Pacurro
Hoy no hablaremos del río, ni del Corpus, ni de nuestras tradiciones o nuestras excelencias Hoy propongo una ruta distinta: el Tesorillo de lo inútil, ese museo al aire libre donde las cosas no funcionan, pero han sabido resistir. Son parte del paisaje, aunque no hagan nada. O mejor dicho, hacen lo justo: hacernos sonreír y preguntarnos “¿y esto para qué era?”
- El semáforo invisible
A la entrada del pueblo, viniendo desde Montenegral, un semáforo lleva más de treinta años sin encenderse, *nunca funcionó*. No regula el tráfico, no cambia de color… Eso sí, regula nuestra resignación con admirable constancia.
- El reloj que no marca las horas
En la fachada de la iglesia, el reloj se detuvo hace más de una y de dos décadas. Desde entonces no marca horas, pero nos recuerda que en Tesorillo el tiempo no corre, se toma su tiempo.
- El quiosco-mamotreto
En la calle Túnel, lo que fue una churrería es hoy un bloque solitario. No vende, no decora, pero no se va.
- Los contenedores fantasmas
Se instalaron con bombo y platillo. Soterrados, modernos, ecológicos… Pero no cuajaron. Costaron dinero ponerlos, y más dinero quitarlos.
- El cartel del campo de tiro
Hace décadas que no hay campo de tiro en Tesorillo. Pero el cartel sigue en pie. Una señal sin destino, como tantas decisiones que vienen sin mapa.
Tesorillo tiene talento para conservar lo que no vale para nada, pero que nos da para mucho: conversación, ironía y cariño por lo nuestro.
Moraleja (si es que la hay)
No todo lo que sirve tiene valor, ni todo lo inútil es inútil del todo. Estas pequeñas reliquias del absurdo forman parte de nuestro paisaje . Así que, si un día las ves, no las critiques… Admíralas: son parte del patrimonio invisible de Tesorillo.
Todo esto solo es una muestra, seguro que si apuramos saldrán más joyas, como a las que nos hemos referido
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