Herminia Fuentes, mujer alegre, divertida, ocurrente, graciosa, risueña, hermosa, quizá un tanto holgada en carnes, disimuladas por el garbo y
el donaire al andar, de piel fina y tensa, con dos rosetas naturales en ambos
pómulos, que ningún colorante artificial podría igualar, con senos tersos,
voluptuosos en su justas medidas sin excesos, valiente, trabajadora,
inteligente, bondadosa, inquieta y nerviosa .
Herminia se reía con suma facilidad con todos y de todo, tenía que estar muy agobiada para que sus sonoras carcajadas no contagiaran al resto de los mundanos. Nació en el seno de una familia sin recursos , apenas pudo asistir a la escuela, pero se valió para aprender a leer y escribir , además de tocar la guitarra con destreza.
Herminia se reía con suma facilidad con todos y de todo, tenía que estar muy agobiada para que sus sonoras carcajadas no contagiaran al resto de los mundanos. Nació en el seno de una familia sin recursos , apenas pudo asistir a la escuela, pero se valió para aprender a leer y escribir , además de tocar la guitarra con destreza.
Caso se muy joven con Gerardo Salvatierra, Gerardo era el
reverso de la moneda, hombre apocado, pusilánime, tímido, soso, buena persona ,
formaban el yin y el yang perfectos. Murió joven dejando a la buena de Herminia
con tres hijos menores , a la que había que añadir a la madre de él , anciana,
enferma que necesitaba muchos cuidados, lo peor de todo con una mano delante y
otra detrás , las circunstancias le obligaron a trabajar en lo que fuera, como
temporera agrícola , asistiendo por horas a hogares, en los que realizaba un
sinfín de tareas, lavar, planchar, blanquear, acarrear agua y un largo
etcétera.
Los domicilios a los que acudía para prestar sus servicios, eran los
de las familias pudientes , con señoras remilgadas , maridos hipócritas y
arrogantes, con doble moral esos de misa de once y comunión los domingos. En
más de uno recibió proposiciones deshonestas llegando inclusive a ofrecerle
dinero , mujer íntegra y honesta, lejos de amilanarse, consciente que en un
enfrentamiento directo con el poderoso, llevabas la de perder, con inteligencia,
astucia no exenta de gracia , espantaba a los moscones, con frases como “muy
poco pollo para tanto arroz” o “ demasiada jaca para tan poco jinete”.
A pesar
de trabajar mucho y duro, lo ganado casi no le llegaba para alimentar cinco
bocas más las medicinas de la anciana.Cierto día llegó al hogar cansada y con la preocupación de
no tener casi nada para almorzar ,su hija mayor Amelia, viva estampa del padre
en lo físico como en lo espiritual, le esperaba, medio serio, medio en broma,
de forma histriónica, comenzó a gritar, no tenemos nada para almorzar, me voy a
volver loca, Dios mío esto no hay quién lo aguante y otras lindezas,
conociéndola, lo dicho tenía una importancia relativa.
Amelita no lo entendía
así , la preocupación y el desasosiego se apoderaron de ella, Herminia
conocedora del poco ánimo de su hija, la mandó por un cántaro de agua a la
fuente, con la intención de distraer sus pensamientos, mientras ya se las
compondría para arreglar un almuerzo casi decente.
Se sentó en el borde de la cama con la intención de
descansar un poco, fue cuando vio la caja de resonancia de la guitarra asomar
encima del ropero ,al ser persona positiva y optimista a pesar de los
problemas, decidió acompañarse y cantar algo . Al cabo de un rato Amelita
regresó , encontrando a su madre entonando el siguiente estribillo
¡ Adiós, señor, buen viaje!
¡Adios, que lo pase bien!
¡Recuerdos a la familia!
¡Al llegar escríbame!
¡Mándeme usted la sombrilla!
no olvide la ilustración,
y no olvide que me llaman la niña de la estación
La impresión fue tal que el cántaro se le cayó quedando
hecho cien trozos, corrió despavorida hacia la calle, gritando¡ mi madre se ha
vuelto loca, mi madre se ha vuelto loca!. Herminia viendo la reacción de su
hija, comenzó a reír , la risa fue en aumento hasta convertirse en un ataque
incontenible.
Las vecinas, el cartero que pasaba por el lugar hasta el
Guardia Municipal, acudieron, no entendiendo muy bien qué pasaba, mientras más
gentes se acumulaban , mayor era la intensidad de la risa. Marujita Jiménez,
cotorra mayor del pueblo, se encargó de difundir la noticia, aseverando sin
ningún género de dudas que a la Herminia se le había ido la cabeza.
Alguien llamo al médico, don Marcelo hombre sabio, por sus
conocimientos y por su edad, después de tratarla , en voz alta para que lo
oyeran todos los presentes, emitió el siguiente diagnóstico .
!Ojala! todos padeciésemos la locura de Herminia, seríamos mejor de lo
que somos.
Desde esa fecha en el pueblo se acuñó un nuevo dicho popular
, “En mi casa no comemos pero nos reímos mucho”
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