Un grupo de hombres blancos, desnudos, con las caras pixeladas, en mitad de lo que parece un cañaveral. De forma aparentemente instintiva, todos o casi todos tapan sus genitales con sus propias manos. Les han humillado y con ese gesto parecen proteger el rincón de dignidad que todavía les queda.
La imagen sobrecoge, no tanto por lo que se ve, que también, sino por lo que no se ve. ¿Por qué calvario les habrán hecho pasar para llegar a ese punto? ¿Quién decide semejante desprecio al ser humano y por qué?
Son 92 migrantes abandonados a la intemperie en un punto del río Evros, que sirve de frontera a Grecia y Turquía. Entre esas personas maltratadas y vejadas, la mayoría afganos y sirios, hay también niños. Trascendió esta semana, pero la foto, siendo impactante, no ha alcanzado la viralidad de otras muchas que vuelan como cohetes en chats de wasap.
Dos magrebíes cosiéndose a navajazos en un lugar indeterminado de un tiempo también indeterminado siempre vende más. O mejor, un magrebí agrediendo a un compatriota cristiano y blanco.
Porque el odio, sobre todo cuando es inoculado desde ciertas elites en tiempos de crisis o de agitación social, es mejor virus, más efectivo, que la compasión o la empatía.
La migración es mala, te viola y te roba el trabajo. Ese es el mensaje que repiten algunos como loros. Sin embargo, esta otra cara de la migración, la del ser humano desvalido y desorientado tras una dura travesía a riesgo de su propia vida, la de la trata de blancas o la del maltratado por las policías de frontera, no cala con la misma fuerza.
No es un buen síntoma de la sociedad en la que vivimos. Pagaremos caro tanta deshumanización.
Patricio González
Toda la razón Sr. González, hay una parte de la humanidad que no se merece ese calificativo, está deshumanizados, no les importa lo que esas personas sufren, solo viven para su propio egoísmo.
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