Hinduismo y el Budismo

El  Hinduismo es un  conjunto de creencias  y prácticas, cuyo origen  está  en el Brahmanismo, y que se extendió progresivamente por la India, donde lo practican  la inmensa mayoría de su  población india, en torno a  1.000  millones  de personas, aunque es minoritaria en algunos países  del sureste  asiático. Es una  religión politeista que da culto a muchos dioses, aunque  los más importantes son  Brahma, el dios de la creación, Vishnú  el dios de la conservación, del orden, la paz  y el amor  y Shiva, el dios de la destrucción, acompañadas de unas prácticas diversas que se realizan en el hogar, en los templos y  en la purificación  de los creyentes, bañándose  en el rio Ganges así como en la incineración de los muertos en la orilla del mismo rio, arrojando  al Ganges sus cenizas. 

Los  textos  más  importantes del Hinduismo  son Los Vedas que compilan   himnos  y ritos sacrificiales (el más importante es el Rig -Veda), que se corresponden al período anterior al Hinduismo,  durante la vigencia  del   Brahmanismo (1500-700 a.C). Posteriormente, se unieron los textos de los Brahmanas, en los que se daba  culto al creador del Universo, del que procedía el principio  creador y sobrenatural y  que era el fundamento de todos los seres creados. Durante  el Brahmanismo, se  estableció  el  sistema de  castas, al frente de las cuales, estaban los brahmanes,  sacerdotes responsables de los sacrificios rituales que se practicaban, y de velar  el  orden  social  establecido  (brahmanes,  gobernantes  y soldados, artesanos y comerciantes, esclavos, siervos y campesinos) y al margen, los intocables  o parias. Esta condición social  tenia consecuencias  prácticas  en la vida,  que nadie podía  quebrantar, prevaleciendo  la casta heredada, para no  transgredir  el orden moral cósmico, a la hora de decidir  la modalidad de trabajo, contraer matrimonio, compartir  alimentos etc., coartando la libertad  personal.

Sin embargo, esta orientación del Brahmanismo, suscitó una  reacción  que dio lugar,  a  un movimiento formado por grupos  críticos  del poder  que tenían  los brahmanes, que acaparaban riquezas  y daban una gran  importancia al culto  ritual de los sacrificios. Aquellos grupos, por el contrario, hacían vida de eremitas y vivían  en  los bosques, como  maestros,  que se reunían con sus discípulos para meditar  y buscar el brahman o  realidad absoluta y última del Universo  y el sentido de la existencia  humana. Buena parte de estas enseñanzas  están  en los textos del Upanishad. Así los describe  el poeta y escritor indio, Rabindranath  Tagore (1861- 1941), premio Nobel de Literatura en el año 1913.

«…Los más grandes maestros  de la India antigua, de nombres imperecederos, vivieron  en el bosque. En la orilla  umbría de algún río sagrado o de algún lago del Himalaya, hacían su altar de fuego, apacentaban su ganado y cultivaban el arroz y las frutas para su alimento. La naturaleza era su hogar y el de sus esposas y sus hijos; y en su seno meditaban  sobre los problemas más hondos del alma, con toda la creación y  la comunicación con el Ser Supremo. Sus discípulos se congregaban  a su alrededor, y así recibían sus enseñanzas sobre la verdad  inmortal, en el lugar  de la verdad, de la paz y del alma libre…

Es el mismo   poeta  Rabindranath Tagore, quien  narra, con una gran belleza literaria, su experiencia añorando la sabiduría  de los viejos maestros  que   vivían en el bosque y en la orillas de los ríos:

«…Después tuve  una visión  de la plenitud  de vida interior alcanzada  por la India  en el solemne  apartamiento de sus bosques, cuando el resto del mundo  comenzaba  apenas a despertar. Comprendí  claramente  que la India  se había abierto  y ensanchado, durante muchos siglos, el camino que conduce  a una vida más allá  de la muerte, mucho más alta que esta idealización del egoísmo político  y esta codicia insaciable de la acumulación. La voz me llegó en  la lengua  veda, desde los santuarios del pasado y me decía:  venid a mí,  como los ríos  al mar, como los días y las noches al completarse  de su ciclo  anual. Demos y enseñemos  la verdad  en medio de la luz resplandeciente. No nos peleemos unos  con otro. Vayan derechos  nuestros pensamientos   a su bien    supremo. Respondió mi corazón, y decidí  hacer cuanto  pudiera por  volver a la superficie, para nuestro cotidiano  uso y diaria  purificación, el raudal de los ideales que nacieron en la cumbre de nuestro  pasado  y corrían  ahora  subterráneos  por lo más  hondo del suelo  de la India: la sencillez de la vida, la claridad de visión espiritual, la pureza del corazón, la armonía  con el universo, la conciencia de la personalidad  infinita  en toda la creación…»

