Esta mañana después de tener mi revisión de la cadera, hemos vuelto a casa. Vivo en El Rinconcillo y a pesar del levante, es un placer las mañanas en mi playa. Y allí, contemplando el inmenso espectáculo de los barcos entrando y saliendo, o como el Peñón de Gibraltar se cubre con una inmensa txapela de nubes y como esta aparece y desaparece dependiendo de que el levante aumente o disminuya. Al fondo, a la izquierda, en la desembocadura del Palmones, el kitesurf aprovechando el viento. He puesto lo bonito porque también de vez en cuando aparece una neumática rara camino del Guadarranque.
Pero a lo que iba, estaba en la playa y hay poca gente por la mañana. Saludo a amigos que van haciendo deporte a lo largo de los casi cuatro kilómetros de playa, tengo alguna que otra tertulia y me he dado el mejor baño de la temporada.
En medio de todo esto, ves a niños jugando y bañándose. Los que están pendientes y con ellos son sus abuelos. Abuelos que pasean con ellos. Incluso, una señora que hacía enormes esfuerzos por coger a uno de ellos en brazos. Y te das cuenta de quienes mantienen el sistema son ellos. Si, si, ellos, las abuelas y abuelos, las jubiladas y jubilados, son quienes realmente están manteniendo el sistema.
Y parece que lo que se les está dando es una limosna. Cuando es realmente el trabajo de toda su vida. Y se cuestiona una y otra vez su futuro, cuando, hoy un jubilado, un pensionista, además de que en muchísimos casos y con una más que escasa pensión, mantiene una familia con hijos casados y que están en paro y que no llegan a final de mes. También cuidan de sus nietos para los que tienen la suerte de que sus hijos trabajan. O bien trabajan pero con sus nóminas no llegan a final de mes y son los abuelos quienes lo cubren.
¿Cuántas familias hay en España en esta situación?. Son miles y no se merecen el trato que se les da y no se les asegura el futuro de sus pensiones que, en definitiva, serán las pensiones de sus propios hijos o nietos. Ahora se les ha dado un caramelo pero no se les ha garantizado los futuros caramelos. Sin embargo, todos los lunes, los pensionistas bilbaínos siguen concentrándose a las puertas de su Ayuntamiento exigiendo una pensión mínima de 1.080 euros, que no solo servirá para tener una vejez digna sino para seguir manteniendo a esos hijos y nietos sin trabajo.
Algeciras a 22 de agosto de 2018
Patricio González
Patricio González
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