El pasado 7 de septiembre, don Antonio Casaus, en su cuenta de Facebook, recordaba el derrumbamiento de la Iglesia de Guadiaro, episodio que vivió directamente, Pablo Holgado García, Pablo el fotógrafo . Pablo residió muchos años en Tesorillo, estuvo vinculado tanto a nivel personal como profesional con nuestro pueblo, donde fue muy querido por todos, debido a su calidad humana .
En honor a su figura, hemos decidido reproducir el relato del Sr. Casaus:
El padre Salvador Atacho era el encargado, aquel 29 de mayo de 1983, de oficiar el sacramento. Casi todos los niños de Guadiaro habían elegido aquel día para hacer la comunión. No parecía haber ningún problema y el oficio tuvo lugar como siempre. Las familias se agolparon entonces a las puertas de la iglesia, felicitando a sus familiares, niños que gozaban más que nunca de un día tan especial en sus vidas.
El padre Atacho estaba invitado a otra comunión, en una localidad cercana, en Castellar de la Frontera. La comunión de Guadiaro se prolongó hasta pasadas las 13.30 horas, momento en el que el padre tuvo que ponerse en camino hacia Castellar. El padre Atacho dejó encargados al fotógrafo del pueblo de Guadiaro, Pablo Holgado y dos catequistas que formaban parte en la formación cristiana de los pequeños que hacían la comunión. Holgado se hizo con las llaves de la parroquia, puesto que aún tenía que fotografiar a algunos grupos de niños dentro de la iglesia.
El fotógrafo y los que allí quedaban, oyeron en varias ocasiones algunos ruidos que, según explica Holgado “parecía como si unos niños estuviesen tirando chinos al techo”. Escucharon varios más pero no le dieron importancia.
Al finalizar con el último grupo de niños, un total de ocho, Holgado echó una mirada a la iglesia y se dio cuenta de que la vela del sagrario estaba apagada. Una vez que los niños habían desalojado la parroquia, el fotógrafo se dirigió a encender la vela, situada a los pies del Cristo que se erguía en el altar de la parroquia. Junto a la talla del Cristo, la Virgen del Rosario y la santísima Virgen de los Dolores.
Tras encender la vela, Holgado se arrodilló, se dirigió a la puerta del templo y cerró. Junto a las dos catequistas y el médico del pueblo, don José -como lo llama aún hoy Holgado-, bajaron la cuesta que está paralela al edificio de la iglesia y entraron en uno de los bares para tomar algo.
Desde el momento en el que los niños terminaron de hacer la comunión, hasta el instante en el que Holgado y sus acompañantes se dirigieron al bar de la esquina, habían pasado unos diez minutos aproximadamente. Fue entonces cuando, según los presentes, entre ellos, el fotógrafo, oyeron un ruido impactante que nunca podrá olvidar Guadiaro. “Sonó como si una bomba hubiese explotado, como un fuerte estallido imposible de pasar desapercibido”, explica Holgado. Instante seguido, “vimos correr una avalancha de personas, todas de la comunión, gritando y llorando, bajaban asustadísimas la cuesta de la iglesia”. “Fue inolvidable. Pensamos: nada, que la iglesia se ha derrumbado. Y así fue, todo derruido. No lo podíamos creer”. Holgado se dirigió a la iglesia de Guadiaro y vio que no tenía techo. La bóveda de la parroquia se había caído. Aunque con gran respeto y sin poder creer lo que sus ojos veían, abrieron la puerta y lo primero que vieron fue la imagen de la Virgen de los Dolores, intacta. “Lo que más me sorprendió, y por eso digo que fue un milagro de la Virgen Santísima, es que la vela, la que yo había encendido minutos antes de desplomarse la bóveda, yacía a los pies del Cristo encendida. Aún hoy no me explico por qué la onda expansiva de escombros no la apagó”. La iglesia de Guadiaro quedó reducida a gigantescos y sobrecogedores escombros. Sin embargo, a pesar de que, incluso los Vía Crucis-las catorce estaciones de penitencia-, habían sufrido daños; la Virgen de los Dolores no había sufrido ninguno, pese a que la bóveda del techo que yacía encima de la talla, se había desplomado por completo. Todos aquellos detalles, se difundieron por el pueblo, que exclamaba asombrado que “la Madre de Dios había salvado a todos los presentes, esperando a que la iglesia estuviese vacía para que el techo se desplomase”.
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