Aunque  hay diversas   escuelas o corrientes, tienen  en común  la creencia  en un ciclo cósmico  que  se crea  se destruye y se  renueva  periódicamente, y al que  estamos unidos los seres  humanos  por causa de la reencarnación. En consecuencia,  el dolor y el sufrimiento  actual,  tienen su origen en el karma” que  señala  la influencia  que tienen las conductas de las  vidas anteriores,  en el presente,  y por  esta razón   la liberación del dolor y del sufrimiento, pasa necesariamente por librarse  de la reencarnación o renacimiento, a través de las  conductas adecuadas, que  rompan y destruyan el ciclo cósmico que  lleve a la reencarnación. Así lo describe  el historiador  Edwin Oliver James (1888-1972) al hablar de la reencarnación o karma:

«…De acuerdo con esta doctrina, el destino  de todo  hombre, está determinado por una ley inexorable de acción y reacción, “el karma”, hasta que, con la liberación o  moksa, cesa  la sucesión  de renacimientos (samsara). Todo pensamiento, toda palabra, toda acción tiene sus consecuencias  en  la fijación de la suerte del individuo en sus existencias futuras. Por tanto, cada vida, con todos sus placeres  y penalidades, es el resultado necesario de las acciones de las vidas pasadas, y, a su vez, por sus propias actividades, se erige  en causa  de futuros nacimientos. Lo que el hombre siembra, eso mismo recoge en sucesivos retornos a la tierra dentro de un nuevo cuerpo, que puede ser el de un místico, el de un paria, el de un perro o el de un cerdo…»5 Ref.


Los caminos para la liberación  del ciclo cósmico de la reencarnación se interpretan de forma distinta, según  sean, las orientaciones  de la escuela de la Via del Conocimiento, que  propone   la meditación, el yoga  y las buenas obras, con la finalidad  de  alcanzar la identificación  del yo (atman) con la realidad divina (brahman), o bien, las orientaciones de la escuela de la Vía de las Obras, mediante  la observancia y la práctica  de los ritos sacrificiales y deberes tradicionales, con la finalidad  de adquirir méritos para alcanzar la liberación de la  reencarnación  en sucesivas vidas futuras, en virtud  de lo que  dispone la ley del “karma”.

El Budismo,  cuya doctrina  fue  elaborada  por Siddharta Gaudama, el Buda, que vivió  en la India entre el siglo VI y V,  es un conjunto  de creencias  y de prácticas morales, que  articulan básicamente, una concepción  moral sobre la vida, pero  generalmente,  no es considerada  una  cosmovisión religiosa. Esta ampliamente  extendido  en  Asia, aunque su presencia disminuyó progresivamente en la India   partir del siglo VII d.C., hasta su práctica desaparición  en la Edad Media, ante  la expansión del  Hinduismo. 

En el Budismo existen  varias  corrientes, aunque  parten de  una premisa y un diagnóstico  común: la vida  de los seres humanos vive  inmersa  en el sufrimiento, y  sus causas proceden:  del nacimiento, de la enfermedad, del transcurso de la vida  y de la muerte. Para afrontar  esta angustia existencial,  Buda propone una  vía  de   ascetismo por la que ha de transitar  “el creyente”  a través de la meditación y el desarraigo de  los sentimientos, emociones  y pasiones, que atan  a los seres  humanos, hasta la reencarnación,  recibiendo la iluminación . A su vez,  este camino de la iluminación tiene  como  fase  final  el estado del Nirvana, en el que los seres humanos  quedan liberados de todas  las ataduras y servidumbres humanas, alcanzando su plenitud, conservando estrictamente aquellas que son  elementales  para   sobrevivir (el alimento, el vestido y el techo) y los lazos de convivencia  de la  comunidad  en la que viven.

La doctrina budista contenida en el Canon Pali, texto en el que están compiladas  las enseñanzas de Buda, considera  que  el deseo y el  estado  de ansiedad   que suscita  la búsqueda del placer y  del bienestar material,  además de ser una  ilusión,  provoca una constante insatisfacción. Por ello, es necesario  abandonar  los deseos y la búsqueda del placer  y de las emociones  para superar el sufrimiento. Fundamentalmente es una  visión ética y una vía ascética, en la que no existe  una  concepción religiosa propiamente dicha. Propone  unas creencias y prácticas para acceder  a la iluminación, que en último termino, llevan  al estado del Nirvana, que en la cultura  occidental, recuerda la  practicada por  la contemplación de los  místicos, pero con una diferencia  importante  entre una y otra. La  vía contemplativa occidental parte de la premisa de  una relación con  un Ser transcendente, que da  sentido   a  su existencia y al sufrimiento, en tanto que la iluminación en el Budismo, aspira a alcanzar  el Nirvana y de este modo  la liberación del sufrimiento. La presencia  del Budismo  ha disminuido en algunos países asiáticos, singularmente  en la India, donde  nació  Buda  y  su doctrina, aunque   conserva  su arraigo  en gran parte de China, Japón, Nepal, Thailandia, y otros. En los paises occidentales ha adquirido cierto reconocimiento, aunque  su presencia  es  minoritaria.


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