viernes, 5 de abril de 2019

Los niños de la vergüenza: Patricio González García



La cifra nos la  ha aportado el informe de UNICEF: Cerca de 50 millones de menores de todo el mundo han abandonado sus hogares por razones de fuerza mayor. Más de la mitad, cerca de 28 millones, están huyendo de situaciones de violencia extrema o guerra abierta.
Lo más dramático es que los niños representan un "porcentaje desproporcionado y creciente" de todos los desplazados y suponen casi la mitad de todos los refugiados que hay en el mundo.

Además, cada vez hay más menores que cruzan solos las fronteras. En 2015  unos 100.000 niños solos solicitaron asilo en 78 países, el triple que en año anterior. No hace falta ser ningún experto para deducir que los menores que viajan solos están expuestos a sufrir explotación y abusos por parte de contrabandistas y traficantes de personas, por no hablar de la cantidad de niños desaparecidos de los que no se tiene ningún rastro.
El informe concluye que los refugiados tienen cinco veces más probabilidades de no asistir a la escuela que el resto de menores. Este drama humanitario está lleno de preguntas sin respuesta. Hace pocos años, todos nos conmovíamos con la foto de Aylan, el pequeño de tres años que murió ahogado en las playas de Turquía junto a su madre y a su hermano.
La foto avergonzó al mundo, pero pronto pasó al olvido. ¿Cuántos niños han muerto desde entonces y a nadie parece importarle?. Una vez que se retiraron los focos y la noticia fue perdiendo interés, también se borró aquella imagen que abrió los telediarios de todo el mundo.
También no hace mucho se levantaba la voz de alarma porque al menos 10.000 niños refugiados, que viajaban solos, habrían desaparecido nada más llegar a Europa, según la Europol.
La pista de la mitad del total de niños desaparecidos, que sí fueron registrados al entrar a Europa, se perdió en Italia, donde al menos 5.000 menores no acompañados escaparon de la supervisión de las autoridades y quedaron a merced de una organización de criminalidad muy sofisticada que ha fijado su objetivo en los refugiados. Además otros muchos menores se han borrado de la faz de la tierra 
en lugares que deberían haber sido de acogida.
El drama de los niños perdidos, abusados, abandonados, sigue siendo uno de los muchos temas tabú que esta sociedad hipócrita se niega a afrontar. Los casos son tantos y tan vergonzosos que lo esconden entre estadísticas y cifras. Pero el tema no desaparece aunque todos con nuestro silencio cómplice hagamos invisibles a estos pequeños, la parte más vulnerable de cualquier sociedad que todos deberíamos proteger.
La condición humana es así: primero nos conmovemos cuando ocurre un caso como el de Aylan, nos escandalizamos y decimos que se nos parte el corazón cuando vemos las imágenes de esos pequeños refugiados en pleno invierno pasado hambre y frío. Nos avergonzamos al conocer esos sucesos de infancias rotas, de niños abusados de una y mil formas. Sentimos asco y rabia y luego pasamos esa terrorífica página hasta que otra noticia vuelve a golpear las conciencias. Al final, sea resignación o indiferencia el resultado no cambia y es vergonzoso.

Patricio González García 

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