En 1971, bajo la iniciativa del Servicio de Extensión Agraria, se creó en San Martín del Tesorillo el Plantel de Extensión Agraria. Esta institución, tal como lo define el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) en una de sus acepciones, es un establecimiento o lugar donde se forman personas hábiles o capacitadas en algún ámbito del saber, profesión o ejercicio. Su nacimiento respondía a la preocupación de la administración central por el despoblamiento rural, y los planteles eran una solución para combatirlo mediante la formación y el desarrollo comunitario.
El Plantel de Tesorillo tuvo como sede un lugar emblemático: la Casita de Campo. Para los jóvenes de aquella época, este espacio marcó un antes y un después en sus vidas. La Casita no solo era un punto de encuentro para el esparcimiento y los bailes, sino también un centro de formación en diversas materias. Este proyecto, que dejó huella en la juventud tesorillera, se mantuvo activo hasta aproximadamente 1974, y durante esos años, brindó a los jóvenes herramientas que les permitieron un importante salto cualitativo en su desarrollo personal y social.
En 2008, impulsado especialmente por Rosa Estorach y otros entusiastas, se organizó un emotivo primer encuentro de "Amigos del Plantel" en la finca "La Torreta". Al evento asistieron alrededor de un centenar de personas, muchas de ellas llegadas desde lugares lejanos. Fue una jornada memorable en la que se rindió un merecido homenaje a los técnicos del Servicio de Extensión Agraria que lideraron el Plantel en sus inicios: Ángel Berrocal e Isabel Carrión. Los recuerdos y las anécdotas llenaron el ambiente, con antiguos compañeros reencontrándose tras años de distanciamiento.
El éxito de aquel primer encuentro motivó la celebración de una segunda reunión en 2009, esta vez en la Venta El Caballo de Montenegral. Sin embargo, el entusiasmo inicial se desinfló rápidamente. Muchos de los antiguos asistentes pusieron excusas banales e incluso poco creíbles: “Lo siento, tengo un cumpleaños”, “Me gustaría, pero no puedo”, entre otras justificaciones que rozaron el desinterés o la apatía. Estas actitudes reflejaron una falta de compromiso que acabó lastrando la iniciativa. Aunque los pocos que acudieron disfrutaron de una velada entrañable, el desánimo ya había hecho mella, y aquella reunión se convirtió en la última.
Hoy, casi 17 años después, imaginar una nueva edición del encuentro podría parecer una utopía. Sin embargo, lo que permanece intacto es el recuerdo de aquellos años dorados en los que el Plantel de Extensión Agraria transformó vidas y dejó una profunda huella en la memoria de Tesorillo.
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