Con los dos
he interactuado a lo largo de mi vida y
continúo a Dios gracias. Con los dos he vivido momentos felices y otros menos
Ambos
tienen la misma configuración, uno está marcado con el número uno, el otro con
el cinco.
La llegada del cinco es un
alivio, sin embargo, el uno solo intuirle
me produce zozobra, cierta ansiedad, causándome una bajada del ánimo.
Las
sensaciones de la llegada de ambos, son diametralmente opuestas. El primero
llega de súbito, sin esperarlo y lo peor sin desear que aparezca, todo lo
contrario de su hermano, la impresión es que tarda un mundo en aparecer.
Uno me hace
sentirme irascible, enfadado, serio, el otro me transforma en un ser
dicharachero, jocoso, alegre
Con el
uno las primeras horas de convivencia
son complicadas, cara de cordero degollado, conversación la precisa y bromas las justas, por no decir ninguna. Con
el otro, amabilidad, simpatía, presto para cualquier favor, desde el amanecer.
Los problemas
cuando estoy con el uno son irresolubles, con el otro no hay mal que cien años
dure, aquí estoy para lo que me echen.
Cobardía,
Pereza, Pesimismo con el Uno. Valentía, Disposición, Optimismo con el Otro.
Caín y
Abel, Malo y Bueno, Negro y Blanco, Lluvia y Sol.
Ellos no
tienen la culpa de despertar en mis sensaciones, actitudes encontradas. Tienen
una misión que le asignaron y la cumplen a rajatabla.
El sabio
refranero lo dice: Los Lunes ni las gallinas ponen. Quien ríe en Viernes, llora
en Domingo.
Dice un
compañero de trabajo, excelente amigo .Que los lunes viendo mi cara a primera
hora, no se le apetece ni siquiera
saludarme, seguro que exagera. ¿O no?
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