Habían pasado ya varios años de los 80 y casi nunca se habían comido langostinos en Navidad. La cena más sofisticada tenía como mucho sopa de mejillones y pollo asado. Los Reyes Magos traían regalos pero no los que pedías porque esos eran caros. En cuanto crecías, nada de zapatos debajo del árbol al lado de la estufa. Por supuesto, una estufa de gas y una “copa” debajo de la mesa camilla.
Nunca creímos que aquella forma de vivir fuese tan mala. El tiempo y el progreso, sin embargo, nos fue acostumbrando a todo tipo de comodidades y empezamos a tener calefacción central en la casa ó aire acondicionado, marisco en Navidad, cotillones en Nochevieja y regalos de Reyes para todos.
Ni en sueños pudimos pensar que muchos españoles regresarían a aquellos años de sábanas frías y “copas” que sólo calentaban las piernas. Por ello nos golpean el hígado y nos amargan los brindis las noticias que salen en los medios sobre tantas calamidades, tantas desgracias y tanta pobreza. Los Ángeles de la noche de Málaga, ese grupo maravilloso que reparte comida caliente por las noches, el padre Ángel haciendo sus colectas, el Banco de Alimentos, Cáritas, los niños que van a diario al colegio sin desayunar, las personas que lloran en directo en la televisión pidiendo ayuda, los viejos desahuciados porque avalaron las hipotecas de sus hijos ó nietos, las personas que no pueden poner calefacción porque no pueden pagarla.
En todos los supermercados españoles hay OPERACIONES KILO permanentes para ofrecer arroz y lentejas a quienes antes comían marisco en Navidad y tenían los zapatos llenos de regalos en la mañana de Reyes. La pobreza avanza cada día y cada vez atrapa a más gente que se creía a salvo.
Estas fiestas nuestras en las que los gobernantes han decretado un antes y un después de la crisis, han sido más de cuentos de navidad que nunca. La estrella de las televisiones ha sido la CARIDAD QUE AHORA LLAMAMOS SOLIDARIDAD PORQUE HASTA EL NOMBRE NOS DA VERGÜENZA.
Puede ser que estemos saliendo del túnel, pero, desde luego, no podemos hacerlo sin mirar hacia atrás, hacia los que se están quedando atrapados dentro de los más oscuro de ese túnel.
Algeciras, a primeros de enero de 2019
Ni en sueños pudimos pensar que muchos españoles regresarían a aquellos años de sábanas frías y “copas” que sólo calentaban las piernas. Por ello nos golpean el hígado y nos amargan los brindis las noticias que salen en los medios sobre tantas calamidades, tantas desgracias y tanta pobreza. Los Ángeles de la noche de Málaga, ese grupo maravilloso que reparte comida caliente por las noches, el padre Ángel haciendo sus colectas, el Banco de Alimentos, Cáritas, los niños que van a diario al colegio sin desayunar, las personas que lloran en directo en la televisión pidiendo ayuda, los viejos desahuciados porque avalaron las hipotecas de sus hijos ó nietos, las personas que no pueden poner calefacción porque no pueden pagarla.
En todos los supermercados españoles hay OPERACIONES KILO permanentes para ofrecer arroz y lentejas a quienes antes comían marisco en Navidad y tenían los zapatos llenos de regalos en la mañana de Reyes. La pobreza avanza cada día y cada vez atrapa a más gente que se creía a salvo.
Estas fiestas nuestras en las que los gobernantes han decretado un antes y un después de la crisis, han sido más de cuentos de navidad que nunca. La estrella de las televisiones ha sido la CARIDAD QUE AHORA LLAMAMOS SOLIDARIDAD PORQUE HASTA EL NOMBRE NOS DA VERGÜENZA.
Puede ser que estemos saliendo del túnel, pero, desde luego, no podemos hacerlo sin mirar hacia atrás, hacia los que se están quedando atrapados dentro de los más oscuro de ese túnel.
Algeciras, a primeros de enero de 2019
Patricio González
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