lunes, 23 de marzo de 2020

LA CONDENA DE MARÍA: SALVADOR DELGADO MOYA



Y así continua María.
De un tiempo hacia acá ha perdido la noción del tiempo, porque el diazepan ya no le aporta ninguna utilidad.
Ella que siempre mezclaba la vitalidad con el positivismo; de ahí esos ojos con desparpajo; de ahí esas arrugas bellas;  de ahí esas preciosas comisuras perennes en la boca...
Las galletas empachadas de leche se las toma casi al mediodía y raciones gratis de tila a cualquier hora. Desvelos nocturnos y sueños diurnos.
No puede seguir haciendo crochet porque le falta hilo blanco y el monstruo está fuera, esperándola con guadaña en mano...Veinte veces al día visita la cocina, ya ha pasado tres veces la fregona al aseo. Tras el cristal de su pequeña salita, ve a un gorrión acicalarse, respirando libertad, saboreando la primavera, y ella, ella entristece... 
¡Con lo que ella ha sufrido, ha vivido y ha padecido! ¡Y ahora esto! En ocasiones habla en voz alta preguntando cosas que ella misma se contesta, así disimula esa pequeña ansiedad que se le acumula a todo lo que ya tiene.


Descansa sobre un sofá orejero cerca de una mesa-camilla. Allí sus manos arrugadas pasan una y otra vez las fotos de su juventud, de sus hijos, de sus nietos, de su difunto esposo... ya no necesita pasar las páginas del álbum humedeciéndose la yema de los dedos, esos dedos los necesita para frotarse los ojos y secarse ese tumulto de lágrimas que desbordan esa preciosa cara arrugada.
No en sus peores sueños, podría imaginar su situación actual. Enjaulada entre recuerdos y sollozos, tristeza hipotecada y desesperación encubierta. Hasta los geranios están tristes, porque los ojos que los miran están grises, dependientes de una primavera amarga, quizás la más amarga de su vida.
Hoy llueve, caen gotas sobre la hierba, desapareciendo en la tierra, es así como la pureza, la esencia, la necesidad, se desvanece en la nada, pasando a otro plano, dando valor al recuerdo, a la morriña, a lo que fue, y ya no es...
Casi no enciende la tele, porque sabe que las noticias no son muy halagüeñas, y ella está conociendo muy de cerca el miedo, ese miedo despavorido, silencioso, venenoso y cauteloso, ese miedo que le está haciendo perder la vida a pasos agigantados.
Sabe que cuando suene el móvil  que le regaló su nieta, debe pulsar la tecla verde, esa es la tecla de la esperanza, del anhelo, de la que produce una voz temblorosa sin darse cuenta; esa tecla que le produce, cuando termina, esos lloros incontrolables; esa tecla que produce un repentino chute de felicidad en vena, un repentino chute de alegría en el alma... 
¡Y ya son las ocho de la tarde-noche! Ya mismo escuchará esos aplausos lejanos, lo que no sabe muy bien porqué lo hacen, no está segura si son muestras de agradecimiento o por el contrario, son aplausos de despedida para esos inocentes que diariamente están yendo a un viaje sin retorno, sin apenas despedidas, haciéndolos aún mas frio de lo que son...
Y tras los aplausos, se escucha una voz joven y potente cantando, en el estribillo se aprecia que dice “resistiré”. Si, resistiré. Resistiré si me envían fuerzas, y sobre todo, si me me envían motivos para seguir, para obtener un ocaso con un mínimo de dignidad.
Escuchó un golpe en la puerta, asustada y cautelosa, se acercó hacia ella y observó como alguien había dejado una carta en el suelo, la cogió, y con manos temblorosas se dispuso a leer...

.- Hola abuelita. Soy tu nieta y te echo mucho de menos. No quiero que estés triste porque todo esto pasará, es cuestión de tiempo. He estado hablando con Dios y hasta él está confundido y confinado, no se explica cómo las personas nos complicamos tanto nuestra corta existencia, pero bueno, lo he tranquilizado y ha dejado de llorar. 
.-Sabemos que esto nos puede quitar la vida, pero lo que jamás nos quitará es el deseo de abrazar, la necesidad de besar; de demostrar nuestra solidaridad más pura; de saber como es el dolor cuando no nos podemos sentir juntos; de fabricar esperanzas de la nada; de reír después de llorar; de susurrarte al oído cuánto te quiero... por todo esto y mucho más abuelita, ayer,hoy y siempre serás mi reina, mi motivación, mi consecuencia y mi propósito...
.- Por eso, te digo que te quiero sin límites. Aguanta, cuenta los días para volverte a abrazar. Tu nieta que te ama.

María, se secaba las lágrimas. Y comprendió que lo más valioso de esta vida es el amor. Que ese amor perdurará entre las personas durante toda la eternidad, entre los que están y los que nos dejaron. Que ni las catástrofes, ni las pandemias, ni las guerras, imposibilitarán que María y su nieta, algún que otro día, se vuelvan a abrazar, y  llorando de felicidad se diga una a la otra: “eres mi motivo de vida, por eso te regalo mi amor”...
Y ahora que vengan todas las pandemias que quieran, que ahí sigue María...
Fdo. Salvador Delgado Moya
Marzo 2020.


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